En esta época de Navidad, mientras las familias colombianas nos reunimos para rezar la tradicional novena de aguinaldos, no podemos evitar pensar en cómo el gobierno de Gustavo Petro podría tener su propia versión de los “gozos”. Eso sí, con un tono un tanto diferente: uno que mezcle sarcasmo, ironía y la amarga realidad.
Dulce Jesús mío mi niño adorado, al salmo respondemos todos: No dejes que todo dañen los malvados.
Que cambie ya el cuento, el deschavetado, que todo disfraza con un golpe blando, el burro al pesebre con el buey al lado, pero no en mi patria muy mal gobernando. “no dejes que todo dañen los malvados”
Que los colombianos no sean más golpeados, por tantas masacres o extorsionados, mientras que don Petro, no duerme angustiado, por tanta violencia que hay en otros lados “no dejes que todo dañen los malvados”.
Que todo corrupto que aparece untado, pagué cual merece todo su pecado, y el hijo de Petro no pase agachado, cual lo hizo Aureliano allá en el pasado “no dejes que todo dañen los malvados”
Que sigan cantando cual ángel sagrado, todos en audiencias al ser indagados, y hasta los ministros salgan cuestionados por la mirra y oro que nos han tumbado “no dejes que todo dañen los malvados
Que no nos entreguen un país quebrado, y los inversores tristes y asustados, por qué al empresario tienen azotado, cual cristo al calvario son crucificados. “No dejes que todo dañen los malvados”.
Pidamos al niño Jesús, que en las próximas elecciones acabemos el Petroceso no tardemos tanto.