La Nación
Ricos y asesinos 1 12 septiembre, 2024
COLUMNISTAS OPINIÓN

Ricos y asesinos

Como de gobernar poco o nada, y siendo ya una pésima costumbre, el hombre del M-19 ha vuelto con la hosquedad, que lo define, a señalar e insultar a millones de colombianos que le gritan: ¡Fuera Petro! Ahora, dice que son asesinos y ricos; por si fuera poco, expresamente ha dicho que si la Colombia Humana no sigue en el poder, vendrá un baño de sangre para el país.

Sabiéndose totalmente incompetente e inepto para la gestión del Alto Gobierno, el inquilino de la Casa de Nariño, no tiene instrumento de gobierno diferente al hostigamiento en contra de quienes nunca se plegarían a una figura política tan minúscula y diminuta como la suya.

He aquí parte del problema de la psicología política. Como buen narcisista, Petro necesita un altísimo grado de aprobación que solo es proporcional al rechazo que ha sentido. De ahí que dijera que él nunca ha querido conquistar a alguna mujer de la clase alta o pertenecer a la misma. Cuando sabemos precisamente que es todo lo contrario.

Sin darse cuenta, con su verborrea, lo único que deja al descubierto son sus múltiples frustraciones y complejos, así como sus ansias desenfrenadas por aparentar lo que no es, esto incluye sus deseos fracasados de tener, por esposa, a una dama distinguida y culta. Y al no poder acceder a ese privilegio, al que solo acceden los hombres de más valer, su último recurso fue Verónica Alcocer o Linda Yepes, de confirmarse que lógicamente tiene otros gustos y preferencias sexuales.

Además, al ser apenas un subintelectual más (entiéndase también una inteligencia artificial) de la izquierda latinoamericana, no le queda otra opción diferente que salir a repetir lo que en este caso Nicolás Maduro dijo horas antes de la brutal Operación Remate del 28 de julio pasado.

Esa condición bien ganada de subintelectual es la que lo conduce a imitar las prácticas autoritarias de nuestro bestiario tropical y a asumir, por ejemplo, que él es presidente incluso de los alcaldes y gobernadores, cuando no del Fiscal General de la Nación de turno. Pisoteando así la conquista de la descentralización (1988) que otorga a la voluntad popular -y no a la de un subintelectual con ínfulas de tirano nuevo rico- la autoridad para elegir a los líderes de los gobiernos locales y regionales. (Entiéndase Petro vs alcalde Gutiérrez).

Desafortunadamente, el odio que consume a Petro, continua la tarea que dejó bien avanzada Juan Manuel Santos Calderón y que amenaza con destruir toda verdadera aspiración republicana y auténticamente democrática de vivir en paz (no hablo de “la paz” de las guerrillas, por supuesto).

La inevitable responsabilidad histórica que pesa sobre los hombros de Santos y de Petro, durante estas horas amargas que vive Colombia, solo se podrá subsanar con un verdadero estadista que sepa administrar los altos intereses de la nación en el marco de la democracia, las instituciones, el respeto al Estado de Derecho, y que asuma la difícil tarea de reconstruir al país después de todo el caos y odio que dejará sembrada, a su tormentoso paso por la historia, la Administración por Sobresaltos.

Sus desafortunadas e inoportunas palabras han desatado en millones de colombianos que gritan en señal de hastío, ¡Fuera Petro!, la obvia reacción de recordarle que él fue miembro de una organización terrorista financiada con dineros del narcotráfico y que sus múltiples actitudes solo evidencian un vulgar y grotesco estilo arribista que se valida con en el hecho de tomarle fotos a los platos de una cena que degustó en un restaurante de Paris (gracias al dinero de los colombianos) o publicar entrevistas en varios idiomas de medios internacionales como si él fuese políglota, cuando la mayoría del país reconoce que apenas habla y escribe un muy deficiente español.