Es vergonzoso y al mismo tiempo desconcertante el escándalo que protagonizó el fin de semana pasado el senador por el Pacto Histórico, el exconcejal de Medellín, Alex Flórez.
No tiene carta de presentación que todo un senador de la República, elegido para legislar y al que todos los colombianos, a través de los impuestos, le pagan más de $35 millones mensuales por ese servicio, termine emborrachándose y agrediendo verbalmente a los empleados de un hotel en Cartagena y a los policías que acudieron a atender el caso.
Y no fue que haya sido una cuestión de que le ‘cayeron mal unos tragos’. Lo que se ha conocido es que el senador Flórez, cercano al alcalde de Medellín, Daniel Quintero Calle, se fue de “turismo sexual” a La Heroica, en carro oficial y con sus escoltas.
“De nosotros se espera lo mejor, reconozco que me equivoqué y que sí debemos ser ejemplo para una sociedad que requiere cambio, también de nuestra parte. Esto no volverá a ocurrir”, fue el primer mensaje de disculpas que emitió el senador del Pacto Histórico. Luego, se encontró con los policías a los que insultó y les pidió excusas privadas y públicas. También admitió que tiene problemas con el alcohol, indicando: “Reconocer es el primer paso para avanzar. Le cuento esta difícil verdad al país esperando puedan comprender y disculpar mi error. Seguiré trabajando con humildad por mejorar”.
Como era de esperarse, la conducta impropia del senador Flórez ha desatado una gran ‘tormenta’. Quienes en el pasado condenaban a rabiar este tipo de escándalos por parte de un servidor público, hoy callan. Sin embargo, son más los ciudadanos que objetivamente consideran que esta clase de escándalos proviniendo de un honorable senador no sólo son imperdonables sino que le hacen un enorme daño a la ya deteriorada imagen del Congreso de la República.