Una profesión explosiva

Carlos Julio Melo García el ‘químico’ lleva 53 años en la profesión.
El oficio del polvorero no se aprende en ningún centro educativo; es una tradición familiar, de padres a hijos o yernos, que a  pesar de los altos riesgos mantiene la chispa de la vida. Están expuestos a afecciones pulmonares, pérdida del oído, intoxicaciones permanentes y quemaduras graves que los llevan a la muerte.

Son creadores de castillos e ilusiones de un arte inventado para la guerra en china. Son los primeros invitados a ferias, patronales y fiestas que iluminan de alegría con sus artefactos. No les temen a las llamas aunque estas les han dejado cicatrices en sus cuerpos y almas.

Para ellos nada es importante cuando están en juego la imaginación y el placer de ver a las multitudes arrobadas con los espectáculos de luces.

Es el caso de los Lozano, propietarios de la polvorera La Unión ubicada en zona rural de Palermo, la profesión se ha llevado tres de sus seres queridos, el abuelo de quien heredaron el oficio, una hermana y un tío, en hechos ocurridos hace más de 35 años.

“Cuando murió mi hermana, le rogué a mi padre que no trabajara la pólvora pero me respondió que era lo único que sabía hacer en la vida y falleció quemado. Yo siempre fui distante de todo esto, me aleje cambie de ciudad, pero resultó que mi esposo heredo el oficio y volví a vivir en una polvorera”, manifestó Luz Marina Flor Ardila, entre lágrimas.

Aunque agradece que gracias al negocio han sacado adelante a sus hijos y han construido lo que tienen.

Donde viven es un espacio campestre,  amplio rodeado de agua, la residencia está ubicada a escasos metros de la fábrica donde trabajan seis hombres en temporada decembrina y tres el resto del año.

Han sufrido dos incidentes, uno hace más de 15 años, una pasta que tenían secando recibió mucho sol y se encendió, afortunadamente era la hora del descanso y no había nadie en la fábrica, pero perdieron todo.

El otro fue hace poco, una chiva de una casa cercana masticó unas pastillas y se quemó, el animal duro una semana más, pero se complicó y fue sacrificada.
 
EL QUÍMICO

En la fábrica todos son familiares, tíos, primos e hijos, excepto el ‘químico’ un hombre de 70 años que ha dedicado 57 al oficio, aunque ya es de la familia, ha trabajado desde la época del abuelo. Él tiene en su cabeza las fórmulas de cada elemento y dice que será su secreto hasta la tumba.

“Lo aprendí en Cundinamarca en Mesitas del Colegio a los 13 años, en ese entonces los niños trabajábamos como adultos, ahora se le da trabajo a un chino de esos y acaba con el negocio en segundos”, contó Carlos Julio Melo García.

Dice que las formulas las aprendió a través de libros y la práctica, en su vida solo ha tenido un incidente, “en la elaboración hay que tener cuidado al no ir a machucarlos, no estar impregnado de algunos químicos e ir a manipular otros porque con cualquier fricción se prende. A mí me paso con una lucería tenía mucho reguero y se prendió y me alcance a quemar los brazos” contó.

No le gusta usar tapabocas al realizar las mezclas, a pesar que lo obligan, “respiro más pólvora con el tapabocas porque me siento ahogado”, alega con su rostro y cuerpo negro lleno de pólvora.

Argumenta que a la fecha no sufre de nada, no utiliza gafas y la gripa no le ha dado en años, cree que la pólvora lo hizo inmune a todo.

Por cosas del destino llego al Huila, luego de huir de Chaparral Tolima después del asesinato de sus padres. No se casó y vive con una hermana, cuenta que es el único polvorero de los viejos que queden en el departamento,” le estoy mamando gallo a la vida”, dice entre risas.
 
SE EXTINGUE LA CHISPA

Desde el 2001, año en que la fabricación y venta de pólvora  fue declarada altamente peligrosa por las cifras de niños y adultos quemados, los registros policiales son infaltables y cada vez menos flexibles.

“En esta época persiguen más la pólvora que a  los ladrones, las medidas en parte son buenas por los piratas que riegan los elementos en todos lados sin control”, explicó Jesús Eloy Lozano mientras inserta unas mechas.

Dice que le duele cada vez que  se entera que un niño resulta afectado, pero no se siente culpable, “es responsabilidad de los padres, nosotros no le vendemos nada a un menor de edad”, aclara.

El químico agrega que las restricciones están acabando con artículos como los buscaniguas y borrachos, además los materiales no son puros, “ahora utilizamos el nitro rebajado el mismo que utilizan para los abonos, nos tocó cambiar las formulas”.

Cree que el trabajo de polvorera está en extinción,” al paso que nos lleva el Gobierno vamos a desaparecer”.
 
CIFRAS

En lo que va del 2016 se han presentado 10 casos en Neiva de personas quemadas y uno en Pitalito una pequeña sufrió quemaduras de primer grado tras ingerir una mecha que luego se le exploto en la boca, la pequeña la tomo de una cancha de tejo.

En la noche de las velitas a nivel nacional se presentaroncuarenta y cuatro personas entre ellos 17 menores de edad resultaron quemados, el mayor número se presentó en el Valle del Cauca con 12 casos, el más grave se presentó en Buga donde un menor perdió parte de sus dedos, en Galapa, Magdalena, una menor resultó lesionada en uno de sus ojos. En Medellín, Manizales y Pereira se presentó un menor herido por ciudad.
 
MÁS SEGURIDAD

Doña Luz Marina dice que ya se acostumbró al peligro, sin embargo aclara que la profesión ha mejorado, “antes todo era a hacha y machete, ahora mi esposo tiene todas las precauciones y trabaja de la mano de  bomberos y demás autoridades”, contó.
 
 


Los hombres trabajan en lugares amplios con luz natural para evitar sustos con la electricidad.
 

Tres generaciones llevan la pólvora en sus venas, aprenden viendo.
 

Jesús Eloy Lozano, lo heredó de su padre y abuelo.

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