La Nación
Sobre los golpes blandos y otras cochinadas 1 18 septiembre, 2024
COLUMNISTAS

Sobre los golpes blandos y otras cochinadas

En medio de la tormenta política que enfrenta el presidente Gustavo Petro, aparecen las acusaciones que seguramente llegarán esta semana desde el Consejo Nacional Electoral, y que escalarán a la Comisión de Acusaciones y quizás hasta la Corte Suprema de Justicia. Esta última, claro está, si las acusaciones alcanzan a configurarse como delito.

En su defensa, no faltarán los abogados que argumenten desde las trincheras de las analogías, las disanalogías y las reducciones al absurdo. Sin embargo, la verdad es que, aunque todo esto forme parte del tan mencionado “golpe blando”, difícilmente será suficiente para sacar al Presidente de un solo golpe.

Leguleyada se responde con leguleyada y si hablamos de los topes de campaña, habría que preguntarse: ¿realmente es razonable sugerir que los testigos electorales y quienes defienden el voto en cada rincón del país solo comienzan a trabajar a partir de las cuatro de la tarde del día de las elecciones, cuando ya no se ejecutan gastos de la contienda porque la campaña ya terminó? ¿Acaso no es crucial demostrar que los fondos que financian las campañas provienen de fuentes ilícitas como para que se pueda tipificar el delito que algunos pretenden atribuirle al Presidente? ¿No son, en cambio, aportes de gremios legítimos como los sindicatos de educadores, entre ellos Fecode?

Es evidente que los intentos de desestabilizar a Petro no son nuevos, y se han manifestado en formas tan sutiles como la manipulación mediática y la propaganda. Las élites de poder, desde siempre, han temido la sola idea de un líder como Petro en el solio presidencial.

Llamarlo “golpe blando” no es paranoia, ni mucho menos. Ya lo sacaron a sombrerazos un día de la Alcaldía de Bogotá con aparentes medios legítimos usados por el paráclito procurador Ordoñez.  Resultado del pánico histórico que sienten las tecnocracias elitistas cuando perciben que sus privilegios –esos mismos que han logrado a expensas del Estado– están en peligro. Estos golpes, disfrazados de legalidad, son intentos desesperados de frenar cualquier iniciativa que favorezca al pueblo, ese mismo pueblo al que, curiosamente, nunca le toca.

En este juego de ilusiones entre utopías y distopías, seguimos creyendo que algún día los pobres serán reivindicados, como lo prometió aquel Sermón del Monte. Pero la historia nos muestra lo contrario. Desde la cooptación de Rafael Núñez hasta el asesinato de Gaitán, pasando por el exterminio de la Unión Patriótica y la traición al Acuerdo de Paz bajo el gobierno de Duque, los golpes blandos han sido una constante.

Jaime Garzón, Álvaro Gómez Hurtado, Luis Carlos Galán, Bernardo Jaramillo, Carlos Pizarro… todos fueron víctimas de esa misma maquinaria que aplasta los sueños y las esperanzas del pueblo: golpes blandos. Cada uno de esos episodios fue un golpe contra las reformas, un golpe que busca mantener el statu quo, un golpe para recordarnos que a los de abajo, los olvidados, nunca les toca.

Parafraseando a García Márquez al mismo que acusan de crear leyendas de golpes blandos ficticios a través de la historia, como el de la masacre de las bananeras, podemos hacer mención “Serán capaces de seguir dando golpes blandos y duros hasta que logren imponerle al pueblo que hasta la mierda cuesta plata. Ese día, los que asestan los golpes serán capaces de hacer que los pobres nazcan sin culo”.