Sujeto de derechos y deberes

Por: Froilán Casas Ortiz

¿Hasta a dónde hemos llegado? -y eso que todavía no hemos tocado fondo-. Ahora y se habla con mandíbula batiente: los derechos de los animales, de los ríos, de las montañas. ¡Cuidado dice o piensa lo contrario! -lo sacan del lote-. ¡Qué pena!, solo el ser humano es sujeto de derechos y deberes. En una sana y sensata antropología que siga la ley natural, el ser humano es persona y por favor, ir a las fuentes, ¿qué significa ser persona? Para los griegos y, ¡qué sabiduría!, solo el ser humano es persona: ελ προσοπον = prosopon-máscara, solo se aplicaba a la escenificación teatral. La connotación persona = Ηυποστασις -hypostasis. Persona, solo se aplicó a la persona humana. La codificación del derecho a lo largo de los siglos, en las diferentes culturas, solo aplicó a la persona humana, el ser sujeto de derechos y deberes. Ahora los llamados defensores de los animales y por qué no decir, de la naturaleza, han descubierto que el agua moja y entonces se rodean de una caterva de ignorantes que hacen mucho ruido y salen a la palestra convenciendo a los ingenuos e ignorantes, que se vuelven portavoces, oyendo cantar al gallo, pero sin saber dónde.

Por favor, no se trata de atentar contra el medio ambiente, a la “casa común”; si contaminamos al planeta perecemos todos, eso es verdad de Perogrullo. No cabe duda que el hombre ha sido y es el mayor depredador de la naturaleza. ¡Cómo duele la contaminación de los ríos, los bosques, la tierra en general, -no vayamos tan lejos, ¿qué es el río Loro o Del Oro? Pues sencillamente una cloaca que atraviesa buena parte de nuestra ciudad de Neiva. ¿Quién lo ha contaminado?, ¿los marcianos? Creo que no. El ser humano es un ser indómito, no lo cambia ni Mandrake. ¡Qué tristeza! ¡Ah! Imagínese usted, se fundan hasta partidos verdes y, ¿cuáles son los resultados? ¡Qué sofisma de distracción! La sensibilización que hemos venido haciendo, organismos y causas, ha hecho bien, pero hacen falta decisiones políticas que determinen la protección de la naturaleza.

Todo ello es bueno, pero de ahí hasta llegar al adefesio de afirmar que los ríos y la naturaleza en general sean sujetos de derechos, hay una distancia infinita. La antropología cristiana defiende la sacralidad del hombre, no de la naturaleza. La naturaleza está al servicio del hombre. No se trata, entonces, que el hombre dilapide y maltrate a la naturaleza. Hoy se habla de un desarrollo sostenible, esa idea y discurso me gusta. Pero de ahí a adorar a la naturaleza hay mucho trecho.  Todo ese discurso “veintejuliero” de algunos especímenes humanos es retórica barata. ¡Lástima que muchos ilusos se lo creen! ¡Ah! Así es el mundo: Stultorum infinitus est numerus = Es infinito el número de tontos.

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