Señor, no quiero ir. Que se adelanten las prostitutas

En aquel tiempo dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué opináis de esto? Un hombre que tenía dos hijos fue a ver al primero y le ordenó: “Hijo, ve a trabajar hoy en la viña’’. Él le contestó: “Ya voy, señor”, pero no fue. El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo. Éste le respondió: “No quiero ir”, pero se arrepintió y fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?» Ellos le respondieron: «El segundo». Entonces Jesús les dijo: «Yo os aseguro que los publicanos y las prostitutas se os han adelantado en el camino del Reino de Dios. Porque vino a vosotros Juan, predicó el camino de la justicia y no le creísteis; en cambio, los publicanos y las prostitutas, sí le creyeron; vosotros, ni siquiera después de haber visto, os habéis arrepentido ni habéis creído en él».  (Mateo. 21, 28-32).

Padre Elcías Trujillo Núñez

 Soy de la generación de aquellas películas, donde fácilmente se clasificaban en dos categorías a los seres humanos: buenos y malos. Los buenos eran blancos y los indios y negros eran malos. Esto lo constatamos también tiempos de Jesús, donde los buenos eran los sumos sacerdotes, los fariseos y los malos eran prostitutas y publicanos.

Los primeros dirigían el pueblo, apoyados en el poder romano, incluso en el plano religioso, tenían mucha influencia y grandes privilegios, terratenientes y latifundistas gracias a que dirigían todo lo relativo al templo de Jerusalén, símbolo del poder religioso, social y económico de toda la nación judía. Los publicanos, gente del pueblo que se prestaba a cobrar los impuestos para Roma y que además imponían otros impuestos para su propio bolsillo, eran considerados lo más despreciable de su raza, lo mismo las prostitutas que vendían amor por dinero. Cristo quiere poner las cosas en claro y girar este concepto dualista del mundo, invitando a todos a la conversión y a la salvación. Por eso Jesús hoy en el evangelio dice: “¿Qué opinan de esto? Un hombre que tenía dos hijos fue a ver al primero y le ordenó: “Hijo, ve a trabajar hoy en la viña”. Él le contestó: ‘ya voy, Señor’, pero no fue.

El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo. Éste le respondió: ‘No quiero ir’, pero se arrepintió y fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?”. Ellos le respondieron: “El segundo”. Entonces Jesús les dijo: “yo les aseguro que los publicanos y las prostitutas se les han adelantado en el camino del Reino de Dios. Porque vino a ustedes Juan, predicó el camino de la justicia y no le creyeron: en cambio, los publicanos y las prostitutas sí le creyeron: ustedes, ni siquiera después de haber visto, se han arrepentido ni han creído en él”. Seguramente cayó mal al auditorio esta última afirmación de Jesús, pues los delataba delante de todos.

Aquí Jesús, hace una defensa de los pobres, de los pecadores, de los malos que al final se convirtieron en buenos, cuando oyeron a Juan Bautista y se arrepintieron, y cambiaron su vida, acogiéndose no a sus obras sino a la voluntad de Dios, recobrando la alegría de vivir, considerada como un don de Dios. Hoy también constatamos, al interior de nuestra Iglesia, la presencia de grupos fundamentalistas, que buscan la conversión en un weekend espiritual, creyéndose los buenos porque comulgan de rodillas, rechazando al hermano que camina en un Proceso Evangelizador reconociendo su pecado, para luego levantarse y agradecer a Dios por su misericordia.

Hoy Cristo Jesús sigue invitando a su viña, y como entonces la respuesta puede ser de doble manera: “No quiero, no voy”, el grito de rebeldía, como niños que se revuelcan en el suelo porque no quieren obedecer.  Pero después, dejado el berrinche, al darnos cuenta de la bondad de Cristo y el gozo de la vida y de la salvación que ofrece, nos decidimos a seguirle, aunque esto suponga esfuerzo, renuncia, cansancio y mayor compromiso. Y la segunda respuesta, es aquella que dice: “sí voy”, pero no acude a la cita, enuncia el compromiso, pero no se compromete.

Es la situación de muchos cristianos empeñados en sus cosas, en sus negocios, en sus viajes, en su trabajo, en sus diversiones, que no son groseros con Dios, y por eso tienen un gran crucifijo en su oficina, un cuadro dorado de la última cena en el comedor, un cuadro del Sagrado Corazón de Jesús en su habitación, aun cometiendo injusticias, y cubriendo su vergüenza con piadosas intenciones, no se comprometen a seguir a Jesucristo en el Proceso Evangelizador, les cuesta un encuentro vivo con Él.  Preguntémonos:

¿Cuál es mi respuesta a Cristo, que me llama a trabajar hoy en su Reino para lograr un mundo mejor?

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