La Comuna Ocho de Neiva es una zona subnormal de la capital huilense, conformada por más de 37 barrios y 10 asentamientos, algunos ya legalizados, pero otros no; sin embargo, es allí donde la pobreza, el hambre y las necesidades se convierten en el pan de cada día.
El paupérrimo sector además se ha convertido en barrios acechados por la violencia. A las peleas que se reiteran casi a diario, se suman las disputas derivadas por el expendio de drogas, que se está afianzando en algunas de sus calles. Las muertes son evidentes ante los ojos de una sociedad que duerme ante los problemas sociales.
Desde hace algunas semanas se inició una verdadera batalla campal, en la que varias personas han sido asesinadas a sangre fría frente sus vecinos. Los rastros de sangre de los muertos quedan marcados en las heridas y ojos de cada persona, que sin tener culpa de esto debe afrontar una realidad que los mantiene en el olvido.
"Uno de los factores más delicados que tenemos en este momento es en realidad la delincuencia que vivimos a diario, y que ahora se nos ha ‘alborotado’. Pienso que el problema de esta situación es que no hay inversión, ni organización para este sector, estamos olvidados”, aseveró Carlos Arnulfo Quintero, líder comunitario, quien manifestó la preocupación de los vecinos de los asentamientos ante la reiteración de episodios de este tipo.
Al igual que Arnulfo, algunos residentes manifestaron a LA NACIÓN su temor ante estas violentas peleas que se dan con frecuencia en la zona, principalmente en las cuadras del asentamiento Veinte de Agosto, El Porvenir y Panorama VI etapa, una zona donde las viviendas reflejan la penuria y necesidad.
"Los gobiernos nos tienen olvidados, hemos dicho qué es lo que necesitamos, nos han prometido, pero no nos han cumplido, llevamos 22 años y estamos totalmente olvidados, vivimos en casas de tabla, de zinc, sin alcantarillado y así es difícil vivir", indicó Edilberto Prada, trabajador independiente, quien desde hace más de 20 años habita en la zona del Veinte de Agosto.
Los relatos sobre la transformación del barrio por boca de los afectados indican que se generan a partir de la falta de inversión, educación, oportunidades de empleo y recreación para la población, que deben subsistir bajo precarias condiciones de vida.
“No tenemos vías, no tenemos espacios de recreación para los niños, vivimos sobre las aguas negras, no tenemos nada y sumado a esto la inseguridad nos está ‘azotando’. La Policía sólo viene cuando pasan las cosas y luego nos olvidan, quedando en lo mismo. En realidad pedimos que nos escuchen, que también somos parte de Neiva”, afirmó el líder comunal Edilberto Prada.
Para el vecindario es indispensable que la ciudad sepa que allí, a pesar de los problemas de violencia e inseguridad, habitan personas buenas, que no le hacen daño a la comunidad, personas que no son culpables de habitar en un lugar donde son ignorados.
“Los niños, los adultos, las madres comunitarias y los abuelos no tienen la culpa de nada”, afirman los vecinos.
El muro invisible
Parece increíble que en Neiva hay fronteras invisibles similares a las de otras ciudades violentas del país, donde se hacen ‘respetar’ los territorios hasta con la vida. La diferencia entre ellas es que aquí el poder, las drogas y las armas motivan el conflicto.
En el sector existe la delimitación del territorio a través de las vallas de la Policía Nacional, que forman parte de un muro invisible que define la delimitación del territorio prohibido para muchos, una de las constantes peleas más fuertes entre desadaptados por drogas y poder.
Y es por el temor a ser agredidos que en los asentamientos de la comuna suroriental como El Porvenir y el Veinte de Agosto, aunque de forma menos crítica que en otras zonas, muchos se abstienen de cruzar los que han sido señalados como ‘barrios de respeto’.
“Aquí tenemos problemas graves, muchas personas no están legalizadas, viven de forma infrahumana, inundados de aguas negras, enfermedades, hemos golpeado varias puertas pero ningún mandatario tiene interés en estos sectores”, recordó John Fredy Chávarro, líder del barrio Panorama VI etapa.
El miedo y la frustración reinan en los barrios de la Comuna Ocho, en los que se concentra el mayor número problemas sociales. “Son sectores con alta conflictividad y agresiones, necesitamos programas para los jóvenes y niños, para que ocupen su tiempo libre, porque aquí sin empleo y sin nada qué hacer es lo que lleva a que los menores desde los 11 años empiecen a delinquir”, describió un residente quien pidió omitir su identidad.
Para quienes habitan en esas zonas, el panorama es sombrío. “Uno tiene que andar a la defensiva, porque el que menos piensa atraca y le roba todo lo que lleva”, coinciden las personas en el sector.
Incluso hay quienes optan en medio de la zozobra no tener contacto con nadie, evitar un problema que los expone a perder su vida, sólo por intentar encontrar soluciones que terminen con los problemas de inseguridad, comercio de drogas y delincuencia.
Al igual, las empresas de transporte únicamente prestan su servicio público hasta las 6:00 de la tarde. “Después de las 6:00 p.m. no prestamos el servicio de colectivo, porque nos da miedo ser despojados del producido del día y las pertenencias, o hasta perder la vida por un centavo”, dijo un conductor de un colectivo.
Violencia urbana
La urbe neivana no está en pie de guerra; pero en ciertos barrios pareciera que lo estuviera. Las pandillas de jóvenes armados controlan el territorio en dichos sectores marginales y entre sus integrantes se producen tiroteos frecuentes.
En las últimas semanas varias personas fueron asesinadas y en algunos de estos barrios, los más violentos, el sufrimiento de la gente puede compararse al de un conflicto armado.
Para los residentes de estos sectores han llegado muchos buscando oportunidades laborales para mejorar su calidad de vida y otros por desplazamiento forzado, ellos son las verdaderas víctimas.
A estos se suman los desempleados y las ‘viejas guardias’, que ya no tienen oportunidades de generar ingresos para su vida y que sobreviven sin contar con ningún tipo de ayuda.
Los oficios que desempeñan aquellos para generar de algún modo el ingreso para sus familias están el de vendedor ambulante, comerciantes independientes y obreros.
En lo que respecta a las mujeres, muchas de ellas laboran en oficios varios, vendedoras, trabajadoras ambulantes y literalmente ‘en lo que toque’.
Sin embargo, otro gran número de personas que viven en barrios marginales, dada la falta de trabajo, recurren a maneras informales, incluso criminales de supervivencia.
En cuanto al panorama de niñez y adolescencia, nada puede ser más gris que el encontrarse con menores a temprana edad embarazadas, otras con sólo 18 años ya tienen un número importante de hijos, engrosando la lista sin futuro de la ciudad.
Espiral de violencia
En el país la violencia urbana está aumentando en forma alarmante y con ello el sufrimiento que acarrea, y Neiva no es ajena a ello, aunque parezca mentira existe, está ahí, latente, esperando a ser resuelta.
En la violencia varios factores entran en juego. Los centros urbanos registran un crecimiento sin precedentes debido al incremento demográfico natural y a la migración del campo a la ciudad.
Los servicios gubernamentales ya no llegan a muchos barrios marginales debido a la inseguridad. Los niños con escaso acceso llegan a la escolarización, y sin ella, son reclutados en las pandillas.
“Hace dos años llegué a este sector desplazada de la violencia desde San Vicente del Caguán. Vendo moñitas y cositas en los colegios para mantener a mis seis hijos”, aseguró Orfilia Quintero Velázquez, de 44 años de edad, quien habita en una vivienda con pisos de tierra, tablas y en condiciones precarias.
En este sector se escuchan las peticiones que crecen ante la exigencia de que se haga algo por ellos, tanto en favor de aquellos que se encuentran atrapados en el fuego cruzado del conflicto urbano como para prevenir este flagelo que va en crecimiento. La solución yendo a la raíz del problema.
José Gabriel Ruiz, presidente de la Junta de Acción Comunal del barrio Veinte de Agosto y Panorama VI y VII etapa, dijo que “necesitamos que se haga algo ante la inseguridad, vivimos entre el miedo de perder la vida, aquí la gente prefiere acostarse con hambre, pero dormir tranquilos”, concluyó.
Para estas familias lo más importante es que se haga inversión social, ser atendidos, escuchados y educados, porque esta será la única forma de salir del oscuro mundo de una violencia que por hambre se ha generado en la ciudad.
El ‘muro invisible’ que delimita el área de violencia de los sectores del Veinte de Agosto, El Porvenir y Panorama.
Una cancha de fútbol en pésimas condiciones es el único espacio con el que cuentan los jóvenes para la práctica del deporte.
A raíz de los continuos hechos de violencia, la Policía permanece vigilando la zona.
Un río de aguas negras afecta la salud de los vecinos.