Absolutamente de cierto está, que Gabriel García Márquez se fue dejando una vasta e importante producción literaria. Pero probablemente el aporte más significativo que deja al colectivo social, es el que se halla en la coyuntura de su vida. El hecho de ser inmenso a punta de trabajo, esfuerzo y dedicación.
Me siento profundamente satisfecho de haber nacido en esta época. Ciertamente creo que la globalización hace que lo mucho sea, de manifiesto, más asequible, y por tanto, se facilite cuantiosamente la vida. Aunque debo reconocer que en la segunda mitad del siglo pasado se alcanzó el pico más alto de construcción intelectual para el país. Este argumento lo sustento en las producciones literarias -con las corrientes de pensamiento de sus autores-,las manifestaciones culturales de distinta índole, la construcción de sobresalientes y admirados políticos con sus respectivas ideologías personales y partidistas; también, la que considero ha sido la más destacada agrupación de juristas en las más encumbradas cortes, prominentes enfoques periodísticos con actuaciones memorables de valientes y comprometidos comunicadores, y en fin, un innumerable desfile de hombres y mujeres que con sus acciones han enriquecido de manera contundente el pensamiento nacional y regional.
De aquellos personajes, con una acentuación muy especial en su nombre, se encuentra el gran Gabriel. Reitero, más allá de su maravillosa obra, lo que quisiera rescatar en el comento es la coyuntura de su vida. Gabito (y me atrevo llamarlo así, pues a través de sus textos aprendí a reconocerlo como el más entrañable de mis amigos) es un símbolo absoluto de lo que debe ser el fundamento del actuar en una existencia plena y productiva. Él es en si mismo la prueba fidedigna de que el éxito y la gloria llegan también con esfuerzo, dedicación, preparación, paciencia, entrega y pasión; y que así, y nada más que así, los triunfos tienen un sabor diferente, más satisfactorios, más reconfortantes.Son una majestuosa ambrosía.
Y para allá va el cuento. Si la gente, orgullosa de tu tiempo como yo, tuviera -y me incluyo- un toque de esa chispa, la cosa cambiaría bastante. Si los que nos formamos con la intención plena de aportar a la comunidad, cultivamos ese germen, del Huila, desbordante como lo es de materia prima, se reproducirían con desenfreno infinidad de “Gabitos” muy opitas.
No es utopía. Cuanta abundancia no existe de personas, ilustres por demás, que con la sola fuerza del alma han podido recalar en talludas posiciones. De tumbo en tumbo pues, estoy totalmente seguro, en este momento nacen, crecen y se robustecen en las aulas y bibliotecas, o solamente alumbrados por la luz del conocimiento en la sencillez de un libro, todo el grueso prominente del futuro del departamento.
Gabo se aparta de este mundo en el ferrocarril amarillo que se dirige al infinito. El olimpo de los inmortales lo espera, ansioso de tenerlo, por supuesto. Pero su esencia, esa que arguyo en este texto, seguirá inspirando y mostrando el camino a aquellos que todavía le apuestan a cultivar la integridad en el pensamiento y en el actuar.
Ojalá ese virus se propague. Quien sabe, tal vez la producción intelectual de la mitad del centenario pasado, se queda corta con la generación que reverdece hoy en día.