PALABRA DE VIDA Especial LA NACION « Jesús se presentó en medio de ellos y les dijo: «Les traigo la paz.» Ellos se quedaron atónitos del miedo, pensando que estaban viendo un fantasma. Él les dijo: «¿Por qué asustarse tanto, por qué tantas dudas en su interior? Miren mis manos y mis pies; soy yo en persona. ». (Lucas 24, 35-48) Pascua, tiempo de gozo y de alegría, tiempo de victoria y de fiesta. Por eso, el verdadero cristiano es incapaz de vivir al margen de la alegría pascual. El Señor resucitado ha llenado al mundo de gozo. Y si nos fijamos en los Evangelios de este tiempo pascual, nos damos cuenta que, Cristo reprocha especialmente a sus discípulos: el temor y la tristeza. Hemos de preguntarnos, si esta actitud no es también la nuestra. Hemos de examinarnos si nuestra religión no es también una religión de tristeza y de terror. Porque muchos cristianos se han construido entre Dios y ellos un muro de desconfianza, de malentendidos, de miedo y de distanciamiento. Aceptar creer en la alegría es casi aceptar a renunciar a nosotros mismos. Nuestra tristeza y nuestro miedo son las medidas de nuestro apego a nosotros mismos, a nuestra experiencia, a nuestra desconfianza. Y nuestra alegría es la medida de nuestro apego a Dios, a la confianza, a la esperanza, a la fe. Nuestra negativa al gozo es nuestra negativa a Dios. Dios ocupa en nuestras vidas el mismo lugar que la alegría. Creer en Dios es creer que Él es capaz de hacernos felices. Es creer que Él puede hacernos conocer una vida que deseamos prolongar por toda la eternidad. Hoy Cristo resucitado nos pregunta: ? ¿Cree que puedo resucitar a ese muerto que es Usted y a los muertos que le rodean? ? ¿Cree que puedo darle a conocer una vida en la que le gustaría vivir para siempre? ? ¿Cree que puedo despertarle a esa vida nueva? Lo esencial no es resucitar dentro de diez o treinta años, sino vivir y resucitar en seguida. Para que podamos experimentar una vida nueva, tenemos que morir en seguida: morir a nuestras faltas, a nuestras tristezas, a nuestros resentimientos y a nuestras lamentaciones. Sólo de este modo podremos también resucitar en seguida, resucitar a la paz, a la fe, a la esperanza, al amor y a la alegría. Sólo así existe Pascua para nosotros. Por eso, no existe Pascua sin una buena confesión: un morir a nosotros mismos, a nuestros caprichos que son nuestros pecados – para resucitar a la voluntad de Cristo, que es amor, esperanza, renovación, entrega. No existe tampoco Pascua sin una comunión pascual: un salir de nuestras costumbres, de nuestra vida y de nuestro pan – para saborear otro pan, otra vida: un pan de sinceridad, de compromiso para con los demás, una vida de amor, de fe y de alegría. Pascua: un cambio de vida, un pasar de esta pobre vida nuestra a otra vida. Nota: Felicitaciones a las Parroquias San José de Nazareth y Nuestra Señora del Rosario en Garzón por sus 107 años de trabajo evangelizador. Desde nuestra oración damos la bienvenida a Monseñor Froilán Tiberio Casas Ortiz a la Diócesis de Neiva. Feliz Domingo. Sugerencias al e mail elciast@hotmail.com