La Nación
¡Que una vocación no cueste la vida! 1 7 septiembre, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

¡Que una vocación no cueste la vida!

Durante las últimas dos semanas, el país ha estado conmocionado con el suicidio de Catalina Gutiérrez Zuluaga (Q.E.P.D), una médica que cursaba sus estudios de especialización, por presuntos maltratos sufridos durante su residencia. Este incidente dio lugar a que muchos profesionales de la salud se animaran a compartir sus experiencias de maltrato físico y psicológico sufridos a lo largo de sus procesos formativos. Más que a la reflexión, tenemos que pasar a la inmediata acción, pero, ¿qué podemos hacer frente a un flagelo que además de estar enquistado se encuentra normalizado?

A diferencia de otros gremios, el de la medicina se caracteriza por la dificultad y por los costos para cursar, no solo la carrera de medicina, sino también, las diferentes especialidades y subespecialidades existentes. En lo económico, la limitada formación de especialistas y subespecialistas lleva a que estos profesionales puedan esperar una muy buena tasa de retorno de su inversión en los procesos formativos, sin embargo, en el ámbito académico y de servicio, este mismo fenómeno lleva a: (i). Que existan profesores que se convierten en “vacas sagradas” que las instituciones de educación no se atreven a tocar, debido a la escasez y dificultad de conseguir un reemplazo; (ii). Al existir pocos residentes de una determinada especialidad, los recursos humanos son fácilmente excedidos por la demanda del servicio, llevando a que existan horarios que además de ser contrarios a la dignidad humana, comprometen seriamente la salud física y mental del personal de salud, lo cual termina siendo una ironía, pues no podemos sacrificar de esta manera a las personas que, por vocación, han decidido cuidar nuestra salud; y (iii). Se disparan los precios de las consultas y procedimientos y se generan serios cuellos de botella para conseguir una cita con un determinado especialista.

Al respecto, considero que, desde la misma comunidad civil y médica deberíamos trabajar en una iniciativa legislativa tendiente a democratizar el acceso a las especialidades y subespecialidades en la medicina, desmontando el dañino y exclusivo monopolio académico que se ha venido fortaleciendo con el pasar de los años, en desmedro de la sociedad y de los mismos profesionales de la salud. Por mi parte, ofrezco apoyo jurídico a las organizaciones o movimientos que se animen a construir una iniciativa legislativa en este sentido. Esta columna la dedico a todas las personas que dedican sus vidas a las ciencias médicas. ¡No están solos, trabajaremos para que las cosas mejoren!