REVISTA SEMANA
Esta semana arranca un nuevo equipo negociador del gobierno con el Ejército de Liberación Nacional. Seis razones de por qué no va a quedar fácil dialogar, e incluso, mantener la tregua bilateral.
El drama de la coca
El cese al fuego bilateral que el ELN pactó con el gobierno, para desempantanar la negociación e inyectarle una dosis de confianza, enfrenta su segunda prueba de fuego. Al asesinato de un líder indígena a manos de esa guerrilla en Chocó, se sumó la masacre de 13 personas la semana pasada en Magüí Payán (Nariño). Aunque la ausencia de ataques a la infraestructura petrolera y la pausa de las confrontaciones con las fuerzas del Estado venían marcando el rumbo de la tregua, no cesan los hostigamientos de esa guerrilla contra la población civil. La sangrienta pugna por los territorios de coca y rutas del narcotráfico que dejaron las Farc potencian la violencia que sacude al Pacífico.
Cambio de tercio
El revolcón en el equipo del gobierno marca un punto de inflexión en la Mesa. Aunque Juan Camilo Restrepo, y el general (r) Eduardo Herrera Berbel argumentaron razones personales para dejar sus cargos, lo decidieron por otras causas. La estrategia de La Habana que replicó el presidente Juan Manuel Santos para sacar adelante el cese bilateral no cayó bien en Quito. Los conductos paralelos del expresidente Ernesto Samper, el abogado Álvaro Leyva y el senador Iván Cepeda, provocaron fricciones en el equipo negociador oficial.
Falta de interés
El escepticismo que gravita sobre la mesa con el ELN no solo se respira en la opinión pública. Internamente siempre ha habido inconformidades. Al proceso de Quito no se le ha rodeado con el mismo interés que al de La Habana. Aunque durante la instalación de la fase pública estuvieron presentes el senador Roy Barreras; el entonces ministro del Interior, Juan Fernando Cristo y la exministra Clara López; allí paró la participación de miembros activos del gobierno. A esta situación se suman detalles del día a día como la falta de espacios propios, herramientas de trabajo y hasta de un equipo de apoyo.
Guerrilla sin control
Las recientes violaciones al cese al fuego perpetradas por el ELN enfocaron la mirada sobre la falta de los mandos de esa guerrilla sobre su tropa. Una cosa se discute en Quito y otra muy distinta es lo visto en terreno. Aunque insistentemente los voceros del ELN han manifestado que no hay divisiones y están cohesionados, las fracturas saltan a la vista, como ocurrió con el asesinato del gobernador indígena Aulio Isarama Forastero, por el que la guerrilla terminó por pedir perdón. Para algunos analistas el momento que viven los elenos es tan complejo y difícil de resolver que no se descarta replicar la fórmula utilizada con el EPL en los años noventa: negociar con los que quieren hacerlo y combatir a los que no quieren negociar.
El tiempo en contra
El margen de maniobra con el ELN es corto. El gobierno cuenta con menos de un año para avanzar y llevar la mesa a un punto de no retorno. Juega en contra el precario capital político que acompaña el final de todo periodo y juega en contra el fraccionamiento y la complejidad de la toma de decisiones en el ELN, que está dividido en muchas organizaciones de base a las que les consultan todo. Pero este tema no parece ser un problema para ellos, que han dicho que no se dejarán presionar por el tiempo. Lo demostraron en la fase pública: se anunció tantas veces –sin concretarse- que costó mucho darle crédito al proceso.
Agotamiento
El proceso de La Habana dejó exhausto al país en cuanto a las negociaciones. Colombia está en un ambiente de posplebiscito, posacuerdo y posFarc donde existe la sensación de que la página de la guerra se cerró con las Farc. Los episodios de violencia del ELN, como la masacre en Nariño, acentúan el escepticismo que ha rodeado el proceso e indignan a una opinión pública que quiere pasar la página. Se sabe que la negociación con el ELN es necesaria, pero ya no hay tanta paciencia para encarar las dificultades de un nuevo proceso de paz.