A menos de dos semanas de comenzar el mayor evento de fiesta, folclor y turismo del departamento, la organización en cabeza del gobernador Carlos Mauricio Iriarte y la directora del Festival, Alicia Anaya, han lanzado la voz de alerta frente a la pobreza de los aportes de la empresa privada para sostener un andamiaje logístico, administrativo y operativo que nos vale cerca de 7.000 millones de pesos. Hablando de costos directos porque en esa cifra no se incluyen, por ejemplo, las erogaciones por la seguridad de la fiesta, las “horas-hombre” de centenares de funcionarios de carrera o de libre nombramiento que quedan a cargo de la organización, el uso de espacios públicos, vehículos oficiales con su gasolina y mantenimiento, etcétera. Y todo – o casi todo – por cuenta de los contribuyentes. Ah, y no se tiene en cuenta el gasto que hace cada municipio en sus fiestas sampedrinas locales.
Tal como lo reveló LA NACIÓN el domingo que acaba de pasar, de los $4.000 millones que debe gastar el Departamento, se presupuestaron $1.700 millones de recursos privados pero apenas hay “compromisos” (sin firma) por $1.200 millones, en tanto que en el caso de Neiva la cifra total es de $1.800 millones de los cuales se esperan $800 millones del sector privado pero apenas van en $400 millones. El Estado (nosotros) paga una fiesta que es un jugoso negocio para empresas que algo, poco o nada literalmente ponen para que el evento ruede.
Basta mirar las cifras de ventas, movimientos comerciales y niveles de ocupación, por ejemplo, durante los meses de junio y comienzos de julio para percibir – sin necesidad de ser expertos – que el San Pedro es la mejor época de negocios del año, incluso superando a diciembre en muchos indicadores.
Bien vale entonces reflexionar sobre las causas de esta indolencia. La principal, creemos, es que los planes de comercialización y mercadeo siempre han sido pobres – o mejor no ha habido planes – se ha improvisado siempre, se ha usado el carácter limosnero y no el de negocio; se habla de aportes y no de inversión, que es lo que realmente debería ocurrir. No se venden espacios ni tiempos concretos, no hay estudios que nos digan cuánto vale cada metro o minuto o evento, de acuerdo con su trascendencia, número de espectadores y fecha de realización; la cobertura de medios de comunicación nacionales es baja y las transmisiones en directo por televisión siempre quedan para última hora. Igualmente, la tarea de mercadeo se les deja a personas naturales con muy buena intención pero poca o nula experiencia en estas lides de marca mayor, en lugar de contratar a empresas especializadas, de recorrido y capacidad probada nacional e internacional. Y la ausencia de sentido de responsabilidad social y de pertenencia a la región de la empresa privada – con contadas excepciones – da grima. Una pirinola de dos caras: una en la que el Estado pone todo, otra en la que ganan todos los privados. De ahí la urgencia de constituir una corporación que con mucha anticipación se encargue del evento, sin los costos burocráticos, el apremio de la última hora y la natural improvisación que siempre ocurre.
“Una pirinola de dos caras: una en la que el Estado pone todo, otra en la que ganan todos los privados”.
Editorialito
La Alcaldía de Neiva en coordinación con otras instituciones decretó ley seca mañana jueves como medida para prevenir el consumo de licor durante el tradicional desfile estudiantil que abre prácticamente la temporada sampedrina. Sin embargo, la medida no debe centrarse en los establecimientos que expendan licor. También en la venta informal y en el porte de bebidas embriagantes, como se ha visto en otras oportunidades.