Francisco José García Lara
Después de escuchar en diferentes medios el llanto lastimero de Edgardo Maya, contralor general, sobre la corrupción en la alimentación escolar, revisé y encontré la columna publicada el 24 de agosto de 2015, en la cual me refería al tema y por hechos similares.
No es difícil por tanto concluir que la situación no es nueva, ni mucho menos afirmar que desconocemos el poco esfuerzo de la fiscalía, la procuraduría y las contralorías frente a la corrupción con la comida de los niños.
Lo que olvida el contralor Maya es que esas entidades están cooptadas por quienes son sus vigilados, para lo cual basta recordar que el mismo funcionario fue dos veces elegido procurador general y luego contralor, y para hacerlo tuvo que contar con el apoyo de los congresistas que lo eligieron y de las cortes que lo postularon, devolviendo favores una vez nombrado mediante cargos en cada una de las entidades.
Lo mismo sucede en la fiscalía y la procuraduría a donde se llega como pago de favores y a devolverlos, ¿o es que alguien desconoce que los procuradores regionales, provinciales, los directores de fiscalías y los delegados de la contraloría nacional son recomendados de algún congresista o magistrado?, ¡por supuesto que no!, otra cosa es que nos fascina hacernos los pendejos pues sabemos que a esos cargos no se llega sin el respaldo de un senador o representante, y en ocasiones, a las direcciones de fiscalía por el apoyo un magistrado, quienes han cobrado su voto y les han pagado en forma de burocracia.
Por ser resultado del pago de favores, esos funcionarios no actúan contra sus jefes o los recomendados de estos, y si lo hacen corren el riesgo de salir volando del cargo que ocupan. En otros casos, las entidades de control se usan para desquites políticos o para atajar a quien puede hacer mella en las elecciones siguientes.
En consecuencia, la lucha contra la corrupción es solo un cuento con el que están dorándonos la píldora, los politiqueros siguen manejando la contratación pública a su antojo y los votantes se desbocan para elegir a los mismos politiqueros con el fin de recibir algo de las migajas del poder.
Por eso no creo en las vestiduras rasgadas de los grandes jefes de las entidades de vigilancia, pues estas no actúan porque no les conviene, así siguen siendo parte del negocio y obteniendo frutos de este; ni muchos menos en la indignación de los colombianos que siguen votando por los bandidos.