Recuerdos que laceran

Consuelo Serrato de Plazas

 

«Si los que estamos aquí presentes, marcados en carne viva por el odio, hemos podido escucharnos, tratando de liberarnos de las cadenas del rencor y de la venganza, del orgullo y del miedo. Si hemos podido escucharnos, hablarnos, con todo lo que nos cuesta; entonces podemos decir que el amor es más grande, que hay esperanza y si hay esperanza hay futuro». Emotiva reflexión de Ingrid Betancourt en el Encuentro por la Verdad.

Pasar la página con respecto a eventos traumáticos que han marcado nuestra existencia no es tarea fácil y su impacto depende en gran medida de la huella que haya dejado en cada historia de vida. En Palabras de Diana Daza, de cara con los victimarios del secuestro de su esposo Roberto Lacouture: «Yo creo que no he terminado de hacer el duelo de ese acontecimiento, cada vez que hablo de él lloro».

 En lo que hace relación a la naturaleza del recuerdo y la memoria, numerosas investigaciones han demostrado que tales conceptos se hallan íntimamente relacionados. Así las cosas, «podemos definir «recuerdo» como hacer memoria, y «memoria» como la capacidad para recordar». Parafraseando al ilustre Gabriel García Márquez: «La vida no es la que uno vivió sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla».

En tal sentido es preciso destacar que estos dos conceptos –recuerdo y memoria-, juegan papel preponderante a la hora de elaborar eficazmente el suceso emocional negativo, mediante el uso de estrategias de afrontamiento que permitan a la víctima protegerse de  sentimientos nocivos –resentimiento, venganza – que menoscaban la salud mental, fruto del desconcierto y la indignación. Ya lo decía Ingrid Betancourt tras el encuentro con sus victimarios: «Que la memoria no nos incite a la venganza, sino que sea una memoria grande que nos ayude a comprender la tragedia».

Desde esa perspectiva el perdón -que no significa olvido-, como mecanismo de supervivencia, se constituye en fuerza liberadora que nos permite deshacernos del peso de la venganza y el resentimiento, dejando atrás las heridas del pasado. Así lo sintetizó Armando Acuña ante sus plagiarios: «Aunque el perdón es muy personal, yo he perdonado para no seguir generando odios y rencores».

 

 

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