No es afortunado el departamento del Caquetá, ni lo ha sido históricamente, con las vías de acceso que, invariablemente, pasan por el Huila y que se han hecho más por determinadas coyunturas nacionales que por darles a sus habitantes una entrada y salida hacia el resto del país. La tragedia que no acaba de pasar, en el kilómetro 38 de los 89 que comunican a Suaza con Florencia, no es la primera ni lastimosamente será la última de cuantas han cubierto de dolor a muchas familias, entre ellas varias huilenses. La selva y las montañas han cobrado y seguirán cobrando muchas vidas por la osadía de atravesar su cordillera oriental, de lacerar sus costados a lado y lado, uno por el Huila y otro por Caquetá, y penetrar sin compasión sus entrañas de naturaleza exuberante.
La vía fue terminada el 24 de mayo de 2003 después de 40 años de iniciada su ejecución, resolviendo una de las grandes preocupaciones del Caquetá. Sin embargo, no representó una solución definitiva. En todo caso se trata de una carretera con muy buenas especificaciones técnicas, de trazado y de calidad en su pavimento, pero ello no ha sido ni será suficiente para vencer las movidas condiciones geológicas y de inestabilidad del terreno. Desde hace dos años, la banca fue afectada por la falla geológica, sin que se tomaran medidas. Ni un solo peso se aportó para corregir el daño ocasionado. Sólo se improvisó una variante pero la amenaza siguió latente.
Lo ocurrido el jueves tiene que ser una alerta de la mayor atención: se trató de una tragedia que bien pudo prevenirse, sabiendo de las irregulares condiciones de esa zona. ¿Por qué no se cerró el paso kilómetros antes del derrumbe inicial, permitiendo así que los vehículos y las personas permanecieran casi sobre una montaña que era previsible que se viniese abajo en cualquier momento? Falla notable de las autoridades y de los contratistas, quienes deben saber con mínimo sentido común que bajo un piso mojado, una montaña en movimiento y la lluvia presente lo menos aconsejable era permitir esa multitud de vehículos y personas alrededor.
Quedan ahí dos aspectos entonces: que se adopten estrictas medidas de seguridad en estos casos, privilegiando la vida e integridad de las personas, y se analice a fondo una solución de largo plazo que, dados los avances tecnológicos, bien podría ser un túnel similar al que se construye en La Línea. Cualquier solución es válida para salvar vidas.
La magnitud del derrumbe demuestra la alta vulnerabilidad del sector, el desequilibrio ambiental, la ausencia de una gestión integral del riesgo para identificar la mitigabilidad y enfrentar las amenazas. Tuvo que pasar la tragedia para que el Ministerio del Transporte entendiera la gravedad de las amenazas.
“Tuvo que pasar la tragedia para que el Ministerio del Transporte entendiera la gravedad de las amenazas”.
Editorialito
Pese a los reiterados anuncios para recuperar el espacio público, el parque Santander de Neiva volvió a convertirse en un mercado persa. El corazón de la capital opita está invadido por la informalidad y la piratería, mientras decenas de veedores del espacio, contratados por la Alcaldía, se pasean orondos, sin ningún control. ¿Hasta cuándo?