El restaurante Pignick Charcutería en Neiva ofrece una sabrosa opción para los fanáticos de dos preparaciones tan típicas como el tamal y la lechona. No se la pueden perder.
En plena época en la que los bambucos, sanjuaneros y rajaleñas suenan en la ciudad de Neiva, no era descabellado que mi apetito se dejara sugestionar por esas tradicionales melodías y empezara a exigir un menú acorde a las festividades de folclóricas de mitad de año. Me sabía la boca a San Pedro.
Por fortuna llegué al restaurante Pignick Charcutería en donde pude encontrar asado huilense, lechona, morcillas, chorizos y aloja, exquisiteces en un solo lugar. Y aunque probé de todo un poco hubo un plato que despertó mi interés: el tamal con remonta. No se imaginan esa delicia envuelta en hoja de plátano, seguramente capaz de derrumbarles la voluntad a los comensales ‘light’.
Tamal con remonta
Que si tamal, que si lechona, que si pido uno de cada uno quedo muy lleno, pero si como solo uno me queda faltando. En fin, la duda, si bien no fue existencial, sí hizo que vacilara por unos minutos. Conozco a mi antojado paladar y sabía que no quería irme de Pignick Charcutería sin probar ambas opciones.
Pero como un milagro intercedido por San Juan y San Pedro apareció en mi camino el remontado: un típico tamal opita de 520 gramos con un valor agregado de 150 gramos de lechona. Riquísima pareja.
De manera casi que instintiva tomé con mis dedos ese trozo de piel de cerdo, provocativamente dorado y brilloso, que crujió de sonoramente cuando le di el primer mordisco. Estaba divinamente tostado.
Con la cuchara empecé a abrir espacio en ese generoso servido envuelto en hojas de plátano.
No miento si digo que fue maravilloso para mi apetito encontrar dos preparaciones tan típicas y tan deliciosas en un solo plato.
Pero, ¿qué pruebo primero?; fue el fugaz dilema antes de llevarme a la boca una cucharada de la lechona carnuda de Pignick Charcutería. La sentí justa de sazón y condimentada con la cantidad de especias necesarias para no generar esa incómoda sensación de pesadez.
Si bien el característico color amarillo de la lechona se camuflaba con el del tamal, sus sabores sí podían diferenciarse.
Y es que fue inconfundible el gusto que le aportaron las hojas de plátano que arroparon el arroz, las carnes adobadas, el huevo cocido, la zanahoria, las arvejas y las papas, durante las casi dos horas de cocción de esta suculenta especie de la gastronomía huilense. En cada bocado distinguí perfectamente lo que saboreaba.
El tamal no se quedó atrás en calidad a la lechona; su arroz sueltecito y bien condimentado cumplió con mis expectativas. Ambos conformaron una exquisita dupla, ideal para personas golosas que buscan satisfacer su paladar y estómago al mismo tiempo. Imperdible.
Aproveché mi visita a Pignick Charcutería para degustar sus otras preparaciones. También quedé gratamente sorprendido con las morcillas y los chorizos que preparan allí, así como con el asado huilense que cocinan por encargos; todo esto lo acompañé con una fría, rica y tradicional aloja. Fue una comilona muy sampedrina.