En solo una semana el presidente Gustavo Petro tomó tres polémicas decisiones que han enviado un pésimo mensaje a la opinión pública.
La llegada de Armando Benedetti al país para ser asesor del Gobierno a pesar de sus múltiples enredos, sorprendió incluso a algunos de los ministros y funcionarios, quienes al igual que la mayor parte de los colombianos, no entendemos por qué el presidente insiste en ‘cargar’ a este personaje curtido de las viejas mañas políticas que Petro tanto aborreció públicamente.
Benedetti además de estar investigado por la presunta entrada irregular de 15 mil millones de pesos a la campaña de Petro, resultó envuelto en un proceso por violencia de género contra su exesposa en España. Ahora lo premian convirtiéndolo en el enlace entre Palacio y el Congreso, con lo que le dan toda la legitimidad y valor a la lapidaria frase que Benedetti le dijo alguna vez telefónicamente a Laura Sarabia, “Sí yo hablo, nos caemos todos”.
La otra decisión fue el pedido que hizo Petro al Gobierno norteamericano para indultar al exjefe guerrillero de las Farc Ricardo Palmera, alias ‘Simón Trinidad’, para que haga parte de la Justicia Especial para la Paz. La petición ya la había hecho el presidente Juan Manuel Santos en el marco del proceso de diálogos con esa guerrilla. Palmera fue capturado en 2004 en Ecuador y extraditado a Estados Unidos, donde fue condenado a 60 años de prisión por conspiración para secuestrar y retener rehenes, incluyendo a tres contratistas estadounidenses. Esta solicitud “de perdón” afianza la percepción de impunidad y contrasta con la inoperancia de la justicia en nuestro país.
La tercera decisión fue la de exigir visa a los ciudadanos británicos que quieran venir a Colombia. Según Petro, se da por principio de reciprocidad, luego de que el gobierno británico anunciara que reanudará la exigencia de visa para colombianos, debido a algunos eventos de corrupción que se han presentado con algunos connacionales en sus trámites de solicitud de asilo.
Con esta decisión, Petro no solo respalda a los colombianos que quisieron hacerse los “vivos” en su trámite migratorio, sino que enmarca todo en un revanchismo diplomático y retaliación que ha generado preocupaciones sobre las consecuencias para la economía colombiana.
Situaciones como estas fueron altamente criticadas por Petro cuando era congresista y en campaña presidencial eran impensadas teniendo en cuenta el discurso y la filosofía de cambio que enmarcó el primer presidente de la izquierda de nuestro país. Hoy, con este tipo de actuaciones Petro no dista mucho de todos aquellos a los que tanto criticó, y mientras lo hace, dilapida una oportunidad histórica para darle otro rumbo a Colombia.