Maria Ruth Bonilla Gaitán llegó a Neiva hace más de 7 años, desplazada del Caquetá por el conflicto armado en Colombia. Las marcas que dejó en ella la guerra, las ha logrado convertir en liderazgo y voluntad para ayudar a más mujeres en su condición.
AMAURY MACHADO RUEDA/LN
Maria Ruth Bonilla Gaitán, se conoció en Neiva con otras mujeres cuando estudiaban gastronomía en el SENA. Allí se enteraron de que tienen algo en común, todas son víctimas de violencia sexual con ocasión del conflicto armado en Colombia. Con sus conocimientos, decidieron montar el restaurante Pa Degustar, pero fueron más allá, se unieron por su condición en una organización a la que denominaron con el mismo nombre.
Así, hace 8 años, con 60 integrantes provenientes de departamentos como Caquetá, Putumayo y Huila que llegaron desplazadas a Neiva, solicitaron la personería jurídica.
Por un tiempo la asociación funcionó bien, sin embargo las instituciones las invisibilizó, no le prestaron el apoyo que requerían y poco a poco estas mujeres se cansaron y se dispersaron del grupo, hasta quedar María Ruth prácticamente sola. Pero esta caqueteña de 59 años no se rindió, continuó luchando sola, hasta llegar a ocupar un puesto en las Mesas de Participación de Víctimas del Huila. Allí siguió trabajando y retomó la Organización Pa Degustar. Ahora son 80 mujeres activas las que hacen parte de ella. Maria Ruth es la representante legal, son reconocidas y se han abierto por mérito propio varios espacios.
En su local propio ubicado en Puertas del Sol en la Comuna 6, preparan diariamente y sobre pedidos desayunos, almuerzos, tamales, lechonas y otros platos que son los productos de su proyecto gastronómico, que les genera recursos propios para solventar sus necesidades económicas, pues la mayoría son madres cabeza de hogar, y otras pasan los 40 años a las que no les dan empleo en otros sectores.
Se han capacitado además en finanzas, cómo manejar un negocio productivo, y cómo acceder a sus derechos en salud y vivienda.
En la Asociación, también hay mujeres que tejen, confeccionan sombreros, zapatos, y bisutería. Han decidido salir del papel de víctimas para ser sobrevivientes, y se siente empoderadas.
En este importante proceso, las acompaña la Corporación Casa de la Memoria Quipú Warmi, que les ofrece apoyo a través del proyecto construir un futuro en paz con las mujeres víctimas del conflicto armado en Colombia, que tiene como fin incrementar la participación de estas mujeres en la implementación del proceso de paz, la construcción de la misma y su mantenimiento en el departamento del Huila.
La semana anterior la Casa de la Memoria realizó un diálogo de saberes entre mujeres de las organizaciones Pa Degustar de Neiva, Mujeres por un Nuevo Paraíso de Algeciras y el Programa Mujer y Familia del CRIHU. En este espacio conversaron sobre la construcción de paz territorial desde la mirada de las mujeres. También tejieron el Quipu, un tejido de hijos de muchos colores, que contienen historias breves de hechos relevantes. Es una herramienta que realizaban los ancestros para dejar memoria.
¿Retornar a sus tierras?
Las mujeres que participan dentro del proceso Quipú Warmi, la gran mayoría es de origen rural, y por la guerra tuvieron que dejar su tierra, todo, quedando en la calle.
Las integrantes de Pa Degustar han encontrado en el grupo una nueva familia, y muchas de ellas no desean retornar a su tierra de origen, pues sus vidas son otras, y en términos de organización se sienten más articuladas y fortalecidas. Tras los acuerdos de paz, con el proyecto del Gobierno Nacional de restitución de tierras tienen claro que si regresan se les debe también garantizar sus derechos a la educación, la salud. Quieren además olvidar ese episodio en el que fueron agredidas y sacadas brutalmente de sus territorios.
Desde su visión de mujeres víctimas, ven los acuerdos de paz entre el Gobierno Nacional y Farc de manera favorable. “Desde que el gobierno les cumpla a ellos como también a nosotros como víctimas con vivienda, educación, proyectos productivos, ira bien, pero si no cumple quedamos peor, porque ellos volverán de nuevo a tomar las armas. Además ellos también son seres humanos iguales a nosotros y tienen derecho a reivindicarse, en su momento fueron los victimarios pero quién de nosotras no tuvo un hijo, un hermano, un amigo, que por una u otra razón estuvo en las filas de las Farc, y no tenemos derecho a juzgar a nadie”, dice Ruth.
Una valliente
Desde el año 2000 María Ruth fue desplazada del Caquetá, cuando le asesinaron a su esposo. Ella laboraba como docente en el departamento de Putumayo. Al quedar sola llegó a Neiva a vivir en una casita a la orilla del río Las Ceibas. Se encaminó por el lado de liderar a las mujeres víctimas y emprendió una lucha constante para que la reubicaran de ese sector.
Todo esto ha sido un gran proceso en el que no ha desfallecido.
“Recibí la ayuda sicológica para lograr superar ese trauma del pasado que había en mi vida y por eso hoy he podido ayudar a muchas otras mujeres. Yo lloraba mi dolor por lo que me había pasado pero en el trascurrir de la vida conocí tantas mujeres que me hacen es llorar a mí al saber que han sufrido cosas aberrantes y que no se habían atrevido hablar”.
Actualmente, en su organización hacen una recopilación para que algunas integrantes que no han declarado el hecho de violencia sexual que sufrieron, lo puedan hacer ahora ante la Jurisdicción Especial para la Paz.
Ruth es además representante del Concejo Comunitario de Mujeres y del sector violencia de género, un fenómeno que las está golpeando de manera preocupante. “Se sufre la violencia desde los hogares, por dinero, sicosocial, el manoteo, violencia sexual y muchas otras clases de violencia que las mujeres no las conocen pero las viven”, dice tajante.