Ha sorprendido el silencio que algunos sectores de la sociedad colombiana han guardado en torno a la grave situación de orden público que vive el departamento del Cauca y en especial con casos como el registrado la semana pasada cuando un artefacto explosivo activado por disidencias de las Farc mató a un niño de 12 años de edad.
Como es bien sabido, el viernes pasado, en horas de la tarde, disidentes detonaron una ‘bomba’ a las afueras de Miranda, Cauca, en la vía a Corinto. La onda explosiva, dirigida a un camión militar, terminó fue impactando a un mototaxista que llevaba en su motocicleta a una señora con su hijo.
Emma Mercedes Ipujan, de 47 años de edad, y su hijo, Yhan Steban Villafañe Ipujan, eran quienes viajaban junto a Luis Ovidio Rodríguez, de 67 años en su motocicleta. Como era costumbre, doña Mercedes llevaba al pequeño a estudiar en una institución educativa de la región. El estruendo y alcance mortífero del artefacto explosivo mató instantáneamente al pequeño Yhan Steban. Videos que circularon por redes sociales mostraron esos momentos dramáticos e impactantes de lamentos por parte de los adultos heridos.
La madre del menor y el mototaxista fueron auxiliados y trasladados a Cali. El hombre murió horas después cuando era intervenido quirúrgicamente. Doña Emma Mercedes sigue grave, luchando por su vida, y no pudo estar ayer en las exequias para darle el último adiós a su hijo.
De esta magnitud, es el horror de la cruenta violencia desatada por las disidencias de las Farc en el Cauca y otros departamentos del suroccidente del país. Es una violencia sin control.
Lamentablemente, por cuenta de la polarización, la ideologización y los enfrentamientos políticos, algunos se han abstenido de condenar con dureza este tipo de hechos. La verdad es que no hacerlo, solo por no disgustar o incomodar al Gobierno de turno, es hacerle un favor a los violentos.