“Que no se me olvidara, que yo era una simple vigilante y él, concejal”

Una grave polémica rodea al concejal Abel Mendoza tras una queja por presunto acoso laboral, discriminación y persecución contra una vigilante que laboraba en el Concejo Municipal de Neiva. La mujer reveló detalles de los hechos.

En lo que sería un nuevo caso de “¿Usted no sabe quién soy yo?”, Abel Mendoza, concejal de Neiva por el partido Alianza Social Independiente (ASI), se encuentra en el centro de una polémica. La controversia surge a raíz de una queja presentada por Marcela*, ante la presidencia del Concejo Municipal de Neiva el pasado 16 de diciembre de 2024. En su queja, Marcela expresa un presunto caso de “acoso laboral, maltrato psicológico y verbal, entorpecimiento, discriminación y persecución” por parte del concejal y su esposa, Juliana Abad.

Marcela describe un primer incidente el 16 de octubre del año anterior, en el que el concejal Mendoza, tras bajar de su vehículo con placas MUL 464 de manera agresiva y desafiante, le preguntó: “¿Qué pasa con usted? Cálmese… guarde distancia…” A lo que ella respondió: “No entiendo a qué se refiere, señor concejal, ¿por qué me habla así?” Sin embargo, él, según ella, continuó gritándole y usando palabras despectivas, afirmando que ella no era igual a él, que “era una simple vigilante”, que él era un concejal y que debía respetarlo.

La causa de esta discusión se originó cuando la vigilante le advirtió al concejal que tuviera cuidado al dar reversa en el parqueadero, ya que había otra persona en una moto detrás de su vehículo, a quien casi golpea. Esta situación, de acuerdo con la denuncia, provocó que el concejal descendiera de su auto e iniciara una serie de insultos y “humillaciones” hacia la trabajadora, quien, al observar esta actitud, le pidió respeto.

“En respuesta a sus insultos, le hice saber que, como funcionario público, debía respetar a los demás y no podía tratarme de esa manera. Le recordé que estaba acostumbrado a gritar a los miembros de vigilancia. Él continuó amenazándome con demandarme ante la Fiscalía y que me haría echar. Yo le respondí que, si tenía la potestad, debería hacerlo, pero que yo solo estaba cumpliendo con mi trabajo”, relató la celadora a LA NACIÓN.

Situación tensa

La situación se mantuvo tensa ese mismo día, según mencionó la vigilante, ya que más tarde, el concejal se acercó nuevamente a ella, continuando con los ataques verbales. La intervención de Milena Narváez, secretaria general del Concejo de Neiva en el momento de los hechos, fue necesaria para persuadir a Marcela a que se disculpara con el concejal Mendoza y así evitar que la “hicieran echar”.

“Entonces le dije: ‘Listo, le pido disculpas’, pero les comenté que eso era permitirle a él que pudiera gritarme y pasar por encima de mí las veces que quisiera. En ese momento, él me dijo que yo tenía que pedirle disculpas a su esposa, porque ella era la encargada de tomar decisiones. Entonces, yo me dije: ‘¿Por qué a ella si no tiene nada que ver con la corporación? El percance fue directamente con él”, contó Marcela.

Esta petición del concejal se debió a roces previos entre la vigilante y la señora Juliana Abad, relacionados con el ingreso del vehículo en el que ella se transportaba, ya que la orden que tenía era permitir el acceso solo cuando hubiera espacio suficiente. “La consigna del puesto de parqueadero es que ingresan únicamente los vehículos de los concejales, uno por concejal, y no se permite el ingreso de carros particulares durante plenarias o comisiones”, regla que Marcela hacía cumplir.

Soy el concejal”

El segundo altercado se habría presentado el 5 de noviembre del año anterior, cuando la señora Juliana Abad continuó insistiendo en ingresar su vehículo. Además, según Marcela, había ocasiones en que llegaba con amigos de ella y les indicaba que entraran a parquear, “pasándose por la faja vigilancia”.

“A mí me tocaba pedirle la autorización a la secretaria general porque ellas son muy amigas. Entonces, la secretaria le autorizaba las veces que quisiera entrar la señora, pero me dejaron claro que, cuando había sesión, no se puede porque el parqueadero es pequeño, se llena con facilidad y a dónde la iba a meter yo a ella (…) Entonces se volvió a presentar otro día. Que ella no pudo entrar en la camioneta, no dijo nada, pero subió y le dijo al señor concejal”, expresó Marcela.

El concejal Mendoza, según la celadora, volvió a referirse con palabras denigrantes contra ella, luego de que su esposa le informara de lo sucedido e incluso le recordó que, por su benevolencia, ella había seguido en ese puesto.

“Él bajó y me preguntó que qué pasaba con la esposa, que yo por qué no la dejaba entrar, que si a mí se me había olvidado que, gracias a él, yo estaba ahí, que yo le había llorado a él para quedarme ahí, que no se me olvidara, que yo seguía siendo vigilante y él, concejal”, comentó Marcela.

En esta ocasión, Marcela decidió informar a Juan Diego Amaya, entonces presidente del Concejo Municipal, quien le hizo un llamado sobre la situación, que para la trabajadora se había vuelto repetitiva. Sin embargo, los “abusos” y groserías por parte del concejal no cesaron, de acuerdo con su relato.

Tercer incidente

El 13 de diciembre de 2024, la señora Juliana Narváez llegó al lugar y exigió poder ingresar al parqueadero del Concejo. Según narra Marcela, desde el principio ella gritó y pidió que la dejaran entrar, a lo que la celadora respondió que no era posible, ya que estaban en sesiones extraordinarias y el recinto estaba ocupado e incluso estaba German Casagua, alcalde de Neiva. Finalmente, la secretaria general le dio autorización, pero el hecho no pasó desapercibido para Mendoza.

“El señor concejal bajó y se me iba a ir encima, o sea, él se acercó a atacarme, pero ella lo detuvo y le dijo: ‘Ay, mi amor, no’. Yo estaba allí, esperando a ver cómo iba a reaccionar. Hubiera querido ver lo que pasaba, porque estaba el señor alcalde y habían citado a los comandantes de Policía y del Ejército. Estaba repleto. Quería ver el escándalo que suele hacer, para que todos se dieran cuenta de qué clase de persona es ese señor”.

Estos reiterados asedios y altercados afectaron la salud de la vigilante, quien tuvo que solicitar una incapacidad médica. Al regresar a su puesto, se enteró de que habían exigido su cambio y fue trasladada al Parque de los Niños.

LA NACIÓN buscó en múltiples oportunidades al concejal Abel Mendoza a través de teléfono y WhatsApp, pero no fue posible obtener su versión sobre estos graves hechos denunciados.

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