Los confusos y conflictivos hechos de estos recientes días en el departamento del Cauca, sobre los cuales advertimos al comenzar la semana, no pueden ser mirados de manera simplista ni alterados por el calor de los acontecimientos ni con explicaciones puramente ideológicas Los confusos y conflictivos hechos de estos recientes días en el departamento del Cauca, sobre los cuales advertimos al comenzar la semana, no pueden ser mirados de manera simplista ni alterados por el calor de los acontecimientos ni con explicaciones puramente ideológicas, ni mucho menos desde los escritorios a larga distancia, pero sí tomando en cuenta ciertos principios que nadie que haya nacido en esta tierra o tenga la condición de colombiano por adopción pueda pasar por alto. La agresión contra soldados que custodiaban bases militares y otros puntos estratégicos, de parte de la llamada guardia indígena si bien no generaron lesionados ni víctimas mortales – afortunadamente – sí pusieron sobre el tapete el principio de autoridad y el respeto a la Fuerza Pública como garante de la vida, honra y bienes de los colombianos. Nada que no sea el legítimo derecho a la defensa puede excusar que se irrespete y agreda, en forma humillante, a miembros de nuestras Fuerzas Armadas. De la misma manera se debe expresar todo el rechazo e indignación por el asesinato, aún bajo investigación judicial, de un indígena en la misma zona en conflicto al parecer a manos de un uniformado. La autoridad es un elemento sustancial y consustancial a la existencia misma de la sociedad, de sus estructuras jurídicas y jerárquicas y del Estado como un todo donde confluye la civilización en forma ordenada, organizada y garante de la existencia de la humanidad. La autoridad es el poder que gobierna o ejerce el mando, de hecho o de derecho; es la potestad, facultad y legitimidad que les hemos otorgado a determinadas personas, todas ellas pasajeras pero siempre representantes de la sociedad. De ahí que su quebrantamiento sea una evidencia grave y preocupante con la cual se puede empezar a resquebrajar el Estado; no es permisible entonces que esa potestad encarnada en soldados, policías y demás agentes uniformados y con la facultad del uso legítimo y proporcional de las armas, se pueda alterar y violentar, por muy buenos argumentos que haya. Y en esa misma línea, la actuación indígena claramente ha desbordado sus límites de jurisdicción propia, de delimitación de sus territorios y de acatamiento al orden establecido. No sólo se ha atentado contra ese inalterable principio de autoridad sino que también se están arrogando funciones y procedimientos que no les corresponden, como el hecho de detener a unos guerrilleros y negarse a entregarlos a los jueces civiles, alegando que los someterán a sus propias reglas. Una cosa es que se puedan ellos gobernar y procesar, entre sí mismos, bajo sus sistemas ancestrales, y otra que extiendan su potestad a delincuentes externos. Lo que pasa en el Cauca, y estas apreciaciones apenas se refieren a un hecho en particular, merece análisis y discusiones del mejor nivel. Lastimosamente se han exacerbado los ánimos, han aflorado reprochables sentimientos racistas, que repudiamos sin ambages y se han lanzado peligrosas arengas. Sólo la calma y la civilidad permitirán darle curso adecuado a estos acontecimientos. DESTACADO “De ahí que su quebrantamiento sea una evidencia grave y preocupante con la cual se puede empezar a resquebrajar el Estado”. Editorialito Con el acompañamiento del gobierno departamental se desarrollan las mesas de seguimiento a los compromisos asumidos por Emgesa. Ahora, lo importante, es garantizar que se cumplan, que se hagan efectivos sin más dilaciones.