«En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor: «Auméntanos la fe.» El Señor contestó: – «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa montaña:” Arráncate de raíz y plántate en el mar.” Y os obedecería. Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, quién de vosotros le dice: “¿En seguida, ven y ponte a la mesa? No le diréis: “¿Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras cómo y bebo, y después comerás y beberás tú”? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.”» (Lucas 17,5-10)
Padre Elcías Trujillo Núñez
El adagio popular dice: “la fe mueve montañas”, pero hoy nadie acude a la fe para aplanar montañas. Hoy preferimos esas tremendas excavadoras que lo hacen muy bien. Sin embargo, lo del Evangelio sigue teniendo valor, a pesar de las grandes excavadoras. Y no es que se nos pida mucho. Se nos pide solo “como un granito de mostaza”. ¡Qué sería si tuviésemos una fe como una sandía! Seríamos capaces de cambiarlo todo. Pero, con nuestra poca fe, somos capaces de comprometernos con el cambio de nuestra sociedad, empezando por nuestras familias. Con nuestra poca fe: somos capaces de seguir creyendo en Dios, por más que nos digan que la religión es una tontería y una obsesión piadosa.
Con nuestra poca fe: somos capaces de seguir creyendo en la Iglesia. Incluso hoy que tan maltratada la vemos por todas partes y tan sucia y manchada por las miserias de sus propios hijos. Me gusta la frase de Joan Chittister: “Permanezco en la Iglesia porque, aunque las luces se han apagado en partes de la casa, sé que estoy en mi casa”. No puedo desconocer que en mi familia he crecido. La familia me dio mis primeras imágenes de Dios, mi primera sensación de valor humano, mi primer sentido de la santidad, mi primera invitación a una bondad medida por mucho más que el “éxito”. Con nuestra poca fe, donde algunos se escandalizan y son capaces de abandonar a la Iglesia, otros seguimos amándola como a nuestra madre. Con nuestra poca fe, seguimos creyendo que, estos malos momentos en los que todo el mundo se dedica a embarrarla, muchos seguimos creyendo que no es sino una especie de invierno que la desnuda de su belleza externa, pero donde la savia sigue viva en sus raíces en espera de una nueva primavera. Con nuestra poca fe, somos capaces de entregar nuestras vidas al servicio de los demás. Con nuestra poca fe, los padres son capaces de envejecer luchando por sacar adelante a sus hijos. Con nuestra poca fe, muchos hemos sido capaces de dejar nuestras familias para entregarnos a su servicio y al servicio del Evangelio y del Reino. Pero Jesús, hoy nos invita a no quedarnos satisfechos con nuestra poca fe, Él desea que tengamos más fe, una fe capaz de curarnos, sanarnos, salvarnos. Los discípulos no le piden “danos fe”, sino “aumenta la que tenemos”. La fe no es un proceso mental sino una relación personal con Dios.
Por eso la fe es también aquel proceso que puede irse degradando o puede ir creciendo. La gente suele decir, en momentos difíciles, “estoy perdiendo la fe”. La verdad que no logro entender qué quieren decir con ello porque el peligro de la fe, no es tanto el perderla, ¡y claro que se puede perder!, para mí el problema de la fe es quedarse estancado y no crecer en la fe. Alguien preguntará cómo se degrada la fe y cómo se la aumenta. De una manera muy sencilla. Partamos de una experiencia, la experiencia del amor. El amor se puede ir degenerando si no cultivamos la relación con la persona amada, como también puede ir medrando a través de unas relaciones personales intensas y constantes. Pues algo parecido sucede con la fe. Si creer es entrar en relación de amor con Dios, la fe puede irse debilitando en la medida en que se debilitan estas relaciones con Dios y puede aumentarse también según intensificamos las relaciones con Dios: la oración, la Palabra, los Sacramentos y la coherencia de la vida. San Agustín lo expresó muy bellamente: “Cuando te apartas del fuego, el fuego sigue dando calor, pero tú te enfrías. Cuando te apartas de la luz, la luz sigue brillando, pero tú te cubres de sombras. Lo mismo ocurre cuando te apartas de Dios.”
La fe se va enfriando en nosotros cuanto más nos apartamos de Dios y prescindimos de Él y se va calentando en la medida en que nuestras relaciones con Él son más intensas y continuas. Es el proceso de todo amor y es el proceso de toda relación entre personas. Lo mismo nos puede pasar con Dios. Tener fe, es mucho más que saber mucho de religión. Fe es relación íntima con el Señor, es fiarnos totalmente de Él.