La gran infiltración de grasa intramuscular (marmolado) e intermuscular junto con el hueso de la costilla le confiere un gran sabor y una jugosidad excepcionales. Así me fue en mi visita a La Carnicería, en el oriente de Neiva.
Juan Manuel Muñoz Cifuentes
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Tan pronto el mesero puso frente a mí ese suculento trozo de carne afloró mi lado más primitivo. Y es que no puede sentirse uno de otra manera ante la provocativa e imponente presencia de un Tomahawk, ese generoso filete con hueso procedente de las costillas anteriores de la res y que contiene las proporciones ideales de grasa intermuscular e intramuscular, bondades que un verdadero carnívoro sabe agradecer.
Solo me bastó percibir su aroma para que mis papilas gustativas despertaran y entender que estaba a punto de degustar un auténtico manjar. Y no me equivoqué. Disfruté cada bocado, todos ellos deliciosos, ninguno más que otro, solo que diferentes ya que esta pieza de carne, debido a su corte perpendicular, está compuesta por cuatro músculos combinados; por si fuera poco, su característico marmoleo le otorgan una suavidad y jugosidad extraordinarias. Casi que se deshace en la boca sin mayor esfuerzo.
DELICIOSA EXPERIENCIA
Fue la primera vez que comí un Tomahawk en Neiva y mi estómago sí que quedó satisfecho. Altamente satisfecho.
Me senté solitario en una de las mesas de la sede Prado Alto del restaurante La Carnicería y en aproximadamente veinte minutos ya habían servido esa exquisita pieza de carne: 600 gramos de mucho sabor, jugosidad y textura, muy excitantes para mi paladar.
Dejé de tararear la música anglo que animaba la noche en el local y enfoqué mi atención en lo que estaba a punto de comer. No quise darle más gabela a mi hambre así que me dispuse a trinchar la carne; poco a poco fui descubriendo ese provocativo color rosado en su interior, resultado de un perfecto término de cocción tres cuartos a la parrilla. Dicen que lo ideal es comerlo hacia el término medio, pero confieso que este tiempo de cocción no es mi preferido.
Solo fue probar el primer bocado para confirmar que mi elección no había sido errada y que por algo el Tomahawk se convirtió en el plato estrella de La Carnicería; al fin y al cabo este fue el primer restaurante en introducir este corte a la oferta gastronómica de la capital huilense.
Además de la generosa porción de carne, sazonada con la cantidad justa de sal parrillera y pimienta, el plato viene acompañado con una porción de papas rústicas y dos tazones de ensaladas: una caliente y otra fresca que saben combinar muy bien con la deliciosa proteína. Le dan un toque de frescura al servido.
Si bien cada trozo del Tomahawk es exquisito per se, no se imaginan el nivel máximo de sabor que le aporta la salsa chimichurri, de receta originalmente argentina, que el restaurante ofrece con cada plato del menú. Sublime maridaje.
Cuando se antojen de disfrutar esta deliciosa experiencia lo mejor es que vayan con verdaderas ganas de comer pues la porción es además generosa.
Este Tomahawk pueden conseguirlo en las tres sedes de La Carnicería: San Pedro Plaza, Avenida Tenerife (carrera quinta con calle 21) y Prado Alto (carrera 29 A con calle séptima).
Es un plato imperdible.
La pieza
El Tomahawk tiene forma de hacha y por eso tiene ese nombre. Así se denominaban las hachas de guerra que los indios sioux usaban en América del Norte para defenderse a ellos y a su territorio. Es una chuleta de vacuno que se sirve con el hueso. Es de la zona del lomo alto y el hueso que lleva es de la costilla. Las piezas tienen más grasa que el solomillo y suelen ser de bastante peso, a veces incluso indicado para comer dos personas. En la mesa llaman la atención por su hueso muy largo.