Con el triunfo de las fuerzas aliadas contra Hitler en el verano de 1945, los Estados Unidos de Norteamérica emergieron como la gran potencia de occidente, la principal fuerza de contención contra el socialismo y el mejor aliado de las derechas en el mundo.
Esto no ha impedido que algunas revoluciones de liberación nacional y de profunda democracia resulten triunfantes, como las de Vietnam, Laos, Camboya y Corea del Norte en Asia. Las de Cuba, Nicaragua y Venezuela en nuestra América Latina. Que África haya salido triunfante en su proceso de descolonización y que América Latina viva su segunda primavera de avances democráticos con gobiernos progresistas de izquierda en México, Honduras, Guatemala, Colombia, Brasil y Chile.
Hoy los Estados Unidos son una potencia en crisis. Su crecimiento económico se ha ralentizado. Con un incremento del 1.75% en 2022 y 2.5% en 2023 de su PIB, bastante por debajo de La China, la segunda potencia mundial; su liderazgo universal languidece.
Algunos de los mejores economistas pronostican que antes de cinco años serán superados por la potencia asiática, pero su mayor problema está en la pérdida de valores y el colapso moral que la afecta. Continuamente se están presentando masacres en establecimientos públicos, en colegios y universidades, donde los ciudadanos son atacados por desquiciados mentales. Sus gobiernos quisieron resolver el problema de las drogas (marihuana, cocaína, fentanilo, metanfetamina, heroína, etc.) mediante guerras contra el narcotráfico en los países productores, que resultaron en un fracaso tan grande como la prohibición del alcohol de los años veinte del siglo pasado.
También sufre una crisis política e institucional. Que un presidente, al finalizar su mandato como Donald Trump, promueva un asalto al parlamento buscando perpetuarse en el poder e impedir la posesión de su sucesor, es sintomático de esta descomposición. El bipartidismo de demócratas y republicanos está haciendo agua en los Estados Unidos.
Sus dos candidatos para las próximas elecciones del 5 de noviembre, el demócrata Biden y el republicano Trump, están acusados ante la propia justicia norteamericana. A Trump se le siguen juicios por varios delitos, y Biden tiene un proceso en la Cámara por presunto tráfico de influencia a favor de su hijo Hunter. También podrían buscar su inhabilitación por la supuesta demencia senil.
La realidad es que la corriente más progresista del Partido Demócrata está muy desilusionada de su presidente por el apoyo a Israel en el actual genocidio contra el pueblo palestino. El mundo mira con ironía esta lucha por la presidencia del país más poderoso de la tierra, entre dos ancianos caudillos, el uno de 77 años y el otro de 81 y se pregunta ¿Cómo puede ser esta la primera democracia del mundo?