Mayo de 1851 fue un mes histórico para Colombia. Lograr el fin de la esclavitud sin condiciones había sido el sueño de muchos, luego de victorias parciales como la libertad de vientres y la prohibición del comercio de personas traídas de África. No obstante, dicen algunos que esa abolición se dio cuando ya la esclavitud no era sustantiva para nuestra economía. La medida se tuvo que implementar antes, si el verdadero interés hubiese sido la libertad.
En el mundo de hoy vivimos otra aberrante expresión de ausencia de libertad, una esclavitud moderna: el acceso a un crédito costoso e impagable, que se suele llamar “gota a gota” o “pagadiario”, un crédito que condena a los vulnerables. Este modelo de “negocio” juega con la dignidad humana de los que enfrentan una necesidad o desean financiar un sueño al imponer tasas de interés superiores al 700% anual, más de 20 veces la tasa de usura. ¿Así quien sale de la pobreza? Además, sus métodos de cobranza abonan el terreno de la criminalidad.
Y es que sólo 35 de cada 100 mayores de edad tenían crédito del sistema financiero tradicional del país al cierre de 2023 (13,5 millones de personas). Los otros 25 millones de adultos están por fuera de este circuito. Quizás por eso se estima que cerca de 10 millones de colombianos acuden al “pagadiario”.
Es tan rentable “nuestro” modelo colombiano de esclavitud moderna, que ha sido exportado a otros países de Latinoamérica. De hecho, hace unos meses en El Salvador fueron capturados un centenar de colombianos, quienes presuntamente estaban involucrados en esta actividad.
Este cáncer social se debe combatir integralmente desde el Gobierno Nacional y entes territoriales. El fortalecimiento de la institucionalidad de seguridad y de justicia es un requisito “sin equa non”. Asimismo, es esencial el apoyo a cooperativas con actividad financieras, microfinancieras, Fintech y originadoras de crédito rural y de bajo monto. Esto será posible subsidiando garantías y líneas de crédito de Bancoldex y Finagro, y con apoyos que impulsen el desarrollo de productos innovadores.
La estrategia se consolida con una regulación y supervisión que vayan un paso adelante. Ya es hora, por ejemplo, de repensar el esquema de la tasa de usura, reconociendo que existe una gran brecha entre los límites actuales y los del agiotista.
También es imperativo darle un hervor más al “Open Finance” con la mira puesta en el “Open Society”. Es decir, comprometer al sector financiero, a otros sectores y al Estado a integrar obligatoriamente la información de los ciudadanos. Otros países ya han recorrido un camino que hace más fácil la vida y, de paso, promueve el acceso al crédito.
El próximo año iniciará el sistema de pagos inmediatos del Banco Central. Un desarrollo que nos permitirá a todos realizar transacciones, en tiempo real y a cualquier entidad, promoviendo eficiencia, competencia e inclusión financiera.
Cualquiera de estos cambios se apuntala con programas de educación financiera y empresarial. Si queremos construir un país libre y sin esta esclavitud, debemos extinguir inmediatamente al “pagadiario”. Más competencia, innovación, pagos digitales, regulaciones audaces y sanciones severas a los que esclavizan, nos ayudarán a romper esas dolorosas cadenas sin llegar tarde.