Recordando al ‘monstruo de Bosa’

Fotos: Suministradas.

Nadie le prestó atención a sus celos, a su depresión y desespero hasta que asesinó a su esposa, dos hijos (uno más herido) y otra familiar. Los mató con machete, el arma que compró dos meses atrás y que afiló delante de sus víctimas. LA NACIÓN reconstruye la historia del monstruo de Bosa, protagonista de un crimen perfecto.


Lo último que se escuchó salir de los labios de Jenny Losada fueron sus gritos. "Auxilio, socorro, llamen a la Policía", dijo desesperada desde el interior de su casa en el barrio Fontibón, sur de Bogotá. Su voz se prolongó durante segundos y se esfumó. Nadie -desde el exterior- calculó lo ocurrido. Ni siquiera daban crédito a lo escuchado.

Eran las 12:30 de la medianoche del sábado 9 de noviembre. Algunos vecinos conciliaban el sueño y no trascendieron imaginariamente las escenas de horror que allí se escondían.
 

En el segundo piso de la humilde residencia ocurría una macabra historia. Hernando Hernández, santandereano de 49 años, esposo de Jenny desde hacía 13 años, ingresó hasta el cuarto y observó a su esposa dormida, en pijama corta, brazos extendidos, boca arriba. Sacó su machete y lo lanzó sobre el fornido cuerpo de la mujer. Lo había comprado dos meses atrás cuando empezó a cranear el crimen que concluyó perfecto, a creer que sin ella a su lado su vida no tendría sentido. Horas antes de lo ocurrido había afilado su arma frente a sus víctimas. Lo hizo después de acompañar a sus hijos a una fiesta infantil, pasearse con ellos con globos rojos y de ingerir un par de cervezas, cuando nunca lo había hecho.
 

Jenny Losada seguramente no tuvo tiempo de reaccionar. Le propinó sus dos primeras cortadas en el cuello, atacó su vena principal y causó su muerte en segundos. Enseguida no detuvo su furia. Quería verla destrozada, muerta y lo logró. "Por esto, creemos que ella no pudo reaccionar porque era fuerte, grande, más alta que él…", narra Alexander Losada Rodríguez, hermano de Jenny. El cuerpo de la mujer quedó desfigurado por los machetazos.

María Camila Losada, de 20 años, y sobrina de Jenny, fue la segunda víctima. Permanecía dormida pero su familia cree que intentó socorrer a su tía y corrió con la misma suerte. Hernando también lanzó su machete sobre su rostro, cabeza, brazos, pecho y su cuello. Fue la segunda víctima pero se cree murió cuatro horas después. Alcanzó a llamar repetidas veces a su casa, pero nadie le contestó. El Cuerpo Técnico de Investigaciones (CTI) de la Fiscalía encontró la última llamada salida de su celular a las 5:30 a.m.
 

 

 

Mateo, de 7 años, y Brayan, de 9, hijos de Hernando, no se salvaron de la muerte. Tuvieron tiempo de reaccionar, pero era imposible controlar la ira de Hernández frente a su incapacidad y asombro. El segundo no alcanzó a evacuar la cuna donde dormía. Su padre lo cortó con el mismo machete y no cesó sus golpes hasta verlo muerto. Sebastián, de 12 años, corrió con suerte. "Me hice el muerto", alcanzó a pronunciar sin aliento, con cortadas en su rostro, cráneo, brazos y piernas.

Él era la última víctima, quien presenció a un padre desesperado, sin aliento, sentarse en una silla en la sala de su vivienda y empezar a observar lo ocurrido, una tragedia protagonizada por sus propias manos sin mayor pudor.

Hernando estaba cansado, ensangrentado, inmóvil, alucinado con lo que él mismo había hecho, mientras su hijo fingía estar muerto. A escasos metros, Jenny, la mujer de sus sueños, permanecía tendida en su cama, destrozada físicamente por sus agresiones. Sus hijos lucían igual, tal vez peor.
 

 

Al lado, los vecinos llamaban insistentemente a la Policía. Algo raro ocurría, decían después de escuchar gritos y llantos. Jenny ya les había pedido que si escuchaban sus alaridos llamaran a la autoridad. Era como si presintiera el ataque. "Cuando escucharon los gritos, la vecina se preocupó y cuando se silenció todo, dijo 'eso fue que la mató'. Nadie más prestó atención", dice la hermana y tía de las víctimas.


Extrañamente primero llegaron los bomberos, examinaron lo ocurrido y sacaron a Brayan y Sebastián por una ventana porque estaban con vida (el primero murió).

La Policía llegó horas después hasta la casa en Bosa, rompió chapas, candados y se encontró con el cuadro trágico, una escena dolorosa para los hombres del Cuerpo Técnico de Investigaciones (CTI) de la Fiscalía que durante cinco horas indagaron en la escena rastros de lo ocurrido.
 


Hernando permanecía sentado en su misma silla, vigilado por la Policía. Estaba ensangrentado, también herido -habría querido suicidarse-, conmocionado observando todo a su alrededor. Los vecinos del barrio intentaron penetrar la vivienda y atacarlo pero la autoridad lo impidió. Estaban asustados.


Llegó inocente

Yanibe Losada, enfermera, hermana de Jenny, quien también vive en Bogotá, iba inocente hacía la casa del crimen a las 9:00 de la mañana. En la noche anterior -11:30 p.m., minutos antes de morir- Jenny la llamó por teléfono. "Mi mamá mandó unas cosas del campo, para que venga mañana por ellas", dijo sin saber que moriría en minutos.

Al otro día, en la mañana, corrían los rumores de lo ocurrido, pero Yanibe no tenía idea. "Vi periodistas, fotógrafos, investigadores, policías, pero no supuse nada malo", narra. No la querían dejar ingresar hasta la casa, mostró su carné de enfermera y logró penetrar el segundo piso.
 


La mujer no quiere acordarse, llora y se estremece al recordar que lo primero que encontró fue a Hernando. Seguía sentado en su silla, en la sala, mientras el CTI rastreaba la vivienda y fotografiaba los cuatro cadáveres. Tenía un trapo en su cabeza y la sangre cubría su cuerpo. El dolor, el miedo, la zozobra se apoderó de ella.

"Era la casa del terror. Lo miro a él, me dirijo al cuarto y observo a mi hermana, era terrible verla. No sabía qué hacer, si gritar, si pedir ayuda. Quedé muda, mi hermana estaba en la entrada del cuarto, en la orilla de la cama, muy cortada, las sábanas, las paredes del cuarto, es indescriptible todo eso…", relata, mientras apaga sus ojos por la impresión que le produce recordar.
 


Su sobrina, también muerta, permanecía en la misma cama, pero hacia el otro extremo. "Quería preguntarle a Hernando qué había ocurrido, pero no podía, no me salían palabras. Él permanecía silencioso, no era él aquel hombre que conoció mi hermana. Estaba desfigurado. De momento no pensé que fuera el protagonista de semejante horror".

La casa húmeda, oscura -él forró las ventanas con plásticos, tela y un armario-, se volvía cada vez más tenebrosa e invadida por la Policía.

"¿Quién hizo todo esto?", preguntó la hermana y tía de las víctimas a la Policía. Le respondieron que Hernando, desesperado por lo ocurrido, responsabilizó a los ladrones (no había forcejeo de puertas o ventanas y todo permanecía con llave), después intentó cambiar su versión e inducir a que Camila -sobrina de Jenny, quien estaba de visita-, era la responsable, pero era falso. Entonces, ¿por qué Camila también falleció con múltiples heridas de machete? A Sebastián, quien quedó vivo, le alcanzó su voz para decir, cuando lo socorrían en su casa, que su padre, quien herido le miraba detenidamente, era quien había atacado a su madre.
 


Alexander Losada, hermano y tío de los muertos, habló con Hernando en junio pasado. Y respondía sus llamadas constantemente, cada semana, a veces hasta cada quince días. "Me contaba cosas, me pedía consejos, ayuda. Estaba en un estado de desesperación increíble”.

No quería nada
“Mi hermana ya no quería nada con él porque había cambiado. Ya no era el novio que le llevaba rosas cada semana, el que la sacaba a comer, a bailar. Él estuvo incapacitado en la casa por un accidente tres años y Jenny trabajaba de sol a sol para pagar las cuotas de la hipoteca de la casa, mantener a tres niños y toda la estantería de la casa. Ella siempre quiso que él fuera más luchador, pero no era así. El amor se acabó”.
 

El desespero y la furia del ‘monstruo de Bosa’


"No había oportunidad que él no llamara a Costa Rica para pedirme ayuda. Le decía ¿cómo les ha ido Hernando? "Pues mal Alex porque su hermana todavía nada, ya no me quiere. No sé cuál es la posición de Jenny, yo la quiero mucho y quiero volver con ella, pero ella no", respondía. Siempre repetía la misma frase.

Sin encontrar salida a sus celos, a su desesperación porque la mujer de su vida -12 años menor que él-, quisiera abandonarlo porque su amor había acabado, llamaba a familiares, amigos, conocidos y no conocidos. A todos les contaba lo mismo: "no puedo vivir sin ella, qué hago". Y con su jefe fue más allá. "Si no es para mí, no es para nadie", le dijo. El patrón declaró a la Fiscalía.
 


Jenny estaba decidida. No tenían relación sentimental con Hernando desde hace tres años. Convivían en el mismo techo por los cuatro niños mientras la Comisaría de Familia definía la patria potestad de los chicos. Ella se acercó el 13 de marzo de 2013 a pedir cita, pero solo hasta el 12 de junio se la otorgaron. Esperaba un nuevo encuentro con la comisaria para culminar su hogar.

"Él es santandereano, administraba un bar en Bogotá y allí se conoció con mi hermana. La llevaba a bailar, le daba serenata, en amor y amistad colgaba tarjetas. Estaba enamorado, mucho más cuando nació su primer hijo -él ya era un hombre muy maduro-.

Sin embargo, siempre tuvo recelo con mi hermana. La veía muy bonita a su lado, mucho para él, ella era muy elegante, tenía 37 años, mientras él 49. Además él no era el hombre admirado físicamente. Era muy tosco, duro, pero al final decíamos ella es quien decide, aunque le decíamos que podía escoger alguien mejor, pero ella se enamoró inicialmente de él y preferimos no meternos en la relación".
 

Hernando fue trasladado al CAI más cercano, posteriormente a la Fiscalía y ahora permanece encerrado en la Cárcel Modelo de Bogotá esperando una condena por lo ocurrido. Los muertos fueron sepultados en Rivera, Huila, mientras los padres de María Camila lamentan lo ocurrido. Amaba a su tía Jenny y quiso pasar el fin de semana a su lado. No se despidió formalmente de su familia porque prometía regresar rápido. Sin embargo, jamás volvió. La asesinaron.

Sebastián está inconsciente. Ha pisados dos veces la sala de cirugía porque los machetazos propinados por su padre lo marcaron en su cuello, cabeza, espalda, pecho, piernas y lo tienen en el abismo de la muerte.

“Era el niño más esperado de Hernando. Trabajaron mucho para que viniera a este mundo y mire, él mismo lo agredió”, repite la familia de la víctima. Si vive, nadie sabe qué pasará con él. Si muere agudizará más el dolor de Hernando en la cárcel. Quedó solo. Sin familia, sin rumbo alguno. ‘Pensará en matarse’, creen algunos que lo conocieron de tiempo atrás.
 

 

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