Timochenko en La Habana

El máximo jefe de las Farc tiene licencia para viajar a Cuba pero no hace parte de la Mesa de Conversaciones. ¿Qué significa eso?

Después del amargo episodio del ataque que un grupo de las Farc perpetró a una patrulla del Ejército en el Cauca el mes pasado, que dejó una profunda cicatriz en el proceso de paz, se esperaba alguna noticia que ayudara a recuperar la confianza en el mismo. Esta llegó el viernes en la noche cuando el fiscal general, Eduardo Montealegre, le informó al país que desde el 22 de diciembre, por solicitud del gobierno, esta entidad levantó las 118 órdenes de captura que pesan sobre Rodrigo Londoño Echeverri, Timoleón Jiménez o Timochenko, el número uno de las Farc.

Aunque al parecer Montealegre no concertó con nadie este anuncio, el mismo tendrá consecuencias tanto jurídicas como políticas. Por un lado, formaliza la presencia del comandante de esa guerrilla en Cuba, sobre la que había constantes rumores y había desencadenado una denuncia contra el presidente Santos en la Comisión de Acusaciones. Por otro lado, manda un mensaje positivo, pues demuestra que las Farc se están jugando todas sus cartas, incluso las más estratégicas, en este proceso de paz. También prueba que quieren proteger la integridad y la libertad de sus cuadros más preciados.

Se puede decir que Timoleón Jiménez no ha tenido vida por fuera de las Farc. Oriundo de La Tebaida, se formó en la Juventud Comunista en Quindío, y desde muy joven se puso unas botas pantaneras, se echó al hombro un morral y se fue a la guerrilla. Estuvo en La Uribe, Meta, acompañando al secretariado en los diálogos con el gobierno de Belisario Betancur, cuando apenas tenía 25 años; y en 1987 se le encomendó crear el bloque oriental junto a Pastor Álape y el Mono Jojoy. En 1990, cuando murió Jacobo Arenas, fue llamado a ocupar esa vacante en el secretariado y hoy es el miembro más antiguo de ese organismo. Se sabe que su labor ha estado ligada a la inteligencia, y que en los últimos años ha trasegado sobre todo en el Catatumbo y la frontera con Venezuela.

Se convirtió en el máximo comandante de las Farc luego de que Alfonso Cano murió en medio de un combate en el Cauca, sobre cuyos detalles hay versiones encontradas, y cuando ya avanzaba la etapa confidencial de acercamientos con el gobierno de Juan Manuel Santos. Junto con toda la dirigencia de esa organización, asumió la posición de seguir adelante a pesar de la muerte de Cano. Al fin y al cabo esas eran las reglas del juego y se estaba conversando secretamente en medio de la guerra.

Sus apariciones mediáticas han sido sorprendentes. Siempre le habla a Santos de igual a igual, de forma directa. Su retórica está llena de metáforas y figuras literarias que muchos han calificado de greco-quimbaya. Su discurso por lo general alude al honor de la guerra, y a reivindicar el carácter heroico de la guerrilla. Quienes lo conocen lo señalan como alguien tímido, astuto, y totalmente jugado con el camino de la salida política del conflicto.

De su presencia en La Habana se volvió a hablar esta semana cuando se filtró la reunión que sostuvo a finales de abril con el máximo comandante del ELN, Nicolás Rodríguez Bautista, más conocido como Gabino. Un encuentro propiciado por el gobierno cubano, pero que refleja las angustias del gobierno de Colombia, de las propias Farc y de los países garantes, de que los elenos se queden por fuera de esta coyuntura histórica favorable para ponerle fin al largo conflicto colombiano.

Luego del encuentro, Timochenko publicó un comunicado a su nombre, firmado curiosamente desde las montañas de Colombia, en el que muestra cierta premura para que Gabino y sus hombres se sumen al proceso de paz; para que tomen la decisión definitiva de abandonar la guerra, y para que el gobierno tenga la sapiencia de mantener ese hilo de diálogo que aún subsiste.

Seguramente muchas cosas cambiarán, para bien, en La Habana, al hacer pública la presencia del máximo jefe de las Farc allí, aunque sea de manera esporádica. Si bien el gobierno aclaró el viernes en la noche que Timochenko no ha hecho parte de la Mesa ni es miembro plenipotenciario, sí está claro que, inevitablemente, tendrá más visibilidad. También que los consensos serán más expeditos, pues ya siete de los miembros del secretariado están en Cuba. El tinglado parece completo para entrar a una fase final de los acuerdos. Si no fuera así, difícilmente esa guerrilla se jugaría su rey de oros.

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