Si hace quince años me hubiesen preguntado qué autores creía que para 2024 habrían obtenido el Premio Nobel de Literatura, habría dado tres nombres sin siquiera pestañear: Philip Roth, Amos Oz e Ismail Kadaré. El mundo era muy distinto entonces, no había comenzado la tiranía cultural del algoritmo y a los escritores no se les pedía ir a la caza de followers generando contenido para redes sociales sino simplemente escribir bien, y ellos tres lo hacían jodidamente bien. Lamentablemente me equivoqué con mis predicciones y hoy, habiendo sus plumas trascendido de este mundano plano material, sólo me queda un desasosiego que relaciono con la más infame de las injusticias.
¿Alguien podría decir que cualquiera de los tres no lo merecía? ¡Lo dudo! Méritos les sobraban a borbotones igual que a Saramago, Coetzee, Lessing, Vargas Llosa y otros tantos que lo obtuvieron casi por aclamación popular dado el irresistible peso de su talento. Los tres marcaron época con su literatura en sus respectivos países, fueron tremendamente relevantes en los procesos históricos que les tocó vivir y tras su paso por la tierra supieron dejar obras inmortales. “Una Historia de Amor y Oscuridad” de Oz será para siempre el referente máximo en materia autobiográfica, la “Trilogía Americana” de Roth (“Pastoral Americana” [Pulitzer 1998], “Me Casé con un Comunista” y “La Mancha Humana”) es la auténtica gran novela americana y “El Palacio de los Sueños” de Kadaré es el espejo perenne donde se reflejarán todas las dictaduras actuales y las que han de llegar.
Algo que también me embarga de tristeza es que los tres se mantuvieron vigentes hasta el final de sus días, algo que no es requisito para que te unjan de gloria desde Estocolmo pero que se agradece como lector, pues todos ganaron el Princesa de Asturias hace relativamente poco (Oz en 2007, Kadaré en 2009 y Roth en 2012) y dijeron presente en el Premio Internacional Booker en múltiples ocasiones (Oz siendo finalista en 2007 y otra vez en 2017 con “Judas”, Roth siendo finalista en 2005 y 2007 hasta conquistarlo definitivamente en 2011 y Kadaré siendo semifinalista en 2017 con “The Traitor’s Niche” y en la última edición con “A Dictator Calls”, buscando así el doblete tras haberse llevado el título en la primera gala de 2005). ¿Qué más tenían que hacer para complacer a la Academia Sueca?
La frustración no hace sino crecer cuando recordamos que en 2016 le dieron el Nobel de Literatura a Bob Dylan quien, con el respeto que merece su carrera musical, nunca lo quiso en primer lugar, no consagró su vida en ganárselo, no lo añoró con cada luna, ¡y ni siquiera lo fue a recoger! Cualquiera de los tres podría haber ocupado aquel lugar en la historia, el yo de hace quince años habría atinado su vaticinio y a nadie, empezando por el mismísimo Bob Dylan, le habría molestado.
Con la reciente desaparición de Kadaré, y tras las de Oz y Roth en 2018, el Nobel de Literatura se marca su tercer strike, aunque tristemente sabemos que no será su último descache.