“La toma de decisiones debe convertirse en una acción vital para nuestros niños, niñas y jóvenes”.
La toma de decisiones consiste en evaluar diferentes posibilidades en un momento dado, considerando, entre otros factores, necesidades, valores, motivaciones, influencias y posibles consecuencias presentes y futuras, tanto en la propia vida como en la de otras personas (OMS, 2011). Nuestros días están constituidos por una secuencia de decisiones, algunas muy mecánicas y cotidianas como elegir qué bebida acompañará nuestro desayuno, y otras mucho más trascendentales como decidir conservar nuestra integridad a pesar de las dificultades. Al elegir una opción se está promoviendo el ejercicio de valores como responsabilidad, autonomía, convivencia social, respeto, equidad y participación (Cáceres, 2006).
En la experiencia cotidiana se puede observar que algunas personas responden a momentos de impulsividad a la hora de decidir, actúan y luego piensan; otras personas sí toman el tiempo suficiente para discernir y reflexionar para tomar una decisión quizás más acertada. El texto ‘Habilidades para la vida’ (Centro de Integración Juvenil de México, 2006) sugiere que para tomar una decisión adecuada implica iniciar un proceso de razonamiento lógico y creativo, en el cual se formulan ideas y posibilidades, se evalúan los probables resultados de cada una de las opciones, se elige y se ejecuta. En la vida de los niños, niñas y jóvenes adolescentes estos aspectos deben ser fomentados, y en el transcurso de sus vidas, fortalecidos. De la misma manera, se hace necesario enseñarles que tomar una buena decisión consiste en dibujar una meta que se quiere alcanzar; en meditar las posibles consecuencias que la decisión traerá, establecer las estrategias de afrontamiento y por último, reflexionar sobre la importancia del aprendizaje que dejará la experiencia para escoger la mejor alternativa en una próxima situación. No obstante, se les debe aclarar a nuestros niños, niñas y jóvenes adolescentes que los resultados no siempre serán los mejores, pero que independientemente de las consecuencias, siempre será de vital importancia tener presente cuales serían esos aspectos que se deben tener en cuenta a la hora de tomar una decisión.
RECOMENDACIONES
La toma de decisiones debe convertirse en una acción vital para nuestros niños, niñas y jóvenes; saber cómo orientarlos en este proceso es un deber de los padres. Por este motivo, el mismo centro de integración aporta las siguientes recomendaciones:
1: Prestar atención cuando quieren expresar algo, ya que ellos no siempre están dispuestos a dialogar, ni a pedir consejos. En ocasiones, es necesario ayudarles a iniciar la conversación. 2: Permitir que aprendan a tomar decisiones por sí mismos y orientarlos en la decisión tomada, para que una tercera persona no la tome por ellos. 3:
Invitarlos a considerar diferentes alternativas. Dejar que piensen un poco y después aportarles sugerencias, no soluciones. 4: Si el niño (a) o joven teme decidir, recuérdele que en otras ocasiones también ha habido miedo y se ha acertado; o que cuando hay equivocaciones es posible corregir las faltas. Dígale que usted también se ha equivocado muchas veces pero ha tratado siempre de corregir. 5: No olvide que usted es alguien importante para él o ella, por lo que su consejo y ejemplo serán primordiales en su desarrollo. Fomentarles el amor por la vida, por el ser mismo y por la sociedad, ayuda a fortalecer la decisión más importante: la conservación de la vida, para que de una manera responsable y segura puedan afrontar todos los desafíos que el vertiginoso mundo moderno les ofrece.
Y para toda la sociedad en general, hay que recordar que la raíz para tomar buenas decisiones es usar una base cada vez más racional que emotiva, pues decidir cuándo se está impregnado de una alta dosis de emotividad puede no permitirnos ver toda la gama de posibles consecuencias y, por supuesto, esa habilidad se va ganando a medida que se madura en la vida.