Algo muy extraño está pasando en nuestro país: se acabaron los conflictos de intereses. Una de las primeras lecciones que se aprendían antes, porque parece que ya no, es que la familia de un funcionario público pagaba un costo muy alto, no solo porque no se volvía a ver a esa persona sino porque se le cerraban las puertas de los negocios a muchos miembros de la familia para no abusar del poder del funcionario para beneficio personal, directa o indirectamente. Muchos de nosotros nos ganamos grandes problemas familiares por no “ayudar al pariente varado, al hijo o hija del primo recién salido de la universidad.” Cuantas peleas porque “el vivo” de la familia, que en todas existe, quería que se le incluyera en todas las oportunidades que se abrieran por decisiones que tomábamos en el Gobierno.
Esos eran otros tiempos porque hoy, las cosas parecen estar cambiando de una manera preocupante. Ahora resulta que un colombiano puede ser Vicepresidente de Colombia y Director de la OIT al mismo tiempo y nadie lo contradice. El señor se lleva el cargo al que se comprometió, y le importa un pito que el país se quede sin un segundo a bordo que debe reemplazar al presidente de la República. Arrogancia, ignorancia y… También se puede ser elegido Fiscal General de la Nación, gran rector de la justicia en Colombia, después de ser el gran asesor de uno de los casos más escandalosos de mal manejo de recursos públicos, y no pasa nada. En ese caso se supone que funcionó la meritocracia, porque nadie le niega sus cualidades al doctor Montealegre, pero tampoco se nos olvidan sus vínculos con SaludCoop.
La historia no termina allí. Se puede ser Consejera Presidencial y al mismo tiempo que su familia tiene grandes negocios con el Estado. De nuevo la excusa: son los mejores, que culpa, dice el Gobierno. Claro que es cierto que no hay nadie más que tenga el mismo nivel ni la misma competencia. El problema es que precisamente porque no aceptan que existen conflictos de intereses, nadie más puede crecer y competirles. Pero hay más: se puede ser Embajador ante el Vaticano, que supondría uno, requiere de mucha transparencia en su vida profesional y tener abiertas investigaciones por conductas complicadas por actuaciones como funcionario del gobierno colombiano. Pero también se puede ser dos veces embajador porque los únicos que no conocían las investigaciones por parapolítica del señor Visbal, eran llos funcionarios de la Cancillería.
Pero lo más grave es que, como todo en Colombia, la no existencia de conflicto de intereses es solo para los sectores cercanos al poder. Este problema se está generalizando de tal manera que es hora de que el país reaccione y vuelva a sancionarlo como lo hizo en el pasado.
El conflicto de intereses sí existe y es necesario volver a ponerlo en la primera línea de lo que no pueden hacer los funcionarios públicos, sus familias y sus contrapartes del sector privado. Los dineros públicos son sagrados y existe una gran diferencia entre volverse rico con el sudor de la frente que lograrlo a punta de ayudas, de información privilegiada y de tantas otras cosas que ahora se están aceptando.