La recurrida marcha de los huelguistas del poder judicial, es irónica para la mirada de miles de hombres y mujeres que tienen parte de su vida La recurrida marcha de los huelguistas del poder judicial, es irónica para la mirada de miles de hombres y mujeres que tienen parte de su vida comprometida en un conflicto judicial; trama que en la mayoría de los casos, nunca tiene solución. En una forma u otra, todos los colombianos somos víctimas del procedimiento y los desconcertantes pronunciamientos de los jueces. Fallos con demasiada frecuencia inaplicables, incoherentes, a los que el tiempo hace inútiles, para lapidar las tumbas de muchos que se aburrieron de esperar hasta el final. Desde luego, un funcionario de los que hoy exige más presupuesto y sueldo, no es sino parte mínima del engranaje. Con Kelsen, sabemos que no basta que una ley sea promulgada para que tenga vida en la sociedad. Se requiere especialmente, eficacia; de esta depende su vigencia real. La ley es elaboración intelectual de partes en conflicto, funcionarios y operadores de la justicia, para que deje de ser un conjuro inútil. En otras palabras, lo que siempre se olvida: racionalidad, sistema, coherencia en el cerebro de los operadores. El gran problema que puede ser en parte de presupuesto, en realidad es de estructura mental. Hay un fondo fallido en este ejercicio social; de pedagogía de la justicia; de formación de abogados y jueces; de una forma de pensar que dote de fluidez a quienes están conferidos de jurisdicción para dictar justicia, y de velocidad en los pronunciamientos. Los Derechos Humanos son apenas un buen ejemplo de la carencia de estructura. El recital de garantías, no hace sino colocar al juez en un laberinto inútil. A escoger entre empresa y prestación laboral; vida o aborto necesario; garantías del reo o de la víctima; protesta o Estado; paz o soberanía; crimen o Estado fuerte. Los vanos y doctorales elaboradores de derechos sustanciales llegan hasta la cursilería, y piensan que la educación, la vida, la propiedad, la salud, el trabajo, etc., fueron inventos a partir de la Carta de 1991. El Derecho es una categoría social, no se ha inventado, como no se inventan los conceptos del entendimiento. Libertad, igualdad y Estado son los pulsares del Derecho. Son las emanaciones de la persona, incluso desde que la justicia fuera privada. Es una manera de vernos los humanos que convivimos bajo una organización social. Cuando el Derecho Penal deje de ser retaliación y simple reeducación como pretenden algunos ingenuos, simplemente será otra cosa; ya no será justicia. El sujeto y lo subjetivo es la fuente de los derechos y obligaciones. Es la vieja concepción humanista e igualitaria de la ilustración; un descubrimiento, no un invento.