Una vez las islas fueron ejidos de Neiva

El escritor e historiador Reynel Salas Vargas se suma a las crónicas, entrevistas y análisis que viene publicando LA NACION con motivo de la celebración de los 400 años de la tercera y definitiva fundación de la Ciudad de Neiva. LAS HUELLAS DEL TIEMPO El escritor e historiador Reynel Salas Vargas se suma a las crónicas, entrevistas y análisis que viene publicando LA NACION con motivo de la celebración de los 400 años de la tercera y definitiva fundación de la Ciudad de Neiva. Hoy, la historia del Procurador General  José Joaquín Pérez, quien  inició un proceso judicial con el propósito de recuperar la propiedad de las islas que forma el río Magdalena cuando pasa frente a la ciudad. . Reynel Salas Vargas Especial LA NACION Hace doscientos años el Procurador General y Padre de Menores de Neiva,  José Joaquín Pérez, en cumplimiento de sus responsabilidades como veedor de los bienes de la comunidad,  inició un proceso judicial, con el propósito de recuperar la propiedad de las islas que forma el río Magdalena cuando pasa frente a la ciudad. Su actuación estaba respaldada por las acciones realizadas por sus  antecesores, quienes también buscaron el restablecimiento de la posesión. La decisión de Pérez, como se afirma en el memorial que presentó ante la autoridad competente en septiembre de 1812, se fundamenta  en la convicción de “que la inaccion de los Cabildos anteriores junto con la avaricia sus perspicaces dueños de La Manga han dado márgen para que estos últimos poco á poco con mañas i con capciosidades se hayan querido hacer dueños de la isla que está entre el cauce por donde corre ahora el río de la Magdalena, i del, en que corria el brazuelo que corre a orillas de las tierras de la Manga”. La actuación del Procurador General resulta plausible, dadas las circunstancias en las que tuvo ocurrencia. Su antecesor, quien autorizó a algunos ciudadanos para que rozaran parte de la isla y plantaran sementeras, fue demandado por Fernando Salas ante el Tribunal Superior de Justicia. Salas, que era una persona influyente en la época en que se declaró la independencia de la provincia de Neiva, aparecía como dueño de las islas,  en virtud de que dichos terrenos eran considerados por él como parte integrante de la hacienda de La Manga, que era de su propiedad. Esta hacienda consistía en un globo de tierra localizado en el actual municipio de Palermo y alinderado al Norte por la  quebrada de Cuisinde, al Sur por la quebrada de la Boa, al Oriente por el río Magdalena y al Occidente por los filos de San Miguel y Portachuelo. En consecuencia, el opositor que tenía frente a sí don José Joaquín no era de poca monta. Don Fernando, quien cuatro años después subiría al cadalso para convertirse en uno de los mártires de la independencia de la Provincia de Neiva, tenía posesiones y prestigio social. A pesar de las pocas probabilidades de éxito, el Procurador siguió adelante con  los trámites. Para ello solicitó que recibiera la declaración de 6 testigos, mayores de 80 años, “temiéndome que puedan fenecer los testigos por su abanzada edad  a quienes debe constarles la propiedad que la ciudad tiene a la Isla”. Además,  solicitó que se notificara a don Fernando Salas del proceso que se había iniciado contra parte de sus propiedades. El primer tropiezo del Procurador lo tuvo cuando Salas se negó a notificarse. En efecto, “en veinticinco de setiembre de dicho año, hice igual notificación al señor D. Fernando Salas, impuesto dijo que se daba por citado, i firma de que doy fe. En este estado espuso que no se daba por citado, ni firmaba la dilijencia”. A pesar de la negativa de don Fernando, la diligencia para obtener el testimonio de los declarantes continuó. El 25 de septiembre compareció Manuel Cerquera de cien años de edad, más o menos; el 27, Fernando de Tobar, de 80 años; el 30, Rodrigo de la Cruz Torrejano, de 80 años; y el 1 de octubre, Antonio Palomares, de 90 años, más menos. Los declarantes que presentó el Procurador General como testigos para probar que las islas eran de propiedad del municipio coincidieron en afirmar que dichas islas no existían en las primeras décadas del siglo XVIII. Según sus palabras, la mayor parte del caudal del río pasaba más inclinado hacia lo que hoy son tierras de Palermo, las cuales, en la época que nos ocupa -principios del siglo XIX-, correspondían a la hacienda de La Manga. La declaración de Manuel Cerquera es precisa: “A la tercera dijo que desde que abrió los ojos, conoció corriendo el rio de la Magdalena, arreinado a la vega de Opia por el último brazuelo, 4. que iba a desembocar a la boca de Gallinazo por donde era el paso real, que por donde ahora corre el río de la Magdalena coria el rio del Oro, que para que la ciudad tuviera agua del Río-grande se necesitaba hechar céquia por la cabesera de la Isla lo que ejecutaba muchas veces doña María de Losada mujer que fué de D. Nicolás de la Hermosa, dueña entonces de Matamundo i así mismo es que en una de las hechadas de la céquia, se introdujo el río que en tres corrientes, se agolpó todo por donde va ahora. A la quinta dijo que cuando se mudó el rio fue enteramente, dejando la Isla entera a la otra parte, dividida con el que hoi es el último brazuelo que entónces dejó de ser el cauce. A la sexta dijo, que con motivo de haberse parado el rio a este lado D. Julián de Buendía que era dueño de la hacienda de la Manga, pretendió hacerse dueño de la Isla, que no sabe por qué título o motivo pretendía la propiedad a ella pero que el citado Buendía, hechó de la Isla  algunos labranceros, entre ellos a Tiburcio tio del declarante, pero que también sabe hubo oposicion, i que el Cabildo volvió á dar arrendamientos, á los mismos que D. Julián de Buendía había despojado;  que el Tiburcio Cerquera que fue uno de ellos, puso desde entonces barqueta para pasar a un lado a otro que Juan José Cerquera  padre del declarante, Pedro Bermúdez i Alejandro Molano, quedaron pagando rédito al Cabildo, que los demas no volvieron por que ya se les habia perdido la labranza, que esto le consta  por que ántes que se pasara el río á esta parte, iba a la Isla siempre que  le ofrecía, i después  que ya corría por esta parte pasaba en la barqueta de su tío Tiburcio, que esta la verdad en fuerza de su juramento que ha presentado en el que se afirma y se ratifica: dijo es mayor de cien años mas o menos y que no firmaba por que ya no podía por lo que rogó á D.n José Ignacio tovar por el” . También hay acuerdo en el testimonio de los declarantes cuando dicen que esas tierras siempre habían pertenecido a la ciudad. La afirmación de Rodrigo de la Cruz Torrejano es clara cuando expresa “que oio decir que era de los propios de esta Ciudad, antes de que la hacienda de la Manga fuera de don Julian de Buendía y que jamás oio decir que la cita Ysla hubiera correspondido, á su tio don Diego de Ospina, como dueño que fue de la Manga”. Si bien es cierto, los testigos coincidieron en sus afirmaciones sobre el cambio en el cauce del río, fenómeno que trajo como consecuencia las islas en las que hoy se proyecta construir un hermoso parque, sus recuerdos no son similares cuando se trata de determinar la causa que generó ese fenómeno. Según Antonio Palomares, por ejemplo, la causa fue una acequia que hizo un maestro de escuela con sus alumnos. “A la cuarta dijo, que no se acuerda qué motivo hubo para que el rio se pasara á donde se hallan  haora, pero si le consta que las mujeres i el Maestro de Escuela con los discípulos, hiban  Abrir la sequia para que viniera Agua del río, pero que por donde éste corre  haora habia un brazuelito que se secaba enteramente y solo corría Agua del rio Loro”. Podría pensarse que ante testimonios tan completos la contraparte se vería compelida a aceptar las pretensiones del Procurador Pérez. Sin embargo, su actitud fue otra. Tal como lo había hecho al comienzo del proceso cuando se negó a ser notificado, Fernando Salas continuó oponiéndose a su desarrollo. Su primera acción estuvo dirigida a impugnar el mérito de las declaraciones. Al respecto, “se negó diciendo que las declaraciones que se iban a tomar eran nulas cuyas exposiciones me precisan validarlas por medio de las ratificaciones que pido a vuestra excelencia se sirva practicar haciendo comparecer a los expresados testigos y que a presencia de Salas presten el juramento de estilo y fechas estas diligencias se me devuelvan originales para hacer de ellas el uso que me corresponde que asi es justa”. A su turno, cuando el juez de la causa aceptó la solicitud de Salas de que los declarantes se ratificaran, adujo que el pleito tenía vicios de procedimiento. En efecto, “dijo que recibe la notificación respecto á que el Juicio posesorio no está realizado y que el pleito no está entablado á derecho”. Finalmente, en el momento en que fue citado para que estuviese presente en las ratificaciones pedidas por él, no asistió, alegando  “que se resiste a lo que ha espuesto en las anteriores notificaciones bajo las protestas que tiene echas en sus presentaciones i oposición a éste paso y la de la nulidad que tiene opuesto”. A pesar de la oposición manifestada por D. Fernando Salas, las ratificaciones se hicieron sin su presencia. Por desgracia, difícilmente podremos saber en qué terminó el que parecía un justo pleito para la ciudad, muy parecido a los que se llevan a cabo en estos días con motivo de la ley de restitución de tierras para los desplazados por la violencia. Según el número 7 del periódico El Municipal, editado en Neiva el 15 de octubre de 1884, en cuyo contenido no hemos basado para escribir estas líneas,  las conclusiones se publicarían en el número siguiente, pero éste no se encuentra en la colección que conocemos.

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