Ya son 29 años los que completa Rodrigo Montenegro lustrando zapatos en Neiva. Se siente orgulloso de ejercer este oficio, con el cual mantiene a su familia. Ya son 29 años los que completa Rodrigo Montenegro lustrando zapatos en Neiva. Se siente orgulloso de ejercer este oficio, con el cual mantiene a su familia. LA NACIÓN, NEIVA Rodrigo Montenegro ha pasado gran parte de su vida sentado en una banqueta de madera lustrando el calzado de miles de personas que lo buscan para pulir la apariencia de los zapatos. Su esmero y calidad a la hora de trabajar le han representado el reconocimiento de sus clientes, seres muchas veces anónimos. Desde que tenía 10 años Rodrigo se inclinó por el oficio de lustrar botas. La influencia de su hermano mayor hizo que el hombre optara por elegir este oficio. “Yo estaba muy pequeño y veía que mi hermano mayor trabajaba con su caja de embolar en el centro y llegaba a la casa con sus moneditas. Entonces yo mandé a hacer la mía y por ahí empecé en este trabajo”, comenta Rodrigo. Con su caja empezó a recorrer la ciudad en compañía de su hermano. En ese entonces Neiva era una ciudad más pequeña, sin embargo en los cafés y oficinas, Rodrigo empezó a dar las primeras lustradas y asimismo, a ganar sus primeras monedas. “Neiva era una ciudad pequeña, más tranquila, yo trabajaba deambulando por todos lados, entraba a los billares, cafés, oficinas, porque a la gente siempre le ha gustado que le embolen los zapatos. Ahí empecé yo a hacer mis primeras monedas”, señala. Parque Pero después de andar la ciudad lustrando zapatos, Rodrigo decidió instalarse en el Parque Santander, allí ubicó su sitio de trabajo. Desde entonces, lustra calzado en un pasaje ubicado frente a la Catedral de Neiva. “Aquí ya llevo 17 años en este parque, la gente viene y lo busca a uno, este es un buen punto para trabajar, aquí le he lustrado el calzado a personas que no conozco pero también a personajes importantes”, indica Rodrigo. Según el hombre, así como por su caja de embolar han pasado los zapatos de personas anónimas a quienes asegura nunca más volver a encontrarse, también ha pasado el calzado de alcaldes, gobernadores y hasta el de candidatos presidenciales. “Yo acá he embolado a alcaldes, gobernadores, diputados. Y también le he lustrado el calzado a otra gente importante como Gustavo Petro y Germán Vargas, y ellos han quedado contentos con mi trabajo”, comenta Rodrigo. Lustrada Según Rodrigo, la embolada tiene sus pasos a seguir para que sea exitosa y el cliente quede a gusto con el servicio. “Cuando embolo quiero que el trabajo quede bien hecho. Lo primero que uno hace es limpiar el polvo que pueda tener el zapato, después se le echa un poco de jabón, y ahí si se aplica el betún, se deja un momento y después si se brilla”, señala Rodrigo. Sumada a la lustrada de calzado, el hombre también desmancha y pinta zapatos. Una embolada cuesta 2.000 pesos, con los cuales el cliente tiene derecho a echar un vistazo al periódico, mientras el lustrabotas realiza su tarea, el hombre indica que eso hace parte de la buena atención que cautiva a los clientes. “El cliente viene y mientras uno trabaja, él se pone a leer el periódico que yo mantengo, eso le gusta a mis clientes, a veces se ponen es a hablar con uno, y como yo mantengo informado, entonces uno charla un rato”, refiere el hombre. Oficio Rodrigo abandonó los estudios cuando estaba en Tercero de Primaria, desde entonces se dedicó a lustrar calzado y convirtió este oficio en el modo de campear la vida. No en vano el hombre ha podido mantener a su esposa y sus tres hijas, trabajando desde su banqueta. “Yo dejé los estudios estando joven, tomé el oficio de lustrabotas y hoy después de tanto tiempo no me arrepiento, me siento orgulloso de mi trabajo; con esto he podido salir adelante y mantener a mi familia”, finaliza Rodrigo.