Con menos certezas que interrogantes, Maduro inició su tercer mandato que le suma al chavismo un cuarto de siglo en el poder. Un período de la historia muy amargo no solo para Venezuela sino para el resto del hemisferio.
Así, desde el momento en que el chavismo hizo su calamitosa aparición, las relaciones bilaterales entre Caracas y Bogotá han tenido altibajos. Con los presidentes Pastrana, Uribe y Duque las cosas no fluyeron del todo bien, no solo por un tema ideológico sino por un asunto estratégico (seguridad nacional). Dicho de otra manera, la conexión entre guerrilla y chavismo fue, por ellos, bien ponderada como una amenaza a los intereses vitales del país.
Con Santos las cosas fueron menos agrias. Chávez, el nuevo mejor amigo de Santos, fue el motor del acuerdo para legalizar a las FARC; tiempo después Maduro acusó al mismísimo Juan Manuel Santos de mandarlo asesinar.
Ahora bien, gracias a la información proveniente de la Fiscalía del Distrito Sur de Nueva York, los EE.UU. han aumentado (a USD 25 millones de dólares) la recompensa por Maduro y Cabello, resaltando la ya histórica relación entre chavismo y guerrilla a través del narcotráfico. Dicha alianza sellada al amparo del tráfico de estupefacientes y del sofisma ideológico del “progresismo” es lo que ha llevado a que millones de colombianos lógicamente no crean en la “paz” de los guerrilleros.
La misma relación entre narcotraficantes y guerrilleros condujo a que, en los años 80´s, el general Fernando Landazábal Reyes asesinado por las mismas FARC en 1998, hablara de las narcoguerrillas.
De hecho, El País (de Cali) dice en su publicación de ayer que “Según la justicia norteamericana, en 2015 Diosdado Cabello habría entregado personalmente ametralladoras, municiones y lanzacohetes a las Farc en una base militar en Venezuela como pago parcial por la coca que esta guerrilla habría entregado al Cartel de los Soles”.
Razón suficiente para que el chavismo tenga que autoproclamarse como un movimiento pacifista y señale a sus opositores como fascistas, mafiosos y guerreristas. Por su parte, los guerrilleros en Colombia repiten, y repiten, la misma catilinaria.
Además de los crímenes que han cometido contra la humanidad, los guerrilleros se han aliado con los narcotraficantes para financiar su voraz apetito capitalista y avidez por la guerra. Lo que ha valido para que cualquier ciudadano medianamente informado, y sin inclinación alguna al crimen, se ubique lógicamente en las antípodas de los guerrilleros.
En medio de toda esta crisis desatada por la consumación del fraude electoral en Venezuela, los presidentes Uribe y Pastrana han planteado dos opciones diferentes y ambas sin asidero práctico.
Aplicar la Carta Democrática Interamericana es un asunto de voluntad política y de consensos en la región donde la causa marxista es religión y la intervención militar impracticable dadas las condiciones internacionales. Ambas opciones sugieren, muy en el fondo, que en Venezuela todo podría seguir igual.