Un ambiente enrarecido

La pugnacidad entre la clase dirigente de nuestro país se ha vuelto el pan de cada día. Pese a que esta realidad no es nueva, sí resulta verdaderamente desconcertante observar la escalada de agresiones verbales y descalificaciones desbordadas entre el fiscal Barbosa y el presidente Petro. Entre el mandatario de los colombianos y la vicefiscal Martha Yaneth Mancera. Y ni qué decir del enfrentamiento entre el presidente de la República y la procuradora general de la Nación Margarita Cabello tras el desacato por la suspensión impuesta al ministro de Relaciones Exteriores.

Al margen de tan polarizado y tenso panorama resulta conveniente referirme a la sensatez, valiosa cualidad personal que alude a la cordura, a la prudencia, a la capacidad de actuar de forma racional en armonía con el principio de coherencia, es decir, siendo consecuentes entre lo que sentimos, pensamos, decimos y actuamos, evitando de esta manera obrar bajo impulsos repentinos que propicien conductas irreflexivas y poco meditadas. En pocas palabras, la sensatez nos lleva a reflexionar antes de actuar.

«Da gusto oír hablar con sensatez». Decía Dostoyevski en su obra maestra Crimen y Castigo. Conveniente reflexión que nos invita a actuar con mesura, pues no siempre somos conscientes de lo que pasa en nuestro interior, pero más grave aún, en ocasiones ni siquiera sabemos hasta dónde nos puede llevar esa falta de control. Recordemos que la impulsividad nunca ha sido buena consejera.

Desde esa línea de reflexión cabría preguntar, ¿cómo tomar conciencia en torno a la importancia de canalizar esos estados emocionales desbordados que a todas luces eclipsan nuestra capacidad de reacción?

Sin duda alguna, potenciando habilidades de autorregulación emocional, siendo dueños de nuestras emociones, más allá de reacciones que nos impiden actuar conforme a nuestra naturaleza racional. En suma, haciendo una pausa y evaluando la situación de manera consciente, evitando que las emociones tomen el control de nuestra propia vida.

Por tanto, si aspiramos a cultivar una convivencia pacífica resulta imperativo que las partes involucradas susciten una atmósfera propicia al diálogo que incorpore parámetros verbales y actitudinales respetuosos dirigidos a promover puntos de encuentros y no de desencuentros, puesto que como lo afirmara el expresidente Ronald Reagan: «La paz no es ausencia de conflictos, es la capacidad para manejar el conflicto por medios pacíficos».

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