Según la Real Academia de la Lengua estadista se define como “Persona con gran saber y experiencia en los asuntos del Estado.” Desafortunadamente en América Latina, así como en Colombia, se extraña la existencia de esos estadistas. Aquellos que eran cultos, bien formados, y con una comprensión sólida de la política y la administración pública. Por el contrario, proliferan líderes populistas que, sin formación mayor y con menor capacidad intelectual, han llegado al poder. Y cuando vemos la realidad de nuestras democracias, se hace evidente la distancia que existe entre esos oportunistas de ahora y aquellos estadistas de antaño.
Los populistas han ganado terreno, aprovechando el descontento social y las debilidades institucionales. Con radicalismo en sus discursos y promesas incumplibles, ganan, y al hacerlo no saben cómo solucionar los problemas estructurales que aquejan a nuestras naciones. Terminan priorizando sus intereses y se quedan en el discurso populista de campaña, mientras sus países llegan al borde del colapso.
América Latina ha tenido grandes estadistas, Independientemente de su pensamiento ideológico, eran estadistas, con formación, capacidad de análisis y visión, marcaron diferencia. En Argentina, Domingo Faustino Sarmiento no solo fue presidente, sino también un intelectual comprometido con la educación. En Chile, Arturo Alessandri Palma lideró importantes reformas que transformaron su país. En México, Benito Juárez demostró con su vida y obra que un gobernante debe ser un ejemplo de honradez y dedicación a la causa pública. Esto para mostrar tres estadistas.
En Colombia, Alfonso López Pumarejo, Carlos Lleras Restrepo y Misael Pastrana Borrero, y Álvaro Uribe, respetando otras opiniones, representaron lo que un verdadero estadista puede lograr. Ellos impulsaron reformas educativas, económicas y sociales de gran calado, y aún son ejemplo de mostrar. Hoy, la mayoría de nuestros líderes carecen de la preparación académica, pocos leen, no conocen de historia y no se preocupan por los problemas del país, salvo para elaborar discursos simplistas y conseguir votos. Gobernar requiere conocimiento, cultura, y responsabilidad. Por eso la necesidad de más estadistas y menos políticos.
La crisis que vivimos surge de esa crisis de formación en nuestros líderes. Merecemos unos con preparación seria, que incluya historia, filosofía, economía, ciencias políticas, y, sobre todo, el hábito de la lectura constante. No más ‘chafarotes’ hábiles para engañar y torpes para gobernar.
Una reforma política seria, debe incluir la obligación a quienes quieran ser elegidos, de educarse y formarse, solo así nuestro futuro cambiará.