“¿Por qué tantos excombatien tes han recaído en el crimen?”

Enzo Nussio, investigador de la universidad ETH de Zúrich y experto en construcción de paz, acaba de publicar uno de los estudios más completos sobre reincidencia de excombatientes en Colombia. SEMANA habló con él.
 
SEMANA: Entre 2003 y 2012, en Colombia se desmovilizaron 55.000 combatientes de grupos ilegales. ¿Cuántos recayeron?

ENZO NUSSIO: Las cifras oficiales muestran que 20 por ciento había reincidido hasta 2012. Cálculos más recientes de la Fundación Ideas para la Paz indican que hasta 2014 la tasa se elevó a 24 por ciento. Esta última ha vuelto a aumentar, y en la realidad debe ser más alta dado el subregistro.

SEMANA: Eso quiere decir que uno de cada cuatro excombatientes ha reincidido…

E.N.: Sí. Pero, a la vez, significa que la gran mayoría ha permanecido en la legalidad.

SEMANA: Desde los años ochenta hasta hoy ha habido 60 procesos de desmovilización, de los cuales han resultado 1 millón de excombatientes. ¿La tasa de reincidencia en Colombia es normal?

E.N.: Siempre habrá reincidencia. Pero es difícil comparar los datos de Colombia, puesto que en la mayoría de los procesos los países han sido incapaces de medir la reincidencia. Por su alto nivel de desarrollo, comparado con otros países con desmovilización, Colombia también tiene la capacidad de rastrear este fenómeno, mientras otros no. Ahora bien, por esta misma razón decir que las tasas de reincidencia en Colombia son “normales” no es posible.

SEMANA: Un resultado llamativo de su estudio es que un exparamilitar tiende más a reincidir que un guerrillero. ¿Por qué?

E.N.: Veo dos explicaciones. Una tiene que ver con la modalidad de la desmovilización. De la guerrilla, hasta ahora, solo ha habido desmovilizados individuales. La mayor parte son desertores que probablemente quisieron regresar. En cambio, los paramilitares se desmovilizaron colectivamente. Muchos respetaron la decisión de sus líderes, pero luego reincidieron.

SEMANA: ¿Cuál es la segunda explicación?

E.N.: Que los paramilitares estuvieron involucrados en actividades criminales en mayor medida que los guerrilleros. La violencia fue más esencial en la vida paramilitar, y esto requirió una disposición psicológica distinta.

SEMANA: Precisamente de ahí surge un hallazgo novedoso de su estudio: que un factor de la reincidencia es el gusto de algunas personas por la violencia. Explique.

E.N.: Hay muchas motivaciones personales que llevan a alguien a un grupo armado ilegal: el dinero, la ideología, la venganza… Pero hay una que suele ser ignorada: el gusto o la fuerte atracción que algunos sienten por la vida militar o las actividades riesgosas. A lo largo de la vida, esta atracción es en general más elevada entre los 15 y 30 años. Eso explica por qué la mayoría de quienes entran al crimen lo hacen entre esas edades. Pero en algunas personas esa característica es dominante y perdura.

SEMANA: ¿También en Colombia?

E.N.: Sí, como en cualquier otra sociedad. En Colombia lo que hallamos es que es más dada a reincidir una persona que se unió a un grupo porque encontró placer en la vida de combatiente, o porque se sintió empoderada al cargar un arma, o porque ganó reputación mediante ese grupo. En otras palabras: la atracción al estilo de vida violento puede seguir activa tras la desmovilización.

SEMANA: En vista de lo que se viene con las Farc, la conclusión de que hay rasgos personales difíciles de cambiar podría justificar el pesimismo de algunos sectores.

E.N.: Hablamos de una minoría. Son pocos los excombatientes que han demostrado tener ese rasgo de personalidad de manera dominante. Entonces no creo que el problema sea tan grave. Pero sí significa que aquellos que lo tienen serán difíciles de manejar.

SEMANA: Otros países ya han tenido que lidiar con personalidades procaces a la violencia. ¿Qué fórmulas han aplicado?

E.N.: Hay atención psicosocial, pero no creo que sirva de mucho para estos casos duros. Lo que sí se ha visto es que los años influyen y reducen esos impulsos dominantes. Con el tiempo, los humanos perdemos la atracción por el riesgo.

SEMANA: Con el tiempo también aparece la familia. ¿Qué rol tienen una compañera sentimental o los hijos en la vida de un excombatiente?

E.N.: Un rol decisivo. Hasta hoy la academia había manejado dos visiones. Por un lado se supone que la familia mantiene a un excombatiente fuera del delito. Pero, por otro lado, algunos insisten en que la familia puede empujar a un excombatiente a volver al delito. En nuestro estudio concluimos, con una base estadística sólida, que la primera teoría es la que más corresponde a la realidad. En Colombia, la familia ha sido un ancla que ha logrado reducir la reincidencia.

SEMANA: Hasta 2012, más de 3.000 desmovilizados fueron asesinados. ¿Qué expresa esa cifra?

E.N.: Es un número demasiado grande. Y lo triste es que quien piense que ‘eso fue por algo’ puede llegar a tener razón. Gran parte de los homicidios se han producido porque los propios excombatientes reincidieron y terminaron en actividades ilegales.

SEMANA: Los esfuerzos por la desmovilización en Colombia llevan más de una década. Si lo compara con Bosnia, Sudáfrica, Filipinas, Congo y Afganistán, ¿cómo ve al país?

E.N.: Las Naciones Unidas definen la reintegración como un proceso primordialmente económico y social. En ese sentido, tras diez años, el aprendizaje debe ser grande porque la experiencia no ha sido ideal. Tomemos el proceso con las AUC, el más importante en el país. Hubo mucha improvisación, pues se desmovilizaron 30.000 paramilitares y nadie, salvo Medellín, estaba preparado. Además, terminó cuestionado por cuenta de falsos desmovilizados, de armas escondidas y del surgimiento de nuevas estructuras.

SEMANA: ¿Qué balance hace de la Agencia Colombiana de Reintegración (ACR), que nació precisamente hace diez años?

E.N.: La experiencia ha permitido aprendizajes, y por eso hoy la ACR es uno de los programas de reintegración más desarrollados del mundo. Además, es un logro haber podido ejecutarlo en medio del conflicto. Sobre todo con la seguridad democrática de Uribe, que lo mantuvo aislado de políticas de construcción de paz. Las cosas han mejorado, pero falta. Falta integrar mejor a la ACR en un plan más amplio de construcción de paz que abarque todas las instituciones relevantes para este tema.

SEMANA: Más allá de la ACR, ¿dónde más ha fallado el Estado para evitar la reincidencia?

E.N.: Un programa de reintegración no lo puede todo. Hay demasiados factores difíciles de manipular. Es tan difícil manipular una personalidad, como lo es cambiar las estructuras del Estado. Hay que entender la lógica de la reintegración teniendo en cuenta cuánto influye en ella lo que sucede en el país. En un contexto de crimen generalizado como el colombiano hay que saber que, pase lo que pase, por ahora siempre habrá oportunidades para que un excombatiente recaiga en el crimen. Repito: Colombia necesita políticas de reintegración que vayan de la mano con los esfuerzos por construir la paz.

SEMANA: Ahora que se viene la implementación de los acuerdos con las Farc, ¿qué lecciones hay que aplicar para reducir la reincidencia?

E.N.: Lo primero es ser realistas, no tener expectativas demasiado altas y saber que así como habrá disidencias, también habrá reincidencias. Este es un llamado al realismo. Y lo segundo, y quizá más importante, es que hay que ser conscientes de que no le podemos pedir milagros a un programa de reintegración. Un programa de estos debe ser parte de un andamiaje más grande que permita materializar la paz. Eso fue justamente lo que no se dio en el pasado y no hizo favorable el proceso con AUC.

SEMANA: ¿Ve a las Farc preparadas?

E.N.: Podemos ser un poco optimistas, pues las condiciones serán mejores, y la guerrilla estará más interesada en contribuir a la reintegración. Además, la participación política puede ser un factor de anclaje adicional que no existió en el caso de las AUC.

SEMANA: Usted vivió seis años en Colombia e investigó en la Universidad Nacional y la Universidad de los Andes. ¿Cómo ve la investigación académica de cara al posconflicto?

E.N.: En Colombia hay un nivel muy alto. Pero falta salir de la mera crítica y acompañar más lo que el Estado pone en práctica. También siento que se necesita una visión comparada. Por último, diría que podría haber más colaboración entre profesores e investigadores, lo cual es difícil dada la estructura fragmentada de la educación superior. Esto no siempre le permite al conocimiento fluir como debería.
 

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