Vegalarga, 365 días de amarga historia

Un año después del carro bomba que terminó con parte del corregimiento de Vegalarga, sus habitantes aún viven entre los escombros. Un año después del carro bomba que terminó con parte del corregimiento de Vegalarga, sus habitantes aún viven entre los escombros. Promesas incumplidas, olvido y desesperanza, hacen parte del panorama. LA NACIÓN visitó el lugar y revive la historia. CAROLINA AMÉZQUITA CASTRO LA NACIÓN, NEIVA Como si el tiempo no hubiera pasado, los habitantes del corregimiento de Vegalarga aún conviven con los rastros del terrorismo y la zozobra constante. A pesar de las promesas y visitas del alto gobierno -nunca antes hechas a la localidad- la situación sigue igual. La comunidad perdió la fe pero lucha por subsistir dignamente. vegalargaMás que un corregimiento habitado, hoy Vegalarga parece un museo de guerra. Viviendas destruidas, cuadras deshabitadas y miles de recuerdos que permanecen en la memoria de cada uno de sus habitantes, hacen parte de su amarga historia. Cada hecho violento, cada ataque guerrillero o carro bomba detonado, mantiene intacta sus huellas en la localidad. La más reciente fue la registrada hace un año, cuando una camioneta Chevrolet Dimax blanca de placas TZX 912, fue abandonada con 120 kilos de explosivos sobre la vía principal del corregimiento, a tan solo 20 metros de la galería. La detonación, aunque controlada, ocasionó serias afectaciones en las viviendas ubicadas a su alrededor, cuatro quedaron totalmente destruidas, entre ellas la iglesia y el colegio, doce más seriamente afectadas. Las autoridades atribuyeron el atentado al Frente 17 de las Farc. Las únicas dos instituciones que recuperaron su infraestructura, fueron la iglesia y el colegio Roberto Durán Alvira, aunque el resultado se debe al esfuerzo conjunto de sus integrantes. Al ver la estructura renovada, fortalecida, luego de haber sufrido serias afectaciones que acabaron con varios de sus salones, Mabel Patricia Leiton, coordinadora encargada de la institución académica, recuerda que iniciaron la normalidad académica ocho días después de la bomba. “Empezamos clases incómodos, en los pasillos, en los pocos salones que quedaron… luego la misma comunidad nos ayudo mucho para los arreglos, sacamos los escombros y empezamos a reconstruir”. La docente afirma que los arreglos se realizaron rápidamente gracias al apoyo decidido de la comunidad y a unos fondos económicos que la institución tenía. “Ahora esperamos a que la aseguradora responda por los daños materiales”. Sin embargo, las afectaciones no fueron solo físicas, según la maestra, luego del atentado las matrículas se redujeron a la mitad. “Ahora tenemos normalidad académica, pero con matricula baja, el número de estudiantes disminuyó considerablemente, el año pasado habían cerca de 400, este año solo hay un poco más de la mitad”. La mayoría de los alumnos se fueron a estudiar a Neiva, o se matricularon en instituciones ubicadas en las veredas y no volvieron. Es el caso de Eliana Mora Pascuas, estudiante de grado Octavo, quien comentó que una vez pasó el atentado su familia se radicó en Neiva. “Nos fuimos para Neiva el resto de año por miedo a las bombas, este año regresamos porque mi papá tiene una finca y no la quería dejar más tiempo sola. Ahora creo que la situación ha cambiado mucho porque hay más Ejército, más protección, la gente anda más tranquila”. La situación no fue diferente para la Iglesia, en cabeza del padre Hugo Ferney Narváez. La totalidad de los arreglos sumaron un valor aproximado a los 30 millones de pesos. “Pues inicialmente se dijo que nos iban a ayudar pero nada. La Diócesis de Neiva reunió el dinero con ayuda de todas sus parroquias y fieles, gracias a Dios pudimos hacer todas las mejoras”. Exigen reconstrucción Con un tesón admirable, los afectados ponen uno a uno los nuevos ladrillos de sus viviendas, conseguidos con el fruto de su esfuerzo y trabajo. Eliseo Calderón, propietario de una de las casas que quedaron totalmente destruidas, revuelve con su pala el cemento para continuar con los arreglos mientras afirma: “La situación aquí es caótica, luego de que vinieron los ministros, el Alcalde, el Gobernador y mucha gente más que nos ofrecieron ayuda, hasta la fecha no hemos visto nada”. El hombre, cabeza de familia compuesta por dos hijos y su esposa, con quien laboraban hombro a hombro en la panadería que les daba el sustento y también perdieron en la explosión, sostuvo que un año después, solo recibieron una remesa que les fue entregada durante los días posteriores a la tragedia. “Nos censaron, vinieron los bomberos, Acción Social, de mi casa dijeron que teníamos que tumbarla toda, que nos iban a ayudar, pero hasta la fecha ni siquiera he recibido una hoja de zinc”. Sin embargo, las ganas de salir adelante y vivir en familia con la mayor tranquilidad, son más fuertes que el olvido del Estado. “Me metí en una deuda para arreglar mi casa, construir y seguir trabajando, ahí estoy debiendo pero no puedo sentarme a esperar”, dijo Calderón. Tan solo para esta familia, los daños de la vivienda y negocio suman aproximadamente 64 millones de pesos. “Teníamos una buena panadería y todo el mobiliario se dañó, no quedó nada. Empezamos a reconstruir hace como siete meses, esperamos terminar a finales de marzo para poder pasarnos… aunque para seguir con el negocio necesitamos el plante para volver a comprar todo”. La familia Calderón aún soporta el exilio, inicialmente se hospedaron en la vivienda de una vecina y luego donde un familiar, pero desde hace un año andan errantes por la vida. “Tuve la familia en Cartagena del Chairá como tres meses, yo me quedé mirando como arreglaba. Luego un cuñado nos dejó una casa con negocio para que estuviéramos ahí y aún seguimos ahí, esperando a ver cuando podemos volver a nuestra casa”. Sin hacer parte del conflicto armado que tiene el país, estas familias viven en carne propia los rigores de una guerra sin sentido, la misma que hoy los mantiene desubicados, luchando por volver a tener lo poco que habían conseguido. ‘No nos sacan ni las bombas’ Para Oliverio Osorio, propietario de una vivienda destruida, donde además funcionaba su miscelánea, las promesas hechas en la visita de los ministros y funcionarios del alto gobierno, se quedaron solo en eso. “No nos dieron sino promesas, aquí estuvo el Ministro de Defensa, la de Vivienda, el senador Chávarro, hicieron grandes promesas al corregimiento y tampoco hicieron nada, se olvidaron totalmente de nosotros. Desde hace un año hemos tratado de reconstruir esto en todo sentido, en la parte física y también moral, ya no tenemos ni ilusiones porque hace tiempo vienen ofreciendo promesas muy buenas pero de ninguna manera uno ve la ayuda por parte del gobierno”. Oliverio, quien poco a poco ha ido reconstruyendo su casa con ayuda de sus hijos, observa la afectada estructura mientras apila los restos de machimbre, fue necesario cambiar todo el techo. “Perdimos la esperanza…uno cree que el gobierno si le va ayudar, los programas en el papel se ven muy bonitos, llega a pensar uno que las cosas se pueden arreglar, pero de las palabras a la práctica falta mucho, entendimos que estamos abandonados en todo sentido”. El hombre se aferra a su fe y da gracias a Dios, “es el único que nos ha dado la fuerza para continuar, por ningún motivo queremos salir de aquí, ya no nos sacan ni las bombas”. Osorio expresó que a pesar de la difícil situación, irse de Vegalarga nunca fue su opción. “Perdí no solo la parte estructural de la casa sino también comercialmente mi negocio se devaluó, así no le dan a uno créditos, igual no me gusta hacerlo porque no tengo una proyección, con qué pagarlo. Tuve un desfase tremendo en mi economía”. Igualmente, agregó que seguirá trabajando por recuperar lo que la guerra le arrebató. “Reconstruyéndonos, trabajando con la ilusión porque no sabemos hacer más, sigo aquí perseverando porque aquí nacimos y de aquí somos, no sabemos otro medio de vida, irnos a engrosar lazos de pobreza y necesidades, eso no”. ‘No queremos discursos bonitos’ (recuadro) A ‘retazos’, afirma la comunidad que ha sido la reconstrucción del corregimiento, sin ayuda del gobierno aún conviven entre los escombros. “Ahí vamos, poco a poco organizando a retazos con la ilusión de que algún día terminamos esta lucha y nos recuperamos. Han sido 365 días entre los escombros, así hemos estado, incluso algunos vecinos no se han podido pasar a las casas, no hemos tenido ayuda de nadie”, afirmó Osorio. Asimismo, manifestaron su inconformismo por algunas ayudas que fueron asignadas a personas con afectaciones mínimas. “Acción Social nunca nos dio un centavo, yo fui a ver que era y nada, hubo gente que no tuvo ninguna afectación, fueron a reclamar con engaños y les dieron, pero lo que verdaderamente fuimos afectados no recibimos nada”. La comunidad exige al gobierno que cumpla con los compromisos adquiridos hace un año, recordando que la detonación fue detonada controladamente y en parte, reclamando el hecho de no haber ubicado el carro bomba en otro sector. “Que cumplan lo que prometieron porque lo necesitamos, así ni siquiera un préstamo nos hacen porque estamos en zona de alto riesgo, creo que con eso evaden la responsabilidad. Deben poner la mirada más en nosotros y olvidarse de tanto discurso bonito porque a la hora de la verdad no hemos recibido nada”. Algunos líderes comunales, manifestaron que de no cumplir con las promesas realizadas hace un año, instaurarán acciones legales. “Ya llevamos un año sufriendo, nos dejaron solos, vinieron a nada. Si toca irnos por las vías legales, lo haremos”, expresó uno de los afectados. Otras de las edificaciones que no ha recibido ayuda para su reconstrucción en el Centro de Salud, sede de la ESE Carmen Emilia Ospina. Los usuarios aún deben recibir atención médica con un techo que amenaza con desplomarse, exponiendo su integridad.

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