A pesar de pertenecer al Caquetá, los huilenses sentimos a San Vicente del Caguán como una tierra nuestra. Y no podía ser de otra manera, dados los múltiples lazos históricos, económicos, geográficos A pesar de pertenecer al Caquetá, los huilenses sentimos a San Vicente del Caguán como una tierra nuestra. Y no podía ser de otra manera, dados los múltiples lazos históricos, económicos, geográficos, familiares y afectivos que nos unen con él. A finales del siglo XIX y comienzos del XX, fueron huilenses, especialmente algecireños, campoalegrunos y neivanos, los que se desplazaron atravesando la cordillera oriental, para ir primero a extraer quina y caucho y luego a fundar fincas en las vegas y llanuras de los ríos Balsillas, Pato, Yarí y Caguán. San Vicente del Caguán es el municipio más grande de Colombia por extensión geográfica. Con sus 21.923 kilómetros cuadrados, es un poco más grande que el departamento del Huila. Sus 42.000 habitantes han sufrido todas las violencias de los últimos 120 años del país. En la primera década del siglo pasado, allí llegaron soldados derrotados en la Guerra de los Mil Días. Luego en los años 50 también sirvió de refugio de guerrilleros liberales perseguidos por la policía chulavita conservadora. Y más recientemente ha sido una de las mayores zonas de influencia de las Farc. En conclusión, ha sido una zona de poca presencia del estado, a donde han llegado perseguidos por las tantas violencias del país, así como también campesinos desplazados en busca de su sueño dorado de una tierra fértil donde progresar. La explotación maderera y la producción pecuaria (leche y carne bovina) han sido los principales renglones económicos para el desarrollo del municipio. En los últimos años se ha iniciado por parte de la multinacional Emerald Energy, la explotación de campos petrolíferos en la zona de Los Pozos, sede de los diálogos de paz durante el gobierno de Andrés Pastrana. San Vicente tiene un hato ganadero de 500.000 cabezas de vacunos y es uno de los lugares del país con mejores pasturas para el levante y ceba de novillos. También se ha iniciado en el municipio la siembra y explotación industrial del caucho y de frutas amazónicas como el arazá. Pero la violencia ha sido y sigue siendo el principal obstáculo para su desarrollo. En el año 2000 estuve en compañía de un grupo de cooperativistas del país, participando en los diálogos de paz con las Farc en el campamento de Los Pozos. En un receso de la reunión nos reunimos con Raúl Reyes para proponerle la idea de un gran megaproyecto ganadero (carne y leche) en el valle de Balsillas. Reyes nos dijo: “Compañeros, para que perder tiempo soñando con megaproyectos económicos, si la guerra va a continuar”. Al otro día nos despedimos con la triste sensación de que esos diálogos no conducirían a ningún buen fin. Pero lo realmente grave es que parece que el gobierno tiene un planteamiento similar al de Raúl Reyes. Que mientras haya guerra, la única inversión posible en San Vicente del Caguán será la militar. Esto lo decimos por el enorme descuido oficial en el impulso de ´proyectos de desarrollo económico y social para la zona.