Sobre los signos de puntuación

En el texto escrito, los signos de puntuación tienen una importancia cardinal: sin ellos, en muchas ocasiones es casi imposible precisar el sentido exacto del discurso. “La puntuación tiene como fin primordial facilitar que el texto escrito transmita de forma óptima el mensaje que se quiere comunicar”, dice la “Ortografía de la lengua española” (p. 282). El lector puede aproximarse al contenido del mensaje, pero sin estos signos navegará en un piélago de ambigüedades, de imprecisiones. La puntuación es necesaria, es requisito sine qua non de la legibilidad cabal, de la inteligibilidad plena.

Alguien comparó los signos de puntuación con las señales de tránsito en las carreteras de hoy. Creo que la metáfora es válida: aquellos, como estas, garantizan la movilidad inteligente en las autopistas del texto, evitan los choques, los desvíos, los incidentes en los que pueda perderse parte del sentido de lo expresado.

(Pareciera que la intención de la poesía moderna, de cierta poesía moderna que omite adrede los signos de puntuación, fuese la de demostrar la posibilidad de la comunicación escrita sin ellos: la única separación de las ideas es el fin del verso, ese espacio en blanco que nos lanza al vacío. La ausencia de los signos de puntuación en el cuento “El último viaje del buque fantasma” y en capítulos enteros de “El otoño del patriarca” de Gabriel García Márquez obedece a que estos textos constituyen una sola oración y no requieren ni siquiera de una coma, producto de la maestría del autor).

Sobre los medios de comunicación recae la inmensa responsabilidad de ser modelos en el manejo del lenguaje, en el respeto a las normas gramaticales y ortográficas, porque están, en la práctica, a la vista de todos, y los lectores-espectadores los asumimos como prototipos. No obstante, en algunos medios se encuentran fallas en el uso de los signos de puntuación, y vale la pena señalar algunos errores.

En primer lugar, he encontrado comas que se interponen de manera incorrecta entre el sujeto y el predicado de las oraciones. Leí en un periódico del domingo “Gloria Estela Gómez, fue designada para gerenciar la campaña…” En esta oración, la coma es un obstáculo que se erige entre el sujeto y el predicado. No tiene razón de estar ahí.
De igual manera es incorrecta en las siguientes expresiones: “El barrio los colores (además, escrito con minúscula) de la capital huilense, fue el escenario perfecto…”; “A los ciudadanos de nuestros días, poco o nada importa quién gobierna…”. La coma estorba en ambos casos (En estos dos últimos ejemplos, el error puede haber sido inducido por la extensión considerable del sujeto).

En segundo lugar, quiero referirme a la confusión que puede haber en el uso de la raya (─) y del guion (-). Son signos que tienen longitud diferente (más larga la raya) y distinto uso. El empleo del computador nos complicó un poco la situación, porque en el teclado no existe la raya como tal, que debe ir a media altura sobre la línea de escritura (La que hay es la denominada raya al piso, que aparece en la misma tecla del guion, pisando el cierre de mayúsculas). Para hacerla de manera que sea más larga que el guion y que quede en el puesto que le corresponde, se debe acudir a otra herramienta, por ejemplo a insertar símbolo).

La raya tiene dos funciones básicas: para trascribir los diálogos directos y para encerrar oraciones incidentales.

En la trascripción de los diálogos, se emplea cada que un personaje habla. En este uso hay pocas posibilidades de errores, excepto cuando se confunde con el guion. Pero su manejo en los diálogos presenta algunas dificultades que requieren un estudio específico.

Como signo delimitador, la raya indica que las unidades lingüísticas que este signo aísla no son parte esencial del mensaje, son un texto secundario que interrumpe de manera momentánea la idea principal para dar una información complementaria. Por ejemplo: “Bolívar… no pudo lograr que todos esos dueños de esclavos ─cuyo apoyo era indispensable para la causa─ les dieran la libertad…” (William Ospina, Pa que se acabe la vaina, p. 21).

El guion tiene como primera función “dividir aquellas palabras situadas al final de una línea que, por falta de espacio, debe escribirse en parte en la línea siguiente” (Ortografía… p. 402). Esta división de la palabra exige que se tome como unidad de referencia la sílaba, de manera que no debe colocarse el guion entre letras que pertenezcan a una misma sílaba. De manera que la palabra restaurante solo se puede dividir así: res-tau-ran-te. Cualquier otra división es incorrecta.
La otra función del guion es ser “signo de unión entre palabra u otros elementos gráficos independientes” (“Ortografía…”, p. 402). Por ejemplo: Sala Contencioso-Administrativa, curso teórico-práctico, procedimientos médico-quirúrgicos.
jeroagudelo@hotmail.com


Rodolfo Agudelo
 

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