La pequeña Isabella camina todos los días de la mano con su mamá hacia la escuela Herminia Escorcia Pérez del municipio de Algeciras, en donde cursa el grado de transición. Su familia está compuesta por Rubén Darío Lasso, el padre, que se dedica a cultivar café en la zona rural del mismo pueblo, su madre Yuritza Rincón, que aparte de ser ama de casa vende mazamorra en un carro especial para este producto y la hermana mayor de Isabella que ya está en el colegio.
Ambos padres trabajan por el sostenimiento de este hogar, el cual ha requerido de mayores esfuerzos para sobrevivir a las crisis económicas, por un lado, porque como comenta Rubén, dedicarse a la agricultura y a las demás labores del campo, a parte de ser ocupaciones arduas, son actividades de mucha paciencia, en las que también influyen aspectos como el alza de los insumos y la cosecha de café o del frijol, que no pueden darse en cualquier tiempo.
Por su parte, Yuritza es una mujer dedicada a las labores del hogar en el que cuida con esmero de las necesidades de Rubén, Isabella y de su hija, la mayor, a la vez que contribuye con la venta de su producto.
Pese a los inconvenientes de la cotidianidad, los padres de Isabella son gente trabajadora y amable, que han sabido superar obstáculos para cumplir sus propósitos y continuar brindándoles a sus hijas una mejor calidad de vida. Constantemente expresan el amor inmensurable que le tienen a ellas, razón por la cual no querían que su hija menor experimentara una etapa de dolor en su adolescencia, debido a lo que era una característica física heredada, en la que ambos padres coincidieron se podía ajustar con un procedimiento estético.
La cotidianidad de esta familia
Isabella, que es inteligente y la consentida de sus padres, se parece mucho más a su mamá, tanto así que el aspecto de sus orejas lo heredó de ella. Cuando se les preguntó a Rubén y a Yuritza la razón de su decisión, ellos comentaron que la forma de las orejas de su hija menor era un factor determinante porque le hacen recordar a Yuritza que durante su infancia soportó los comentarios burlescos que le hacían sus compañeros de escuela y de colegio, una especie de matoneo o bullying que aún le producen nostalgia y que durante mucho tiempo le hicieron tener una percepción equivocada sobre sí misma.
La niña tiene un rostro angelical que denota lo hermosa que seguirá siendo al crecer, posee un carisma dulce que contagia y una avidez que le permite de alguna forma darse cuenta de todo cuanto pasa a su alrededor; en su momento, cuando se le observaba era visible la forma de sus orejas, lo que anatómicamente se le llama antehélix, es decir la parte alta de sus orejas, estaban inclinadas hacia adelante y hacia los lados, haciendo que sobresalieran más que el resto de sus rasgos.
Ella ignora los estigmas que tiene el mundo frente a lo que es diferente, vive tranquila y con los pocos juguetes que le han podido comprar sus padres, imagina innumerables historias; le gusta conversar, aunque denota cierta timidez la cual con el tiempo vence sin temor y alienta a los que están a su alrededor para seguirle un diálogo propio de su edad.
En la toma de una decisión
Con el deseo de proteger a su hija menor, Rubén y Yuritza con ‘mucho sacrificio’ -como ellos mismo indican- en el 2022, se sentaron a conversar y contemplaron la posibilidad de realizarle una operación que ajustara las orejas de su hija pequeña, para evitarle un futuro con momentos de sufrimiento, como los que tuvo que vivir la madre de Isabella cuando apenas era una niña.
En la búsqueda de las opciones para hacer este procedimiento estético, los padres de Isabella optaron primero por consultar la posibilidad de hacerle la cirugía con el destacado médico especialista en cirugía plástica y reconstructiva, doctor Juan Canencio de la ciudad de Neiva. El doctor Canencio además, de informarles en aquella ocasión, el valor del procedimiento, les indicó que Isabella debía tener cinco años cumplidos y tener todos los resultados de los exámenes en los que no se detectara ninguna anomalía.
La razón de ser
Fue así que transcurrieron dos años, y en el 2024, estos padres se acercaron al consultorio del Dr. Juan Canencio e hicieron las gestiones para saber si podían realizar la cirugía de Isabella. Fue precisamente en este proceso, que conmovido y admirado por la firmeza del propósito de los padres de Isabella, además de haber notado los inconvenientes económicos que presentaban para sobrevivir y reunir el dinero de la operación, el doctor Juan Canencio, junto con su equipo de trabajo actuaron haciendo efectiva la integración del caso de Isabella, dentro de su programa RECONSTRUYE: Canencio cambia vidas, el cual dona cada año una cirugía plástica reconstructiva para una persona de la población con menos recursos.
Cuando se le entrevistó al doctor Canencio acerca del caso de Isabella y de las operaciones de este proyecto instaurado desde el 2019, él indicó “existen muchas enfermedades o causas genéticas que con la cirugía plástica reconstructiva se pueden cambiar, para una parte de la población esto no es posible y en ese sentido, con la intención de ayudar, hacemos esta labor”.
Además agregó, “el impacto que tiene este tipo de cirugías, especialmente para las personas que no pueden acceder es muy grande, lo vemos reflejado en los casos que hemos podido operar, y específicamente en Isabella, podrá disfrutar de su cotidianidad y tener un desarrollo psico emocional normal, necesario para sus primeros años de vida”.
Estas intervenciones según explica el médico especialista, se tornan indispensables para la mejora de la calidad de vida, se ve reflejado en la reducción mamaria para mujeres que sufren de senos excesivamente grandes; también con la eliminación de tumores de piel causados por la neurofibromatosis; además la eliminación del exceso de piel en los párpados superiores para adultos mayores quienes ven afectada su visión; y con la otoplastia en niños, para prevenir el acoso o bullying.
Las respuestas del doctor Canencio fueron contundentes, dejando ver que existe un interés genuino de llevar a cabo prácticas de responsabilidad social con las que objetivamente su quehacer como médico y cirujano esté al servicio de la salud y el bienestar de las personas.
Isabella es operada
Posterior al estudio del caso, desde el mes de agosto del año 2024, el equipo del Dr Canencio se comunicó con los padres de la menor y allí comenzaron las diligencias para que la operación estética reconstructiva en las orejas de Isabella, fuera una realidad. Fueron varios días en el que el rumbo de la niña y sus padres estuvieron marcados entre Algeciras y Neiva, salvaguardados en parte por la contribución económica que realizó la misma organización para el hospedaje, la alimentación y el transporte de la familia en la capital del Huila.
Fue el viernes 13 de septiembre del presente año que Isabella, bajo el cuidado de sus padres, con los exámenes autorizados por el anestesiólogo y con la responsabilidad y las habilidades quirúrgicas del doctor Canencio, fue operada de manera exitosa a las 9:00 de la mañana. Afuera de la sala de cirugía, el resto de la familia Lasso Rincón esperó con cierta ansiedad, realizaron las oraciones que su fe les promueve y mantuvieron el optimismo y la tranquilidad que los caracteriza.
Una hora y media después, la niña de seis años que había ingresado con la particular forma de sus orejas, salió en una camilla dormida por la anestesia, con una venda que le cubría las orejas y parte de la cabeza. El cambio físico ya se había hecho y tanto sus padres como su hermana mayor pudieron verla recuperarse.
Se descubrió el cambio
Cuarenta y ocho horas después en presencia de sus padres, el equipo periodístico de LA NACIÓN, el doctor Canencio y las enfermeras que lo asistían, estuvieron presentes para ver como a Isabella se le retiraba el vendaje que le cubría las orejas. Se descubrió la transformación que hábilmente se había ejecutado en la pequeña.
La alegría de Yuritza no pudo ser más notable. Con las manos juntas como en una oración, giraba su cuerpo y tocaba su rostro, incrédula de lo que sus ojos veían. A la par, observaba la reacción de su esposo y su hija.
La sonrisa y sorpresa de cada una de las personas presentes en el consultorio fue grata, cada uno estaba pendiente de la reacción que tenía la niña. Mientras esto pasaba, Isabella, tomó el espejo que el doctor le dio cuando ya habían retirado el vendaje y habían realizado la curación, se observó con curiosidad en el espejo explorando la forma de su rostro con el cambio en sus orejas, tal vez viéndose con asombro desacostumbrada a lo que siempre se había reflejado en el espejo. Yuritza le preguntó si se sentía feliz y la respuesta de Isabella fue esbozar su sonrisa mientras afirmaba con la cabeza, Rubén quien estaba en silencio, también sonrió, aliviado de la respuesta positiva que tuvo por parte de su pequeña hija.
El porvenir de la familia
“Fue inesperado, tanto nosotros, como mis hermanos estamos contentos por este beneficio. Confiamos en el doctor porque ya teníamos la recomendación de otra persona a la que el doctor había operado, que él es un buen doctor y que no cualquiera hace esta labor tan bonita y significativa, sobre todo para evitarle sufrimiento en el futuro a mi hija”, fueron las palabras de Yuritza posterior a la cirugía de Isabella.
Rubén por su parte, quien es de pocas palabras, manifestó la felicidad que siente por su pequeña hija y por el rol que tienen como padres, porque lucharon constantemente para lograrlo y fueron recompensados con lo que él considera, fue “una bendición de parte de Dios y sobre todo por la generosidad del doctor Canencio”.
Ahora lo que esperan estos padres, es que sus hijas sigan gozando de su niñez y juventud con tranquilidad, sin que su salud física y emocional, sean afectadas por la crueldad e imprudencia de quienes las rodean, y que, al contrario, en el caso de Isabella pueda seguir fortaleciendo su autoestima y hallando otras oportunidades, tal como las que encontraron cuando el Dr Canencio tocó las puertas de sus vidas.