LA NACIÓN llegó hasta La Mensura, en Palestina, Huila, y comprobó lo denunciado: quema de bosque, tala de árboles y una carretera que atraviesa la zona de amortiguamiento o protección de La Cueva de Los Guácharos. Los campesinos dicen que se exagera, la Cam habla de gente armada en la zona y hasta negocios de tierras en una región donde los pobladores no deben estar.
Tres horas antes del recorrido, la advertencia es recurrente: hay peligro. La gente está armada, repiten quienes hablan de La Mensura, vereda ubicada a una hora de Palestina, Huila, donde el frío y el barro fastidian a quien llegue por primera vez. Sin embargo, se insiste en explorar la región y corroborar lo denunciado por los organismos ambientales: tala, quema de bosques y la apertura de una vía en la zona de amortiguamiento del Parque Natural Cueva de Los Guácharos, entre Acevedo y Palestina. Es decir, un error garrafal si es cierto.
La carretera Palestina-La Mensura está en pésimas condiciones. Parece que el Estado -en materia vial- jamás llegó a la vereda. Se divisan extensas montañas que descuelgan hectáreas completas de cultivos de granadilla, pitahaya y durazno. A lado y lado del camino, viviendas construidas en tabla. Desde su interior se asoman mujeres, hombres y algunos niños con rostros enrojecidos por el frío.
Una hora después del recorrido está el primer rancho. Vive Belisario Hiles, el fontanero de La Mensura. “Está arreglado el acueducto que se afectó por una creciente y los repetidos derrumbes”, dice su esposa. Llueve a chorros.
Al lado de la casa está el primer cáncer ambiental de la zona: un camino fantasma que atravesó una montaña, una nueva ruta que conduce desde La Mensura hasta la Cueva de Los Guácharos en dos horas -antes se hacía en cuatro-. En total, son 12 kilómetros de recorrido. La vía fue construida por los campesinos de la zona hace siete años, pero hace un par de meses optaron por ampliarla. Incluso, con maquinaria, denunció la Policía que conserva en la estación de Palestina un bulldozer que sorprendieron en la zona, lo desarmaron y está en su poder desde la semana anterior.
¿Por qué?
Los campesinos buscaban mejorar su ruta de acceso y transportar granadilla. E incluso se cree que valorizan sus predios talando bosques y ampliando sus fronteras agrícolas que después venden a foráneos que llegan a la región.
La carretera es destapada, amplia en algunos tramos, cubierta por lodo porque llueve en cantidad. A escasos metros, después de trepar en medio de la espesa vegetación, está la segunda vivienda. Por el clima, la niebla y la tupida selva, parece un páramo.
El rancho está construido en tablas, sobre el abismo, al lado de la carretera interrumpida por derrumbes que caen desde la montaña. Lo habita uno de los Anacona, hijo de un colono de la zona que le heredó un pedazo de tierra para construir. El hombre se marchó hace once años para el Caquetá, pero regresó.
Desde entonces, siembra granadilla en la zona de reserva. No tiene otro sustento económico, relata. Con él vive su esposa, su suegra y otros parientes.
Venden chorizos. ¿A quién? A los turistas que cruzan por la nueva vía, que según la Corporación del Alto Magdalena, Cam, amenaza la zona natural o de amortiguamiento. "Estamos aquí y queremos que nos dejen trabajar", dice una mujer a quien LA NACIÓN encuentra en casa. "La zona de protección empieza desde La Cascajosa hacía arriba, no desde acá", añade desinformada.
A escasos 200 metros, sobre otro filo, habita Aureliana Anacona -pariente del anterior poblador-. Una humareda que se expande desde una chimenea, delata su residencia. La anciana anocheció y no amaneció en San Antonio de Getuchá, Caquetá, donde permaneció más de diez años, y se desplazó hacia La Mensura. Su padre le heredó una tierra y allí se plantó. Vive con Florentino Samboní, su esposo, y también siembra granadilla.
“Claro que sé que esto es zona de reserva natural. Antes el camino no cruzaba por aquí, era más arriba. Igual vivimos en armonía con la naturaleza”, explica la dama, mientras cruzan por un lado caballos cargados de granadilla. Por el otro, turistas que caminan en busca de la Cueva de los Guácharos. Al fondo se observa una enorme mancha negra: montaña talada, quemada para siembra de granadilla y pitahaya. Hasta hace un par de meses era bosque, informa la Cam. Es la finca de Milton Triana, uno de los terratenientes o dueños de mayor número de predios en la zona. Y los vende, confirmó LA NACIÓN. Tiene una sola escritura, según la gente de la zona, pero extensos terrenos vendidos a nuevos dueños. Negocia con títulos o documentos de compra. "En la región se presenta una venta ilegal porque son terrenos baldíos, es decir, no tienen propiedad privada", explica Ariel Borbón, director de la CAM.
Lo grave es que entre 200 y 300 hectáreas de bosque se pierden al año en la zona. Es decir, van más de 600 hectáreas destruidas en menos de tres años por la venta desproporcionada a nuevos pobladores. Familias desplazadas por la violencia de Caquetá, Cauca y Putumayo se han ubicado, han talado bosques y después de dos años sus predios son vendidos a otras familias y así se avanza la expansión de la frontera agrícola en una zona que debería estar alejada del hombre.
"El impacto es muy grave, es la zona más rica en Colombia de roble negro, especie única mundial", repite Borbón. La CAM ha insistido en la conservación de 92.000 hectáreas donde hay este vegetal en Acevedo, Palestina y San Agustín y temen que la presencia acelerada de pobladores ponga en riesgo su trabajo.
Una semana atrás, la Policía decomisó 150 postes de roble que iban a ser comercializados en Pitalito y que fueron talados en la zona. Cada poste vale 12 mil pesos en Palestina, pero 20 mil pesos en el Valle de Laboyos, hasta donde llegan en horarios nocturnos, en camiones y por vías alternas desde La Mensura hasta Bruselas, Huila. La intención es burlar el cerco y control de las autoridades.
Cifra no tan clara
La cifra de quienes oficialmente vienen en la zona no está clara.
En La Mesura hay 35 familias con títulos o documentos que certifican que compraron o heredaron tierras, es decir, pagan impuestos, dice Heriberto Herrera, alcalde (e), de Palestina. Sin embargo, la Personería cree que hay al menos 200 familias en la zona de amortiguamiento. ¿En qué momentos se expandieron las familias? En realidad se cree que hay un negocio: los actuales dueños talan árboles, queman tierras, amplían sus terrenos y venderían a foráneos los predios.
Sin embargo, los habitantes de la zona hablan un mismo idioma: "Mi papá fue colono, lo mismo que mi tío, mi padre tuvo unos hijos y nosotros, ya independizados, con mujer e hijos, nos alojamos en las tierras. Mi hermano tiene una mujer y se vino a trabajar con ella y su cuñado. Así se han expandido las familias", narra Humberto Anacona.
Sin embargo, hay invasores: Martha Cecilia Renza Coy tiene título de sus tierras heredadas en La Mensura, pero no vive allí. Aunque paga impuestos, su finca es ocupada por desconocidos.
Predominan
La familia Anacona, Samboní, Muñoz y Triana predominan en la zona que terminó siendo tan rica e interesante que se ha fraccionado o vendido a varias familias. Por ejemplo: en la finca de José María Muñoz, colono, vive Joaquín Ruiz. Sin embargo, Muñoz se la vendió a Edelmira Navarro y después terminó en manos de Jacobo Anacona, dicen en los moradores de la región.
José Isidro Sabogal es foráneo, llegó y compró una finca hace ocho años. Lo mismo que Albeiro Nieto, quien compró la finca de Leopoldo Anacona. Samuel Mora también adquirió tierras. Edilson, Hernán, Edilma, Dioselina y Seferino Hiles son dueños de un mismo predio. Lo mismo que Edinson Tovar, quien vive con una nieta de Seferino Hiles. Esto apenas dimensiona lo ocurrido.
Con los colonos -primeros fundadores- no había problema. Aprendieron a convivir con la naturaleza y se tenía controlada la tala y quema de montañas. Desde hace dos años el tema cambió y la CAM empezó a lanzar señales de alarma. Hace tres semanas el Ejército y la Policía penetraron la zona y se tropezaron con una retroexcavadora que pulía la carretera. Los labriegos dijeron que no abría montañas ni carretera. Las autoridades, sí. Hubo oposición al decomiso del aparato, pero perdieron el tiempo. Por partes, la maquina reposa en la estación de policía de Palestina.
En la parte alta de la carretera abundan los derrumbes. Y amenazan con taponamientos y afectaciones en el acueducto. El día de la visita ocurrió: la presión del agua en mangueras angostas que surten de agua a la localidad estalló y causó un pequeño derrumbe. "El agua, ojo con el agua", gritaban desde una casa hacia la otra. Funcionarios de la Cam no llegan hasta la zona sino están escoltados por la Policía. En un operativo reciente en la zona se encontraron cinco personas de civil armados. "No sabemos los orígenes, la situación es investigada por parte de la Policía y el Ejército". LA NACIÓN no observó personas armadas. Tampoco, cultivos de marihuana a simple vista, aunque la Policía informó del decomiso de esta sustancia ilegal a escasos metros de La Mensura.
Conclusión: hay afectación ambiental, crecimiento acelerado de las familias en la zona de amortiguamiento, la vía de la discordia sigue allí y la tala y quema se ‘pescan’ visualmente.
Ariel Borbón -quien ha jalonado a la zona dos proyectos de cooperación internacional de la Organización Nacional de Bosques de Francia y Cormagdalena- se declara positivo y espera que la expansión agrícola y el desastre ambiental se detengan. El Ejército llegó a la zona, pero puede retirarse en semanas. El alcalde (e) de Palestina, Heriberto Herrera, habla de proyectos e inversiones que alcanzan los 600 millones de pesos de distintos organismos estatales para la compra de predios y que los desplazados se marchen de allí. ¿Podrán lograrlo? El tema es complejo. Si se piensa en comprar predios, solo se hace con las familias que posean escrituras o títulos públicos, es decir, pocas. Mientras tanto, en la zona de amortiguamiento de la Cueva de los Guácharos se pone en riesgo indirectamente más de 200 animales, especies vegetales y hasta nacederos de agua. Las familias, la CAM y Alcaldía ya se están reuniendo. Sin embargo, pronto no habrá humo blanco.