Pareciera ser el común denominador de muchos personajes hoy en día, que aparecen retratados en todas las paredes de los municipios y ciudades colombianas con un logo, un número y una sonrisa levemente fingida.
Atribuible a un bicho al estilo pepe grillo, o a una inspiración divina, la verdad es que aún no entendemos como alguien, de la nada, salga con la brillante idea de ser concejal.
El Presidente Santos miente al decir que el desempleo ha bajado, de ser así, no habría esa gran fila de aspirantes a una curul en el Concejo. Aspirantes que saben que detrás de la modesta remuneración que representa los honorarios por cada sesión que llevan a cabo, hay una serie de dádivas y premios escondidos en mermelada.
Pero no todos están detrás de un interés económico, hay quienes en verdad piensan que siendo los representantes del pueblo llegarán a hacer grandes cosas por la comunidad. Sus ideales son buenos casi siempre, pero si usted le asombra un candidato que promete lo divino y lo humano, dude y aléjese. Muy seguramente se equivocaron de campaña, o simplemente el consenso político no les permitió postularse a alcalde o gobernador.
El problema con muchos candidatos es que utilizan una mezcla de emoción y mentiras para hacerles creer a las personas que con una curul en esa Corporación edilicia, lograrán hacer lo que muchos alcaldes no alcanzan en 4 años.
En realidad las funciones de un concejo municipal son más bien pocas, pero no por ello sumamente importantes; revisar el presupuesto, adoptar el plan de desarrollo, reglamentar el uso del suelo, aprobar los tributos atribuibles al municipio y realizar controles políticos son a grandes rasgos las más significativas.
Ahora bien, ¿Alguna vez un candidato le ha dicho, como va a lograr a cabalidad que todo esto se cumpla? Tal vez no, por una sencilla razón, desconocimiento total, así como cierto candidato a la alcaldía de una ciudad lejana, lo que quieren es llegar al concejo a aprender e improvisar.
Probablemente, no todo sea culpa de ellos, seguramente y a lo mejor es una teoría loca, hay una culpa recíproca entre los candidatos y la comunidad, los primeros por prometer cosas que no deben y no pueden y los segundos porque lo único que esperan es recibir de ellos auxilios y dádivas, creando así una dependencia electoral, para futuras reelecciones.
No les parezca extraño que de aquí a mañana un concejal en busca de reelección se apode así mismo “Papa Noel” porque su única carta de presentación es dar regalos en época navideña, mientras que en el Concejo, los proyectos de Acuerdo presentados sean casi inexistentes, (me corregirán si ya existe alguien que haga eso).
En la calle los afiches y pancartas políticas resultan suficientemente ilustrativas de la situación a la que me refiero.
Las mismas frases trilladas de siempre, “su concejal de confianza” “te llevo en el corazón” “ahora si es en serio” “te quiero pueblo x” se ven en cualquier esquina, y de no ser suficiente, le acompaña una estrategia de marketing político infalible, la marca de recordación más importante de todas, el apodo. Por eso, no falta el “vote por ramón “moncho” Valdez su concejal amigo” o la mención de su origen humilde y trabajador “vote por Julio “carpintero” Díaz, el serrucho no será mucho”.
Por más de que pueda resultar cómico, nada de esto se aleja de la realidad, y lo preocupante del caso es que todos estos personajes macondianos resultan sentados allá frente a un micrófono para pelear por la forma en como dicen “presente” cuando llaman lista.
Lo mismo pasa con los “vivos” que le apuestan a un grupo poblacional determinado porque saben que son numerosos y no se deben esforzar por ganar votos más allá. Los moto taxistas, los animalistas, la comunidad Lgbti son ahora el grupo preferido por este tipo de candidatos.
¿Y si ganan? ¿Qué pasará cuando les toque debatir temas tan sensibles como Empresas Públicas, POT, control político a secretario de despacho corrupto, impuestos? Para obtener votos relativamente fácil, funciona, para cumplir cabalmente su cargo, tal vez no, porque cierto resulta que todos estos grupos deben estar debidamente representados, sin que esto implique desentenderse de las demás problemáticas y necesidades de la ciudad.
En resumidas cuentas, ser concejal no es cuestión de seguir la idea que un día me surgió y que los vecinos del barrio les gustó, porque soy bueno organizando las novenas navideñas de mi cuadra, ese tal vez pueda ser el comienzo de mi vocación. Pero hay que ser honestos, y la política pide a gritos honestidad, preparación y disciplina, si soy bueno ayudando, hay miles de maneras de contribuir a la comunidad sin llegar a ser concejal.
Como dice una frase de tantas que se leen a diario en la web pero que tiene mucho de cierto:
“El primer acto de corrupción que un funcionario público comete es aceptar un cargo para el cual no tiene las competencias necesarias”.