“No hay mal que por bien no venga”, dice el refrán, que perfectamente podría aplicarse al reciente hundimiento del proyecto de acuerdo sobre un millonario endeudamiento en el Concejo de Neiva. Por un error de forma en el trámite de la iniciativa, la ciudad se libró de un grave problema de fondo: la intención del alcalde Germán Casagua de tramitar un crédito por 80 mil millones de pesos para financiar proyectos que, aunque interesantes, no son ni urgentes ni prioritarios para la ciudad, y mucho menos a costa de endeudar aún más a sus ciudadanos.
Es paradójico que Casagua, quien desde el Concejo de Neiva cimentó su camino a la Alcaldía criticando con vehemencia y beligerancia los planes de endeudamiento de su antecesor, Gorky Muñoz, ahora promueva iniciativas exactamente similares. Como buen concejal, lideró la oposición a esos créditos, activando las alarmas entre los ciudadanos y los medios de comunicación. Hoy, como alcalde, parece haber olvidado los argumentos con los que antes defendía con la mejor intención los intereses de la ciudad.
En Colombia, el endeudamiento se ha convertido en una práctica recurrente y nefasta para resolver problemas de caja o presupuestales en el sector público. Es fácil aumentar la deuda, pero pocos se detienen a calcular lo realmente complejo: cómo pagarla. Existen otras alternativas para optimizar los recursos públicos, como combatir la corrupción, reducir el derroche y adoptar medidas drásticas para disminuir significativamente los gastos de funcionamiento.
Si bien es cierto, Casagua ha anunciado recortes por 15 mil millones de pesos gracias a la reducción de la planta de personal y a vacantes sin cubrir, por ahora; aunque este esfuerzo es loable y plausible, resulta insuficiente. También se enorgullece el alcalde de haber renegociado las tasas de interés de créditos existentes, lo que ofrece un alivio transitorio, pero no soluciona el problema de fondo con la deuda. A largo plazo, la pesada carga financiera persiste, y entre más se extiendan los plazos, mayor será el impacto sobre las arcas municipales.
La ciudadanía de Neiva debe permanecer alerta. Es vital que propuestas como estas no prosperen, y, en caso de reaparecer o volverse a presentar, los concejales tienen la responsable obligación de archivarlas. El alcalde, por su parte, debe buscar alternativas viables y, sobre todo, sostenibles para sanear las finanzas municipales y enfocarse en resolver las verdaderas prioridades de la ciudad. Solo así demostrará su capacidad de administrador de lo público, y que es posible alcanzar resultados significativos sin hipotecar el futuro de Neiva y de sus habitantes.