El viernes de la semana pasada tuve que viajar a Pitalito. Y, como alguien ya me lo había comentado, resultó un viaje estresante por la congestión que a lo largo de todo el trayecto viene causando la cantidad impresionante de camiones y tractomulas que se mueven en ambas direcciones. Viajar a Pitalito, o a cualquiera de los lugares del sur del departamento del Huila, ya no es como era hasta hace pocos años; era el disfrute de viajar y de ver los paisajes hermosos de nuestra tierra. Ahora implica andar largos trayectos a la velocidad de las dos, tres y hasta cuatro tractomulas que van adelante (a 17 kilómetros por hora), que alargan el tiempo de recorrido, en lugar acortarlo, es decir, todo lo contrario de lo que sucede en otros países. La invasión de tractomulas y camiones en nuestras carreteras es el resultado de la equivocada política de transportes de hace treinta años cuando se decidió acabar con los ferrocarriles obedeciendo a los intereses económicos de los fabricantes e importadores de llantas y vehículos. Recuerdo que en ese entonces hubo un ministro costeño de apellido Collantes de quien se decía que era el inspirador de la ruina de los ferrocarriles precisamente porque era socio de los negocios de llantas. Ahora, cuando Colombia ha entrado en la era de la globalización y los TLC, es cuando se siente el atraso y los elevados costos en los transportes, restándole competitividad a la economía nacional. Pero el viaje a Pitalito, tuvo algo más. Es el colapso de la carretera por los miles de huecos que la hace casi intransitable en varios sitios. Razón tenía la persona a la cual le escuché por radio afirmar que entre Neiva y San Agustín había contado cerca de tres mil huecos en la vía y quién, al mismo tiempo, se formulaba la pregunta de qué destino se le estaba dando al recaudo por concepto de los peajes que pagamos quienes nos desplazamos por las carreteras del Huila. Talvez, algún día, si se construye la doble calzada a Pitalito, retorne el gusto de viajar al sur del Departamento. Entre tanto, esos aparatos que cargan el petróleo, que acaban con la capa asfáltica, que estresan a los viajeros y que alargan las distancias continuarán imponiendo su ley en las vías, ante la indiferencia de todos.