El país debe tomar otro rumbo. Uno distinto al anterior, y evidentemente, diferente al actual, rescatando los aciertos del pasado, que son muchos y las buenas intenciones del presente; pocas convertidas en realidad. El camino no puede ser el mismo que hemos recorrido por décadas, debemos aprender de los errores cometidos, y para eso se requiere de decisiones diferentes, bajo otra lupa o pensamiento. Una que implique renovación y transformación.
Acertadamente Albert Einstein dijo, “los problemas creados con un nivel de pensamiento no podrán ser resueltos con ese mismo nivel de pensamiento”.
Y eso es una realidad, se hace necesario cambiar la forma de ver las cosas, necesitamos de líderes que las vean diferentes. Si seguimos haciendo lo mismo, y eligiendo a los mismos líderes, los resultados no serán otros. La famosa teoría del péndulo debe mirarse desde otra óptica. Eso de que el elector va de un lado para el otro, de derecha a izquierda, es una forma simplista de analizar las cosas. El recorrido del péndulo en Colombia se debe enfocar en otra dirección, una que no implique extremos, sino concertación. Por eso la única forma de dar un giro real en las próximas elecciones presidenciales en nuestro país, es entendiendo dos cosas.
Primero que se requiere unidad. Unidad de país. No más divisiones, peleas, odios, mentiras, insultos y diatribas, mientras la gente en la calle no tiene posibilidades, y en el campo se vive nuevamente el miedo de la violencia. Esto no es un tema de buenos o malos, esto es de colombianos. Y somos los colombianos unidos los que podemos sacar adelante nuestra patria. O ¿Cómo le ganamos a Uruguay con solo 10 hombres?, púes trabajando unidos.
Lo segundo es que esa unidad de país no se puede lograr con los candidatos de siempre. No más de los mismos que han intentado cosechar votos, sembrado en la senda de odios que señalan siempre al otro como el malo. No más candidatos que se mimetizan engañando incautos, arropándose con la cobija del que mejor les convenga o prometiendo un cambio, que solo es para ellos. Colombia necesita gente nueva, fresca, con conocimiento, carácter y visión distinta a la del sectarismo que arrastramos desde el siglo pasado. Necesitamos un candidato cercano, no populachero. Uno con carisma y empatía, no con simpatía, que corrija el rumbo que llevamos, eso es lo que necesitamos: Un candidato diferente.
Y es más fácil encontrarlo en la academia, que en la política tradicional. Eso es claro.