Rufianes de esquina

En la desagradable guerra de insultos entre el expresidente Uribe y su exministro Gabriel Silva quedaron muy mal parados los protagonistas En la desagradable guerra de insultos entre el expresidente Uribe y su exministro Gabriel Silva quedaron muy mal parados los protagonistas, mal defendido el presidente Santos y muertos de la risa Timochenko e Iván Márquez. Informe Especial SEMANA La bochornosa bronca de la semana pasada entre el expresidente Álvaro Uribe Vélez y Gabriel Silva no es más que un coletazo de la convención del Partido de la U que tuvo lugar hace tres semanas. En esa ocasión el presidente Santos quedó muy disgustado con el tratamiento que recibió de su partido en ese recinto. Él había sido informado previamente sobre la asistencia del presidente Uribe y había manifestado que no tenía ninguna reserva sobre esta siempre y cuando los horarios de ambos no coincidieran. Lo que no anticipó fue que el evento acabara siendo más uribista que santista. La gente de Uribe había hecho juiciosamente la tarea de organizar las barras y garantizar el lleno en el recinto durante la intervención del expresidente. Eso era el domingo al mediodía, pero cuando llegó Santos alrededor de las cinco de la tarde  la mayoría de los asistentes, cansados, estaban en retirada a sus regiones. Una improvisación de Armando Benedetti logró la presencia de unos espontáneos que minimizaron los efectos de esa humillación.?Pero el ambiente frío no fue lo único que produjo la indignación presidencial.  El discurso de Álvaro Uribe  fue el verdadero detonante. El expresidente se vino lanza en ristre con todos los fierros contra el actual gobierno. El discurso en realidad fue bastante bueno, pero era un discurso de oposición. Aunque estaba lleno de cifras y de argumentos sustentables, no había un solo reconocimiento a la gestión del presidente Santos. Además incitaba a la rebeldía haciéndole una cuña a su movimiento Puro Centro Democrático, planteando la conveniencia de una coalición con este para que la U no perdiera su identidad. ?Fuera del recinto de la convención, ese discurso fue interpretado como una retahíla más de Uribe contra Santos a lo cual ya está acostumbrado el país. Pero Santos lo desmenuzó y no le vio nada de rutinario. Le  pareció mentiroso, mala leche y desleal con el Partido de la U. Y como lo leyó antes de que llegara su turno en la convención, le hizo algunos ajustes a su discurso para sacarse el clavo. De ahí salieron frases como “rufián de esquina” y “puñal debajo del poncho” que son las que recuerda la opinión pública. El discurso del Presidente, que al igual que el de Uribe no leyó casi nadie, era un documento importante que incluía una defensa de su gobierno, unos derroteros para el Partido de la U y unas medidas antiuribistas como el hundimiento del transfuguismo para evitar deserciones. Como dato curioso, el Presidente, que siempre usa teleprompter, esta vez improvisó lo cual aumentó el impacto de su intervención. Y Uribe, que siempre improvisa en forma muy efectiva, esta vez leyó lo cual le quitó esa espontaneidad que siempre ha sido su mejor gancho. Identidad Santos-Silva Gabriel Silva, quien llegó con Santos a la convención, pensaba lo mismo que el presidente. Desde hace muchos años hay una identidad entre los dos que se ha traducido no solo en una estrecha amistad sino en importantes cargos para el exembajador en Estados Unidos. Fue gracias al respaldo de Santos que llegó a la gerencia de la Federación Nacional de Cafeteros y al Ministerio de Defensa en el último año del gobierno Uribe. En su nueva condición de columnista de El Tiempo, después de releer el discurso de Uribe, decidió recoger la bandera de la prosperidad democrática y defender a su jefe. La columna de Silva fue polémica. Consistía en decir que existían dos Uribes: el héroe de la seguridad democrática y el resentido de la era Santos. El eje del escrito era que el discurso de Uribe había sido una combinación de “verdades a medias, distorsiones y falacias” para desacreditar a su sucesor. Se concentró principalmente en el tema de orden público cuyo supuesto debilitamiento ha sido el caballito de batalla del expresidente antioqueño. La columna le gustó tanto a Santos que la retuiteó enterita.?¡Quién dijo miedo! Uribe reaccionó como un volcán en erupción disparando trinos describiendo a  Silva  como “oportunista, inútil y sofista” y “burócrata apelmazado”.  Al mismo tiempo, varios de sus alfiles más cercanos como el senador Juan Carlos Vélez, el ex vice ministro Rafael Guarín y Carlos Holmes Trujillo escribieron columnas y trinos en contra de Silva. Banquete y reacciones El martes pasado las emisoras de radio tuvieron un banquete abriéndole el micrófono a cada uno de los protagonistas para que despotricaran contra el otro. El que reaccionó furioso esa vez fue Silva. Describió a Uribe como “monárquico que se molesta si uno le lleva la contraria” y como un “político insultante”.  Declaró entre otras cosas, que cuando él era ministro de Defensa, Uribe le frenó un operativo para capturar a Iván Márquez en Venezuela.  También mencionó una supuesta orden de captura en Estados Unidos contra Uribe por cuenta del caso Drummond.?Alrededor de estos últimos dos temas la confrontación escaló hasta convertirse en una bronca entre rufianes de esquina. Uribe negó categóricamente que él hubiera suspendido un operativo contra Iván Márquez, alegando en forma convincente que “eso no es de mi estilo”. Más lógico hubiera sido lo contrario de lo que afirmaba Silva. Es decir, que el entonces presidente, aventado como siempre, estuviera dispuesto a hacer lo que fuera por capturar a Márquez en Venezuela, y que su ministro, más ponderado, lo hubiera frenado. En todo caso, si es verdad que Uribe trancó ese operativo, sería uno de los actos más responsables de su gobierno pues de no haberlo hecho Chávez seguramente hubiera prendido sus aviones Sukhoi contra Colombia, como él mismo lo había advertido en Aló, presidente. ?Y en cuanto a la supuesta orden de captura contra Uribe en Estados Unidos, era una exageración de Silva para referirse al caso de la empresa carbonífera Drummond que había sido acusada ante los tribunales norteamericanos de asesinato de sindicalistas.  Los acusadores, una ONG y unos activistas campesinos, contrataron a una firma de abogados norteamericana que había pedido la presencia del expresidente Uribe como testigo en el caso. Al expresidente le parecía ofensivo que su nombre fuera utilizado para politizar un caso de violación de derechos humanos con el cual no tenía nada que ver. Silva, que en ese momento era el embajador de Santos en Washington, le dio un manejo político-diplomático al asunto para que se evitara ese espectáculo. Sin embargo, como se requería además de gestiones diplomáticas, abogados norteamericanos carísimos, le ofreció que ese costo lo asumiera el gobierno colombiano por tratarse de un problema de Estado. El expresidente, quien ya tenía sus diferencias con su sucesor,  rechazó el ofrecimiento. Como dato curioso reveló en medio de la guerra radial que esos honorarios los había pagado la Drummond, lo cual en el fondo no tiene muy buena presentación. Todos quedaron mal El balance de lo anterior es que todos quedaron mal. El argumento de Silva  de los dos Uribes, el héroe y el malo, era ingenioso pero el único que no lo podía esgrimir era él. Por una parte el hecho de haber sido exministro de Uribe le exigía una lealtad y una elegancia que definitivamente no se vio. Por otra parte, su condición de asesor y amigo íntimo de Santos hizo pensar a muchos que el presidente estaba detrás. Álvaro Uribe tampoco queda bien parado. Con esta última guerra de insultos se consolida la percepción  de que su antisantismo más que crítico es irracional, pues no puede ser que no haya nada de bueno en un gobierno que según las encuestas cuenta con el respaldo de cerca de 70 por ciento de los colombianos. Y su anuncio de demandar a Silva en relación con el supuesto freno al operativo  en Venezuela es ridículo. Aunque tenga la razón, el hecho es que no se llevó a cabo y demostrar la intención del uno o la falta de intención del otro es un imposible. Si este es el tono que va a tener la campaña por la reelección, Timochenko e Iván Márquez van a quedar felices.

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