Actualmente, a medida que las ciudades se expanden, los entornos urbanos devoran los paisajes naturales y se homogenizan. Para el año 2030, se espera que más de 1.2 millones de kilómetros cuadrados de nuevas áreas urbanas transformarán el planeta. Un espacio equivalente al tamaño de Sudáfrica quedará cubierto por asfalto, concreto y edificaciones. En esta expansión imparable, no es de extrañar que los encuentros entre la vida silvestre y nuestro llamado “territorio” se hagan más frecuentes y tensos.
Recientemente, en la orilla de un lago artificial en un condominio al oriente de Neiva, los residentes recibieron una visita inesperada: una babilla de considerable tamaño emergió de las aguas, desatando tanto asombro como preocupación. A simple vista, la presencia de este “intruso” podría parecer un incidente aislado, pero en realidad es una advertencia: fragmentos de la vida silvestre aún resisten la urbanización, recordándonos que sus territorios desaparecen y que somos responsables de su desplazamiento.
El crecimiento desmedido de las urbes no solo absorbe hábitats naturales, sino que fragmenta los ecosistemas que durante siglos se han sostenido en equilibrio. La urbanización de humedales, riberas y bosques altera profundamente estos entornos. Las rutas migratorias se desmoronan, las fuentes de alimento se esfuman, y los territorios de reproducción se reducen. La fauna, despojada de su hogar, se ve obligada a buscar refugio donde pueda. En su lucha por sobrevivir, algunas especies colonizan nuevos espacios, mientras que otras terminan alimentándose de cultivos o ganado, lo que genera conflictos y temores entre las comunidades que ven en estos animales una amenaza. Este fenómeno evidencia que las ciudades son parte de un tejido vivo más amplio que, con cada nueva construcción, va quedando desgarrado.
Para enfrentar estos desafíos y la constante tensión entre los espacios artificiales y los naturales, las BiodiverCiudades se perfilan como una solución. Estas buscan reconciliar el vínculo urbano-rural, difuminando las fronteras y conectando ecológicamente las zonas naturales y seminaturales. A través de corredores biológicos, cuerpos de agua y entornos verdes, las BiodiverCiudades restauran y conservan los ecosistemas, brindando bienestar a sus poblaciones humanas y permitiendo a la fauna silvestre sobrevivir sin interferencias ni conflictos. En resumen, proyectan una planificación urbana que prioriza e integra el componente biótico que las rodea. Después de todo, ¿quién es realmente el intruso?