Los únicos que se atreven a salir a las calles en Gaza son las personas de luto, reunidas cerca de las mezquitas. GAZA, Territorios Palestinos (AFP) – Los únicos que se atreven a salir a las calles en Gaza son las personas de luto, reunidas cerca de las mezquitas. O quienes hacen fila en las panaderías para abastecerse. Las calles están casi vacías. Un extraño silencio pesa sobre la ciudad, desgarrado únicamente por las sirenas de las ambulancias que transportan a los heridos al hospital más cercano. Y por el ruido de los ataques aéreos israelíes. Los habitantes de Gaza no salen de sus casas desde cuando el jefe de las operaciones militares del movimiento palestino Hamas murió en un ataque israelí. No hay vehículos que circulen por las calles, habitualmente animadas. Las escuelas están cerradas. Los grupos de niños han desaparecido. Momen Ahmad, de 24 años, espera ante una panadería. “Desde hace dos horas estaba dando vuelta para encontrar una donde no hubiera tanta gente”. “Para ser honestos, no hay escasez de alimentos, pero pensamos que es mejor no correr riesgos”, explica. Otros habitantes se preocupan igualmente por una posible penuria de gasolina. Mientras Momen espera se oye el ruido de un nuevo ataque aéreo, seguido por el silbido de un disparo de cohete. A pocos centenares de metros de allí en el hospital Al Chifa de Gaza comienzan a llegar los heridos tras una serie de bombardeos en el barrio de Zeutun, en el este de la ciudad. El primero es un hombre vestido de prendas deportivas azules, descalzo, tirado en una camilla, que grita y llora. El médico lo examina, pero no le encuentra heridas. “Es psicológico. Simplemente está traumatizado”, declara Ihab Chirir, el médico. Luego un hombre trae a su sobrina de ocho años, con unas vendas en la cabeza. Sus sandalias están llenas de sangre. “¿Qué ocurrió, mi niña, dónde te duele?”, le pregunta el doctor Chirir. La niña duda. “Hubo un ataque. La casa se derrumbó. Las paredes. Una piedra me cayó en la cabeza”, indica mostrando las vendas que cubren una profunda herida en la frente. Una ambulancia trae a una mujer en niqab, Lubna Dalul, quien se encontró bajo la pared de su casa tras un ataque. Tiene seis meses de embarazo y temerosa de perder su bebé. Detrás de ella una niña de seis años no cesa de llorar. Tiene una herida que le produjo una esquirla en uno de los tobillos. Ante la afluencia de heridos el doctor Chirir permanece en calma, pragmático. “La situación está mala, pero no tanto como en la época de la operación Plomo endurecido”, de diciembre 2008 y enero 2009 en Gaza, cuando murieron 1.400 palestinos, en su mayoría civiles, así como 13 israelíes, entre ellos 10 soldados. “Pero tememos y creemos que lo peor está por venir”, afirma. Las fuerzas israelíes han dado muerte a 15 personas, entre las cuales tres niños y una mujer.